8. Caída de Liniers Flashcards
Qué consecuencia trajo la Misión Sassenay?
Caída del Virrey Liniers
Efecto de la Misión Sassenay en Buenos Aires
A fines de julio de 1808, llegó a Buenos Aires la Real Cedula en la que se ordenaba reconocer como rey de España a Fernando VII, luego de la abdicación de Carlos IV, en ocasión del motín de Aranjuez de marzo de 1808.
Las noticias llegaban con demoras de Europa a América. La ceremonia del juramento al rey Fernando VII estaba prevista para el 12 de agosto, pero el Virrey Liniers ordenó suspenderá luego de tomar conocimiento de impresos llegados desde Cádiz en los que se anunciaba la protesta de Carlos IV a su abdicación y regreso al trono.
El 13 de agosto arribó al Rio de la Plata el marqués Sassenay, enviado por Napoleón Bonaparte para dar a conocer el estado de España y el cambio de dinastía (José Bonaparte rey), y observar las reacciones de los rioplatenses frente a esta noticia.
Liniers recibió a Sassenay en el Cabildo. Aunque las autoridades locales comprendieron rápidamente cuan peligroso era difundir tales novedades, el intento de mantenerlas en secreto fue vano. El rumor de la presencia de Sassenay en Buenos Aires había trascendido y despertó todo tipo de infidencias.
En aquellos años, las noticias se propagaban a través de rumores difundidos en distintos espacios, privados y públicos. Las tertulias, los cafés, las pulperías y la calle eran escenarios de conversación e intercambio de novedades y opiniones.
Asonada de Alzaga (1809)
Ocurrida el 1 de enero de 1809, al intento de destituir al virrey del Río de la Plata, Santiago de Liniers, por parte de un grupo afín al Cabildo de Buenos Aires encabezado por uno de sus miembros, el alcalde Martín de Álzaga.
El 1 de enero del año 1809, los miembros del Cabildo se reunieron y propusieron una lista de miembros del nuevo cabildo, que debía asumir ese mismo día, seleccionando a sus miembros entre los más reconocidos enemigos del virrey. Al dirigirse al Fuerte de Buenos Aires para presentar esa lista para su aprobación, fueron apoyados por varios regimientos de milicias, todos de origen español, que ocuparon la Plaza de la Victoria. También reunieron una pequeña multitud de manifestantes, que protestaban contra la gestión de Liniers y exigían su renuncia.
Contra lo que esperaban, Liniers protestó durante algunos minutos en voz baja, y luego firmó los nombramientos. Por segunda vez, había cedido y logrado salvar con eso su cargo.
Simultáneamente, ingresaba por la puerta de atrás del fuerte un batallón del Regimiento de Patricios, cuyo comandante, Cornelio Saavedra, ordenó defender al virrey y apuntar sus cañones contra el edificio del Cabildo.
Los miembros del Cabildo volvieron a reunirse, y decidieron deponer al virrey de todos modos. Pretendían reemplazarlo con una Junta de Gobierno, de la cual formaban parte solamente españoles peninsulares y dos criollos, Mariano Moreno y el síndico Julián de Leyva, que ejercerían como secretarios de la misma.
Todos exigían la renuncia de Liniers.
Además pidieron a Saavedra que retirara sus tropas. Viendo que el virrey no parecía ya dispuesto a resistir, el coronel de los Patricios retiró su regimiento por el medio de la Plaza, como en un desfile, saludado por las fuerzas militares rebeldes. Minutos más tarde, y sin esperar órdenes superiores, la mayor parte de los soldados de los batallones españoles se retiró a sus casas. Por su parte, Saavedra se dedicó a recorrer los cuarteles de los demás batallones.
Liniers se consideraba vencido, pero aún quiso controlar en algo los efectos de su caída, por lo que — apoyado por Lué — exigió el cumplimiento de las normativas que preveían el reemplazo de los virreyes por el militar más antiguo del virreinato. En este caso, se trataba del general Pascual Ruiz Huidobro. Sabiendo que su primer intento había fallado, pero considerándolo más manejable y menos prestigioso que Liniers, Álzaga terminó por unirse a esa exigencia.
Entonces sí, Liniers declaró que renunciaría, y se inició la redacción de un acta en que Liniers anunciaba su renuncia.
Por qué fracasa la Asonada?
antes de que el acta estuviera completada, se presentó nuevamente de improviso en el Fuerte el coronel Saavedra, comandante de Patricios, con los demás comandantes de regimientos y batallones formados por criollos. Para darle más espectacularidad a su entrada, Saavedra iba con la espada desenvainada, y había reemplazado su sombrero por un pañuelo anudado.
Saavedra y los demás comandantes exigieron firmemente que se suspendiera el acto, ya que el grupo que presentaba la exigencia de renuncia no representaba al pueblo. Lué intervino, pidiendo a Saavedra que dejara las cosas como estaban, debido a que Liniers no era querido. Entonces Saavedra llevó a Liniers al balcón del Fuerte, donde fue aclamado por una importante cantidad de gente, convocada por el mismo Saavedra.
En ese mismo momento aparecieron en la plaza los Patricios, ocupándola y desplazando a las milicias partidarias del golpe. Hubo algunos disparos, que causaron algunos heridos, pero las milicias rebeldes evacuaron la plaza sin luchar.
Entonces Liniers ingresó nuevamente al salón en que estaban los capitulares y el obispo, y declaró firmemente que no pensaba renunciar. En un giro muy curioso, el acta que se estaba redactando, que comenzaba anunciando la renuncia de Liniers, terminó con la confirmación del mismo, con el general beneplácito de todos los presentes; incluidos los miembros del Cabildo.
Todos se retiraron a sus casas, excepto los miembros del Cabildo. Horas más tarde, entrada ya la noche, Liniers ordenó la libertad de los alcaldes y otras dignidades entrantes. Pero los cabildantes salientes, incluido Álzaga, permanecieron prisioneros.
Consecuencias de la Asonada
Alzaga fue desterrado a Carmen de Patagones y luego rescatado por el gobernador de Montevideo Francisco Javier de Elío (rival de Liniers) y trasladado a Montevideo.
El Cabildo fue purgado de varios de sus miembros, y un nuevo grupo de dirigentes, ligados especialmente al jefe de los Patricios y a los demás jefes militares criollos, asumió el mando del mismo. No obstante, la mayor parte de ellos — a diferencia de Saavedra — no participarían en la Revolución.
El principal beneficiario del fracaso de la Asonada fue Saavedra, a quien Liniers debía desde entonces su gobierno. De allí en adelante, ningún gobierno pudo actuar en Buenos Aires sin el apoyo de las milicias urbanas, por lo menos hasta la crisis de 1820. De hecho, fue la decisión de Saavedra la que desencadenó la Revolución de Mayo.