TEMA 5 - La construcción del Estado liberal Flashcards
falta 5.2 + subrayar
Isabel II: las regencias. Las guerras carlistas. Los grupos políticos, el Estatuto Real de 1834 y la Constitución 1837.
5.1
Al morir Fernando VII en 1833, comienza el reinado de Isabel II, pero hasta su mayoría de edad en 1843, suceden dos regencias; la de su madre, María Cristina de Borbón y la del general Espartero. Durante estos años, existió un gran enfrentamiento político. Por un lado se encontraba el grupo liberal, que defendía la monarquía constitucional, y se componía principalmente de la alta nobleza, el Ejército y las clases urbanas. Estos a su vez se dividían en los moderados (defendían amplios poderes para la Corona y unos derechos individuales muy limitados) y progresistas, que apostaban por la soberanía nacional y amplios derechos individuales. Por otro lado, se encontraban los carlistas, absolutistas que defendían el Antiguo Régimen y los fueros, representados por la baja nobleza, clero y campesinos de las provincias vascas, Navarra, Cataluña y el Maestrazgo.
Cuando se inicia la regencia de Mª Cristina (1833-1840), esta mantiene a Cea Bermúdez como jefe del Gobierno y para reforzar el apoyo de los liberales a través de las reformas, nombró presidente al moderado Martínez de la Rosa, quien promueve la aprobación del Estatuto Real en 1834. El Estatuto Real fue una carta otorgada muy conservadora que defendía un gran poder para la Corona, ya que no reconocía la soberanía nacional y los derechos individuales, además de pretender unas nuevas Cortes bicamerales que no redactaran leyes, simplemente solicitaban su elaboración a la Corona. Las Cortes estaban divididas en el Estamento de los Próceres (designados por la Corona) y el Estamento de los Procuradores (elegidos por un sufragio censitario muy restringido). Esta medida tan moderada llevó a los progresistas a provocar el pronunciamiento militar de los Sargentos de la Granja (1836). Mª Cristina se vió entonces forzada a reinstaurar la Constitución de 1812 y a nombrar presidente a Calatrava, quién promovió reformas que liquidaron el Antiguo Régimen (Desamortización de Mendizabal, supresión de diezmos, señoríos y mayorazgos).
En 1837, moderados, progresistas y la Corona llegaron a un consenso, aprobando la Constitución de 1837. Esta reconocía la soberanía nacional, amplios derechos individuales (expresión e igualdad jurídica, aunque sin libertad religiosa) y la elección democrática de alcaldes, a cambio de un poder ejecutivo controlado por el rey, quien nombraba al presidente del Gobierno y a los ministros, además de convocar y disolver las Cortes. EL poder legislativo recaía sobre unas Cortes bicamerales divididas en el Congreso de los DIputados y el Senado (con capacidad de veto para el monarca). Tras su aprobación, Mª Cristina sustituyó el gobierno progresista por uno moderado, pero tras su intento de abolir la elección democrática de alcaldes, los progresistas obligaron a Mª Cristina a ceder la regencia al general Espartero.
A todo esto, los carlistas (que ya luchaban por el trono de Carlos Mª Isidro desde que su hermano Fernando VII abolió la Ley Sálica y le desterró a Portugal) estaban luchando la Primera Guerra Carlista. La primera fase de la guerra (1833-1835) fue la ocupación de zonas urbanas como Aragón, Cataluña y Valencia por las partidas carlistas. Destaca el general Zumalacárregui, que trató de sitiar Bilbao pero fracasó, muriendo en el asalto. En la segunda fase (1835-1837), los carlistas trataron de ampliar su área de influencia mediante dos expediciones, lideradas por el general Gómez y el propio Carlos V, fracasando por falta de apoyos. El general Espartero ganó un gran prestigio tras levantar el segundo sitio carlista a Bilbo (Batalla de Luchana 1836). Finalmente, en la tercera fase (1837-1839), gracias a la división de los carlistas, Espartero firmó en el jefe carlista Maroto el Consejo de Vergara en 1939. A cambio de la rendición carlista, Espartero se comprometió a evitar las represalias y a pedir a Mª Cristina el mantenimiento de los fueros y la incorporación al Ejército Nacional de los oficiales carlistas que así lo desearan. Sin embargo, este acuerdo no fue aceptado por todos los carlistas, quienes, liderados por el general Cabrera, continuaron luchando hasta 1940 en el Maestrazgo. El triunfo liberal en la Primera Guerra Carlista tuvo como consecuencias la consolidación de Isabel II en el trono, la pérdida de recursos económicos, materiales y vidas humanas, además del aumento del protagonismo de los militares en la política (Espartero). Sin embargo, el carlismo siguió latente y causará dos nuevas guerras a lo largo del siglo XIX.
La Regencia de Espartero (1940-1943) se caracterizó por una política autoritaria. Tomó importantes medidas económicas como la Ley Librecambista para el sector textil que causó altercados en Barcelona, que fue entonces bombardeada. Esto provocó que los progresistas le retiraran su apoyo y Espartero se exilia tras el pronunciamiento del general Narváez, líder de los moderados. El fracaso de ambas regencias llevó a la anticipación de la mayoría de edad de Isabel II, proclamada reina a los 13 años.
Isabel II: el reinado efectivo. Grupos políticos y constituciones
5.2
falta
El Sextenio Revolucionario: La Constitución de 1869. Gobierno provisional, reinado de Amadeo de Saboya y Primera República
5.3
El Sextenio Revolucionario (1868-1874) fue una etapa de gran inestabilidad política y de división entre los causantes de la Revolución Gloriosa de 1868 (progresistas, unionistas y demócratas). Tras la muerte de dos de las principales figuras moderadas (Narváez y O’Donnell) comienza también una crisis económica. Esto lleva a los representantes progresistas (Prim), demócrata (Martos) y unionista (Serrano) a firmar el Pacto de Ostende en 1866, con el fin de derribar la monarquía borbónica y establecer un régimen verdaderamente democrático. Tras varias insurrecciones fallidas, en septiembre de 1868 se produce en Cádiz el pronunciamiento del almirante Topete y los generales Prim y Serrano. Firman el manifiesto de España con honra, en el cual se instaba a la población a formar juntas locales contra el gobierno, formando así una sublevación popular. Las consecuencias de esto fueron el exilio a Francia de Isabel II tras la batalla de Alcolea y consecuentemente, se forma un gobierno provisional encabezado por Serrano, quien convoca las Cortes Constituyentes con sufragio universal masculino. Aquí comienza el Gobierno Provisional (1868-1871). El triunfo de las elecciones es progresista, lo que determina el carácter de la nueva Constitución de 1869. Esta Constitución se caracteriza por una soberanía nacional, amplios derechos individuales (derecho de asociación y libertad religiosa), una monarquía parlamentaria (el rey conservaba el poder de elección del presidente, poder de convocar y disolver las cortes y el derecho a veto). En la Constitución también se recogían unas Cortes bicamerales elegidas por sufragio universal masculino (directo para el Congreso e indirecto para el Senado), además de una elección democrática de alcalde. Aprobada la Constitución, el Gobierno, liderado por Prim, comenzó a buscar un miembro dinástico, europeo y liberal, fuera de la familia de Borbón. Finalmente, se decidió ofrecer la corona a Amadeo de la dinastía de Saboya (Italia).
Así se da comienzo al reinado de Amadeo I de Saboya (1871-1873). Amadeo I trató de instaurar un régimen monárquico plenamente democrático, pero se encontró con numerosas dificultades; el asesinato de Prim, su principal valedor, la Primera Guerra independendentista de Cuba (1868-1878) (Guerra Larga), provocada por la falta de reformas políticas en la isla, que seguía sin abolir la esclavitud. Amadeo I se encontró también con el rechazo por parte de los monárquicos borbónicos (Partido Alfonsino, Cánovas del Castillo) y la Iglesia que estaba en contra de la Constitución de 1869. Además se dio la Tercera Guerra Carlista (1872-1876); Los carlistas, aprovechando el rechazo al nuevo monarca, habían levantado una insurrección en las zonas rurales de Cataluña, Valencia y País Vasco. Por último se sumó el avance del republicanismo y del Movimiento Obrero. En 1868 se funda el Partido Republicano Federal, liderado por Pi y Margall (a partir del partido Democrático) y en 1870, la Federación de la Región Española (FRE), sección de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores). Incluso se llega al aislamiento de Amadeo I por su origen extranjero. Ante tantas dificultades y falta de apoyos, Amadeo I de Saboya abdica y abandona España en febrero de 1873. Esto da comienzo a la Primera República (1873-1874), que las Cortes la proclaman como solución urgente al vacío inconstitucional.
Al comienzo de la I República Española, se nombra presidente a Figueras. Los republicanos, grupo minoritario y dividido entre sí (federalistas y unitarios), se encontraban con las desmesuradas expectativas de renovación social de las clases populares, el desarrollo de la emancipación de Cuba y de la guerra civil (Tercera Guerra Carlista), además de que la república sólo fue reconocida internacionalmente por EEUU y Suiza. Figueras convocó elecciones y se eligió como presidente a Pi y Margall, quien se tuvo que enfrentar a los republicanos federalistas radicales, que promovieron las insurrecciones carlistas, que triunfaron en Levante y Andalucía. Los carlistas pretendían una república federal con un Estado formado a partir de la unión libre de cantones (municipios). Esto llevó a la revolución social y al caos, por lo que Pi y Margall dimitió y fue sustituido por Salmerón, quién también renunció poco después. El nuevo presidente, Emilio Castelar (1873) dió un giro conservador. Suspendió las reformas sociales y reforzó el poder ejecutivo y del Ejército para tratar de acabar con el caos, pero en enero de 1874, el general Pavía dio un golpe de Estado y disolvió el Parlamento, poniendo fin a la República. Tras el golpe, Serrano fue nombrado presidente. A todo esto, Cánovas del Castillo preparaba la restauración borbónica, y en diciembre de 1874, el general Martínez Campos da otro golpe de Estado en Sagunto, permitiendo la vuelta a España de Alfonso XII (hijo de Isabel II).