El federalista Flashcards
Ambiciones políticas
El argumento sirve como una advertencia contra la complacencia hacia los líderes que utilizan el lenguaje de los derechos del pueblo para promover agendas que pueden llevar al autoritarismo. Resalta la importancia de mantener un equilibrio entre la defensa de los derechos del pueblo y la protección de las instituciones democráticas y las libertades individuales. La lección subyacente es la necesidad de vigilancia y escepticismo hacia aquellos que prometen proteger los derechos del pueblo pero que podrían tener ambiciones ocultas que amenazan la libertad y la democracia.
convención de filadelfia
Siempre tan partidario de la unión como enamorado de la libertad, convocó unánime a la reciente Convención de Filadelfia con el objeto de que estudiar ese importante asunto.
Sin dejarse influir por ninguna pasión excepto la del amor a su patria, presentaron y recomendaron al pueblo el plan que fue resultado de sus deliberaciones casi unánimes.
seguridad
Entre los muchos objetos en que un pueblo ilustrado y libre encuentra necesario fijar su atención, parece que debe ocupar el primer lugar el de proveer a la propia seguridad. Esta seguridad del pueblo se relaciona indudablemente con una porción de circunstancias y consideraciones y, por lo tanto, ofrece amplio campo a quienes desean definirla de un modo preciso y comprensivo.
si resulta que la América Unida probablemente dará menos motivos de guerra, entonces debe deducirse que bajo este aspecto la Unión es el mejor medio de conservar al pueblo en paz con otras naciones.
guerra
Las causas justas de la guerra derivan casi siempre de las violaciones de los tratados o de la violencia directa.
Me parece evidente que hará esto con más perfección y mayor puntualidad un solo gobierno nacional que trece Estados separados o tres o cuatro confederaciones distintas.
tratados y articulos
Porque bajo el gobierno nacional, los tratados y los artículos que integran éstos, así como el derecho internacional, se interpretarán siempre en el mismo sentido y se cumplirán de la misma manera, en tanto que los fallos sobre los mismos puntos y cuestiones en trece Estados o en tres o cuatro confederaciones, no siempre serán iguales ni coincidirán, como consecuencia tanto de la existencia de distintos jueces y tribunales, nombrados por diferentes gobiernos, independientes entre sí, como de la diversidad de las leyes locales y de los diferentes intereses que puedan tener efecto e influencia sobre ellos.
capacidad de decisión
Porque una vez establecido el gobierno nacional, los mejores hombres del país no sólo consentirán en servirlo, sino que lo usual será que sean nombrados para manejarlo, pues si bien la ciudad o el campo u otras influencias locales pueden colocar a sus hombres en las cámaras bajas de los Estados, en los senados o los tribunales y en los departamentos del poder ejecutivo, bajo el gobierno nacional será necesaria una reputación más general, bastante más amplia, de talento y de las demás cualidades requeridas, para acreditar que un hombre es capaz de ocupar los cargos del gobierno nacional -sobre todo en vista de que no faltará a éste donde escoger y de que nunca sentirá esa escasez de personas adecuadas, que no es rara en algunos Estados.
prevalece la buena fe
Porque la expectativa de una pérdida o una ganancia inmediata puede tentar a menudo al partido que gobierne en uno o más Estados, incitándolo a apartarse de la buena fe y la justicia; pero dado que esas tentaciones no alcanzan a los demás Estados y que, por vía de consecuencia, tienen poca o ninguna influencia sobre el gobierno nacional, resultarán estériles y la buena fe. y la justicia quedarán a salvo. El caso del tratado de paz con la Gran Bretaña habla a favor de este razonamiento.
El orgullo de los Estados, como el de los hombres, los predispone naturalmente a justificar todos sus actos, impidiendo así que reconozcan, corrijan o reparen sus ofensas y errores. En semejantes casos, ese orgullo no influirá sobre el gobierno nacional, el que podrá proceder con moderación y buena fe a examinar y decidir los medios más eficaces para librarse de las dificultades que lo amenacen.
Inicio de la guerra
Demasiado cierto es, por deshonroso que ello resulte para la naturaleza humana, que por regla general las naciones emprenden la guerra siempre que esperan algún provecho de ella.
Más todavía, los monarcas absolutos participan en guerras de que sus naciones nada han de obtener, con miras y propósitos puramente personales, como el anhelo de gloria militar, la venganza de afrentas personales, la ambición, o pactos privados encaminados a engrandecer o apoyar a sus familias o partidarios.
un solo gobierno
Un solo gobierno puede reunir y utilizar el talento y la experiencia de los hombres más capaces, cualquiera que sea el lugar de la Unión en que se encuentren. Puede guiarse por un principio político uniforme. Puede armonizar, asimilar y proteger las distintas partes y sus miembros, extendiendo a cada uno los beneficios de su previsión y precauciones. Al concertar tratados, atenderá a los intereses del conjunto, sin descuidar los especiales de cada parte en cuanto se relacionen con los comunes. Puede destinar los recursos y el poder del todo para defender a cualquiera de las partes, y lograr esto en forma más fácil y expedita de lo que podrían hacerlo los gobiernos de los Estados o confederaciones separadas, por falta de acción concertada y unidad de sistema. Puede sujetar el ejército a una sola disciplina y consolidarlo en un solo cuerpo, por así decirlo, al subordinar sus oficiales exclusivamente al Primer Magistrado, haciéndolo así más poderoso que si está dividido en trece o bien en tres o cuatro organizaciones distintas.
unión de muchos
Si ocurriere, y ha de ocurrir, que por cualquier causa una de estas naciones o confederaciones se elevara en la escala de la importancia política mucho más que sus vecinos, desde ese instante la mirarían éstos con envidia y temor. Ambas pasiones los incitarían a apoyar, si no es que a promover, cuanto pudiese disminuir esa importancia; y les impedirían adoptar medidas que aumentasen o siquiera asegurasen esa prosperidad.
No pasaría mucho tiempo sin que esa nación discerniera tan desfavorables sentimientos y pronto empezaría no sólo a sospechar de sus vecinos, sino también a compartir su mala disposición. La desconfianza engendra naturalmente la desconfianza, y nada transforma con mayor rapidez la benevolencia y el buen comportamiento como las suspicacias envidiosas y las imputaciones malintencionadas, ya sean expresas o latentes.
La separación supondría un país débil
Es más: resulta mucho más probable que en América, como en Europa, las naciones vecinas frecuentemente se encuentren en lados opuestos, bajo el impulso de intereses contrarios y de pasiones malévolas. Considerando la distancia que nos separa de Europa, es más lógico que estas confederaciones teman más el peligro que provenga de ellas mismas que de otras naciones lejanas y, por lo tanto, que deseen con preferencia defenderse unas de otras con ayuda de alianzas extranjeras, que protegerse del peligro extranjero mediante alianzas entre sí. Y no olvidemos cuánto mas fácil resulta recibir las flotas extranjeras en nuestros puertos, y ejércitos extranjeros en nuestro país, que persuadirles u obligarles a irse. ¡Cuántas conquistas hicieron los romanos y otros, bajo la máscara de aliados, y cuántas innovaciones introdujeron con el mismo disfraz en los gobiernos de los que pretendían proteger!
republicas o tolaritarismo
Esparta, Atenas, Roma y Cartago fueron Repúblicas; dos de ellas, Atenas y Cartago, de naturaleza comercial. Sin embargo, participaron en guerras, ofensivas y defensivas, con la misma frecuencia que las monarquías vecinas de aquellos tiempos. Esparta fue poco más que un campamento bien disciplinado y Roma no sació jamás su sed de conquistas y matanzas.
Aunque era una República comercial, Cartago fue la agresora en la guerra que sólo dio fin con su propia destrucción. Aníbal había conducido sus armas hasta el corazón de Italia y a las puertas de Roma, antes de que a su vez Escipión lo derrotara en los territorios de Cartago, conquistando toda la República.
Venecia, en tiempos más recientes, figuró más de una vez en guerras provocadas por la ambición, hasta que transformada en objeto de los designios de los otros Estados italianos, el Papa Julio II consiguió organizar aquella formidable liga10 que dio un golpe de muerte al poder y al orgullo de la altanera República.
Hasta que se vieron abrumadas de deudas e impuestos, las provincias holandesas tomaron parte prominente en las guerras de Europa. Sostuvieron furiosas contiendas con Inglaterra disputándole el dominio del mar y se contaron entre los más tenaces e implacables enemigos de Luis XIV.
En el gobierno de la Gran Bretaña, los representantes del pueblo integran una rama de la legislatura nacional. El comercio ha sido durante siglos la ocupación principal de este país. A pesar de lo anterior, pocas naciones han estado empeñadas con más frecuencia en guerras, y éstas fueron iniciadas repetidas veces por el pueblo.
Ha habido casi tantas guerras populares como reales, si se me permiten estas expresiones. Los clamores de la nación o la importunación de sus representantes, han arrastrado varias veces a los monarcas a la guerra o los han obligado a continuada, en contra de sus inclinaciones y, en ocasiones, de los verdaderos intereses del Estado. En la memorable lucha por alcanzar la superioridad, entre las casas rivales de Austria y Barbón, que encendió a Europa durante tanto tiempo, se sabe que las antipatías de ingleses por franceses, secundando la ambición, o más bien la codicia, de un jefe preferido11, prolongaron la guerra más allá de los límites que aconseja una buena política y durante bastante tiempo en oposición con el punto de vista sostenido por la Corte.
Las guerras de las dos naciones mencionadas en último lugar, han surgido en gran medida de las consideraciones comerciales -el deseo de suplantar y el temor de ser suplantadas, bien en determinadas ramas del tráfico o en las ventajas generales que ofrecen el comercio y la navegación12.
la hostilidad de las naciones vecinas
Las naciones vecinas son naturales enemigas, a no ser que su debilidad común las obligue a unirse en una República confederada, y su constitución evite las diferencias que ocasiona la proximidad, extinguiendo esa secreta envidia que incita a todos los Estados a engrandecerse a expensas del vecino13.
el origen de las guerras
Las disputas territoriales han sido en todo tiempo una de las causas más fecundas de hostilidad entre las naciones. Tal vez la mayor parte de las guerras que han devastado al mundo provienen de ese origen.
Si la Unión desaparece, los Estados que hicieron la cesión, fundándose en un principio de compromiso federal, podrían pretender que al cesar el motivo de aquélla, las tierras reviertan a ellos.
todavía quedaría por solucionar la dificultad relativa al modo conveniente de hacer la partición. Los diversos Estados expondrían al efecto reglas diferentes, y como éstas afectarían los intereses encontrados de las partes, no resultaría fácil llegar a un arreglo pacífico.
El EGO de las personas y de los estados provoca:
los Estados, como los individuos, se resignan con dificultad a aceptar las resoluciones que no los favorecen.