Tema 1: La Audición Flashcards
Real Decreto 1105/2014 establece:
“Escucha” pretende crear la primera actitud fundamental hacia este arte y dotar al alumnado de las herramientas básicas para disfrutar del mismo a través de la audición y comprensión del hecho musical
La audición. Nociones sobre acústica
El sonido es la sensación producida en el órgano del oído por el movimiento vibratorio de los cuerpos. El foco o fuente sonora da lugar a una onda que se transmite a través de un medio elástico (por ejemplo, el aire), provocando en él fluctuaciones de presión que al incidir sobre la membrana del oído (“tímpano”) lo obligan a vibrar con la misma frecuencia (vibraciones por segundo) que la fuente sonora.
El estímulo llega a través del oído medio hasta el nervio auditivo, produciendo la percepción sonora. Esta sensación no se produce en todos los casos, ya que el oído humano sólo alcanza, en general, las frecuencias entre 16 y 20.000 Hertz. Por encima de este límite los sonidos reciben el nombre de ultrasonidos y por debajo de 16Hz el nombre de infrasonidos. Los límites dependen de cada persona y su edad y también están relacionados con el entrenamiento del oído y la exposición a fuentes sonoras: por ejemplo, una exposición excesiva a fuentes sonoras de gran intensidad puede disminuir la percepción auditiva.
No todas las vibraciones son perceptibles a simple vista, y, además, la vibración no siempre es captada por el oído humano, ya que además de los límites de frecuencia apuntados anteriormente es necesario un resonador que transmita y amplifique la vibración.
Cualquier cuerpo elástico sometido a un estímulo que produzca vibración, lo hace siempre con la frecuencia que le es característica. La intensidad de la vibración disminuye con el tiempo hasta que recupera la posición de equilibrio y reposo inicial, a menos que la causa que la origine no cese, sino que se produzca de manera continua. La disminución progresiva de la intensidad se llama amortiguamiento sonoro, y es más característico y apreciable en los idiófonos metálicos (percusión de altura indeterminada de metal), especialmente en los platillos y el triángulo.
Un objeto puede también entrar en vibración debido a una acción externa, como medio transmisor activo o pasivo. Si golpeamos con la palma de la mano un cono de cartón, se produce un sonido característico, propio de su frecuencia; pero si se le acerca por su extremo más pequeño a la boca y se usa como megáfono, el cartón no vibrará con su frecuencia, sino con la que corresponde a la voz que transmite. En este caso, la intensidad de la vibración no disminuye con el tiempo, sino que depende por entero de la causa principal (en este caso la voz), y lo hará cuando cese ésta.
Un caso especial resulta cuando coinciden ambas frecuencias: la propia del cuerpo que vibra, y la del objeto transmisor. Cuando acontece este hecho, la excitación sonora resulta perceptible al máximo: a este efecto se le llama resonancia. Podemos pensar en una copa de cristal fino que al ser golpeada con un dedo vibra con una determinada frecuencia. Si una cantante emite un sonido, la copa vibrará con esa misma frecuencia, pero si la nota emitida con la voz es igual a la frecuencia de la copa, la hará vibrar de manera continua y por eso es probable que estalle.
Por otro lado, una onda nunca es sencilla, sino que va acompañada de otras cuyas frecuencias son múltiplos de la fundamental y que se producen simultáneamente. Estas vibraciones reciben el nombre de armónicos. Estos armónicos se numeran a partir del 1, que es el sonido fundamental, el primero que se produce y el que más veces se repite a lo largo de la serie (1, 2, 4, 8, 16, 28…). Los intervalos que se pueden estudiar en la serie de armónicos responden siempre, por leyes acústicas, a un orden preestablecido: octava, quinta, cuarta, tercera mayor, tercera menor, segunda mayor, semitono diatónico, semitono cromático…
Estos intervalos no son exactamente como los entendemos en la actualidad, ya que el sistema temperado es una adaptación, un acercamiento a este planteamiento físico acústico.
La onda sonora se transmite por un medio elástico y produce en el ser humano la sensación de sonido al ser captada por el oído y procesada por el sistema nervioso. El mecanismo de la percepción auditiva parece sencillo, pero es en realidad enormemente complejo, como se expondrá más adelante.
Introducción para Tema 1. La Audición
Tradicionalmente, el estudio de la música se ha apoyado casi exclusivamente en lo visual: tanto la lectura de la música como su escritura parecía ser el único centro importante de la ejecución, por lo que el enfoque otorgado al lenguaje musical, la armonía o el contrapunto parecía no ir más allá del mero papel escrito, sin llegar al oído. Sin embargo, los métodos pedagógicos musicales de nuestro siglo han buscado recuperar la función plenamente auditiva de la música, pasando la audición a un merecido primer plano. Por esta razón, el conocimiento de los mecanismos que concurren en la audición, como el fenómeno de la percepción y retención, son determinantes para la formación del alumnado.
La percepción del sonido
Percibir es captar a través de los sentidos. Gracias a la situación de los pabellones auditivos a los lados de la cabeza, podemos percibir la dirección en la que se produce el sonido, ya que la diferencia de tiempo y de intensidad en la percepción entre ambos oídos, proporciona información exacta sobre el lugar de procedencia del sonido.
Además, el oído puede discriminar las cualidades del sonido de manera cualitativa, cuando nos referimos a su timbre; o cuantitativamente, cuando nos referimos a su duración, altura o intensidad, ya que estos parámetros se miden en una escala numérica.
El timbre es la característica del sonido que diferencia entre sí a distintas fuentes sonoras, incluso al producir sonidos de altura, intensidad y duración idénticos. Depende de la cantidad y calidad de los armónicos naturales. La altura depende de la frecuencia del sonido y nos permite distinguir entre sonidos agudos y graves. La duración corresponde al tiempo que se mantienen las vibraciones de un sonido y la intensidad depende de la amplitud de las vibraciones, permitiéndonos distinguir entre sonidos fuertes o suaves.
La percepción de cada parámetro puede verse afectada por otras cualidades del sonido: la percepción de la altura, por ejemplo, puede verse afectada por el timbre, lo que hace que dos sonidos de frecuencia similar se puedan confundir al ser interpretados en diferentes instrumentos (algo que es muy tenido en cuenta por los compositores, podemos citar el caso de “Cuadros para una exposición”, cuya versión original para piano, de Mussorgsky, suena más disonante que la orquestación de Ravel). También la intensidad puede influir en la percepción de la altura: a mayor intensidad se acentúa el carácter más grave o agudo de un sonido.
La percepción auditiva varía con la edad, el entrenamiento auditivo y las características individuales de cada sujeto. Para conocer la capacidad auditiva se puede realizar una audiometría, que ofrece un gráfico en el que se representan las frecuencias y el grado de audición de ellas por parte del sujeto. Un individuo que no escucha total o parcialmente determinadas frecuencias o espectro de frecuencias sufre un tipo de discapacidad auditiva llamada hipoacusia.
Psicología del sonido
Aunque el sonido sea, desde un punto de vista objetivo, algo invariable, existe un aspecto subjetivo en la percepción sonora. Por ejemplo, la percepción de la altura puede parecer mayor o menor en función del contexto sonoro: un sonido de tipo medio parecerá muy grave al sonar junto a sonidos extremadamente
agudos. Podemos pensar en este sentido en un tenor, que en un coro de voces mixtas será percibido como la segunda voz más grave mientras que en un orfeón masculino será percibida como la voz más aguda.
Además, el sonido también será percibido de forma diferente por distintos sujetos dependiendo del desarrollo de su capacidad auditiva o su afición musical: un melómano percibirá más claramente instrumentos o voces acompañantes que un profano. Por extensión, un profesional contará con una apreciación inmensamente superior, tal y como a lo largo de la historia han manifestado autores como Igor Stravisnky o Arnold Schönberg.
También podemos hablar de componentes afectivos implicados en la música, que puede resultar del gusto de unos y no de otros. Esto es claramente perceptible en Educación Secundaria, debido a la música de moda que escuchan los chicos y chicas de estas edades, ampliamente influidos por los medios de comunicación y en ocasiones alcanzando terrenos lindantes con el fanatismo.
Otro aspecto en el que la subjetividad se observa es en el hecho de que un sonido pueda ser considerado agradable o desagradable por dos personas diferentes. Si consideramos la historia de la música como la evolución de la disonancia, encontraremos este factor de subjetividad multiplicado. Es evidente que un individuo de finales del siglo XVIII tenía un concepto de disonancia mucho menos desarrollado que uno de inicios de nuestro siglo. En este sentido, se pude considerar que un oído entrenado tendrá un concepto menos amplio de disonancia que uno no entrenado. En una obra musical determinada que se mueve formando intervalos armónicos de terceras, quintas y otros intervalos considerados tradicionalmente consonantes, una segunda destacará inmediatamente como una disonancia fuerte, mientras que en una obra del siglo XX la consonancia tradicional es lo que sobresale. Sobre esta especie de “calidad” de disonancias, según la cual una disonancia muy fuerte resolvería en otra de carácter más débil, se basan los principios del Impresionismo.
Por último, cada oyente puede atender únicamente a lo que una obra expresa en sí misma o bien dejarse llevar por “imágenes” más o menos extramusicales. Por esta razón, puede provocar en el sujeto una actitud a favor o en contra según asocie una obra con sentimientos, emociones o acontecimientos de su vida personal. También es posible que la actuación sobre sus sentimientos se produzca de forma independiente, en una suerte de “hipersensibilidad musical” que no esconde otra cosa que el inmenso poder de emocionar de la música, o “mover los afectos”, como lo llamarían los barrocos iniciales. Esta capacidad de actuación sobre los afectos ha sido denominada Esteticismo por algunos críticos y musicólogos del siglo XIX y es el caballo de batalla del historicista, crítico y musicólogo Eduard Hanslick en su obra “De lo bello en música” publicada en 1854, en pleno apogeo de la llamada por él “Estética sentimental”.
Memoria sonora
La memoria se define como una capacidad psíquica por la que se retiene y recuerda lo pasado. En el proceso mnemónico (de Mnemosina, diosa griega de la memoria y madre de las Musas) se distinguen tres fases: adquisición, conservación y recuerdo. La práctica de la memoria aumenta la facultad del individuo y sus posibilidades a la hora de recordar, por lo que su entrenamiento es fundamental.
Para Rodolfo Barbacci, la memorización de un fragmento musical consta de cuatro etapas que se suceden en el tiempo: impresión (efecto inmediato que produce en nosotros el hecho musical), percepción, comprensión (que depende de los conocimientos previos sobre la música) y retención (archivo en la memoria). En este mismo orden las fases se afianzan, es decir, que una buena realización de la anterior favorece un buen resultado de la siguiente.
Barbacci también distingue cuatro tipos de memoria: retentiva, que depende de la percepción y almacena el hecho tal cual se produce; reproductiva, capaz de repetir la imagen o el hecho memorizado; constructiva, que utiliza el material almacenado para elaborar otras ideas o mensajes transformando lo retenido; y creativa, que elabora a partir de lo retenido.
Musicalmente, Barbacci también distingue tres métodos de memorización: racional, consistente en el análisis, denominación y clasificación de la idea a memorizar; mecánico, fácilmente observable en las personas que tocan “de oído” a base de ensayo y error; y artificial, asociando ideas más o menos rebuscadas que facilitan la memorización.
Por último, también podemos asociar los conceptos mnemónicos a los elementos de la música, de manera que podríamos hablar de memoria rítmica, memoria melódica, memoria armónica (que a su vez es posible descomponer en memoria tonal y memoria modal) y memoria nominal, relacionada con la memorización del nombre de las notas, relacionando cada nombre con su altura a partir de un punto de referencia dado (a menos que el individuo tenga oído absoluto, es decir, la capacidad de saber de qué nota se trata al escucharla).
Análisis (Tema 1)
El proceso de audición musical implica una escucha atenta y vivenciada por parte del alumno. No se trata de una mera respuesta pasiva, más o menos atenta, a la obra. El objetivo principal de la audición musical es crear en la persona la necesidad de escuchar música, comprenderla y disfrutar con ella. Además, la audición puede servir para reafirmar lo aprendido en clase de música analizando aspectos musicales como: las cualidades del sonido, el timbre de distintos instrumentos, la aparición de distintas líneas melódicas, el ritmo, la armonía, la forma y textura de la obra, los matices, etc.
Existen numerosas corrientes pedagógicas enfocadas en la educación musical del alumnado, pero no hay un tratamiento específico de la audición musical en estas pedagogías. La razón de esta carencia es la aparente simplicidad de la actividad, al considerar muchos un planteamiento pasivo de la escucha. Por eso, la mejor manera de introducir la audición es a partir de la práctica, basada en la ejecución vocal, instrumental y/o de movimientos.
El desarrollo de la comprensión auditiva se basa en el desarrollo de las capacidades de apreciación estética y a la comprensión de los elementos musicales presentes en la audición. Ambos procesos se ven afianzados durante la etapa de Educación Secundaria gracias al desarrollo del sentido de relación y clasificación, al estudio del detalle y al papel del pensamiento inductivo-deductivo.
Posibilidades de escucha y disfrute de la música
- Plano pasivo: este tipo de escucha está, por desgracia, muy presente en nuestra sociedad. La audición de la obra musical se produce de forma pasiva, como un fondo a las acciones cotidianas, desvirtuando así el significado de la audición musical.
- Plano hedonista: la música queda en un plano placentero, lo que no significa que la música esté exenta de calidad: grandes compositores han dedicado parte de su obra a este aspecto hedonista con gran calidad (por ejemplo, los célebres “divertimentos” de los clásicos)
- Plano espiritual: se trata de un planteamiento más íntimo, en el que el oyente desarrolla la espiritualidad. La mayor parte de esta música corresponde al Romanticismo.
- Plano intelectual: la apreciación propia de nuestra época es fundamentalmente intelectualista, basada en la comprensión de la estructura de la obra. Aunque pueda parecer algo frío, hay que considerar que esta visión proporciona los anteriores planos: tanto el espiritual como el hedonista. En este caso, el disfrute consiste en comprender el porqué de los elementos musicales y su ordenación en la obra, lo que produce una elevación artística, alcanzando más profundidad el significado intrínseco de la composición.
Desde la audición musical, como se ha comentado antes, se puede también ayudar a la comprensión de los elementos musicales.
Para comprender el ritmo se pueden realizar marchas u otro tipo de movimientos musicales asociados a una audición, se podrán marcar elementos rítmicos u ostinatos con percusión corporal de manera individual o en pareja, acompañar una obra con elementos rítmicos u ostinatos con instrumentos de percusión, leer y escribir ritmos presentes en la audición, apreciar los cambios de movimientos o incluso improvisar a partir de elementos rítmicos presentes en la audición.
En cuanto a la melodía, a partir de la audición musical podríamos ejecutar vocal o instrumentalmente la obra, leer y escribir el tema o temas de la obra tratada o improvisar a partir de elementos melódicos presentes en la audición.
El desarrollo tonal se origina a partir de la comprensión del intervalo melódico, que propicia la del intervalo armónico y desde ahí la consonancia y disonancia. La armonía, al igual que el ritmo y la melodía, puede trabajarse a partir de la audición mediante la ejecución vocal o instrumental de la obra empleando acompañamiento armónico por parte del profesorado o con instrumentación Orff, mediante la apreciación auditiva de cadencias a lo largo de la audición, mediante la improvisación melódica con el apoyo armónico presente en la audición o realizando ejercicios de discriminación tonal basados en el carácter mayor-menor, escalas, intervalos, etc.…
Por último, también se puede trabajar la comprensión de la forma realizando coreografías u otro tipo de movimientos asociados a la audición, de manera que los cambios de sección supongan modificaciones en los pasos realizados. También se podrá apreciar el empleo de cadencias para los cambios formales y se podrá improvisar en alguna de las secciones de la obra en cuestión.
Oído externo
El oído externo está integrado por el pabellón, el conducto auditivo y el tímpano. El pabellón (aurícula u oreja) está formado principalmente por tejido cartilaginoso, formando varios repliegues que recogen, como un embudo, las ondas sonoras, provocando la vibración del conducto auditivo (también conocido como meato) que la dirige hasta el tímpano. La posición de las orejas a los lados de la cabeza y su estructura de pliegues favorece, como se ha comentado anteriormente, la discriminación de la procedencia del sonido, tanto horizontal como verticalmente. El tímpano, que separa el oído externo del medio, es una fina membrana capaz de vibrar por resonancia ante un enorme abanico de frecuencias.
Oído medio
En el oído medio encontramos la cadena de huesecillos, tres pequeños huesos que reciben el nombre de martillo, yunque y estribo (por su forma) y cuya función es amplificar y transmitir la vibración desde el tímpano hasta la ventana oval, un orificio de área muy pequeña, menor que el tímpano, lo que provoca el aumento de intensidad sonora hasta unas sesenta veces. En el oído medio también encontramos la trompa de Eustaquio, que pone en contacto el oído medio con la parte superior de la garganta para equilibrar la presión de aire interna y externa, manteniendo así la tensión del tímpano. Además, la trompa de Eustaquio permite la salida de mucosidad hacia la rinofaringe.
Oído interno
El oído interno está integrado por el vestíbulo, los canales semicirculares y el caracol, que se integra en un hueco óseo llamado peñasco del hueso temporal. El oído interno contiene un líquido llamado endolinfa que sirve de transmisor de las vibraciones que llegan a través de la ventana oval.
Todo el sistema posee gran complejidad y es conocido como laberinto. Este laberinto membranoso se encuentra alojado en el interior de otro formado por el propio hueso, de forma similar, pero de mayor dimensión, llamado laberinto óseo. En algunas zonas ambos laberintos se unen, pero en la mayor parte del recorrido están separados por una sustancia llamada perilinfa.
El laberinto membranoso incluye utrículo, sáculo y canales semicirculares, el conducto coclear y el órgano de Corti. Los tres canales semicirculares (posterior, superior y lateral) intervienen en el equilibrio. El caracol es un tubo óseo, también llamado cóclea, cuyo techo está revestido por la membrana vestibular y el suelo por la membrana basilar, en la cual descansa el órgano de Corti que es el responsable de la audición.
Tras el oído interno, las fibras nerviosas mandarán la información sonora a niveles superiores, concretamente al lóbulo temporal hasta la corteza auditiva primaria, zona del cerebro responsable de la voz y el lenguaje. Es aquí donde se procesa toda la información que ha llegado desde ambos oídos. Nuestro cerebro interpreta las señales y nos indica que, por ejemplo, el timbre sonó, o que palabras están siendo habladas. Muchas cosas ayudan a determinar exactamente lo que oímos, pero es la combinación de frecuencias que dan los diferentes sonidos su característica distintiva. La fuente, la dirección y el volumen del sonido son otras pistas que usa el cerebro para descifrar los mensajes.
BIBLIOGRAFÍA Tema 1. La Audición
BARBACCI, R. (1976) Educación en la memoria musical
FERRERO, M.A. y FURNO, S.(1977) Musijugando vol, 1. 2, 3, 4.
GARMENDÍA, E.: Educación audioperceptiva
LASALA, A.E. (1987) La educación musical del oído
WILLEMS, E. (1962) La preparación musical de los más pequeños
WUYTACK, J. y SCHOLLAERT, P. (1974) L’audition musicale active