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U3 Flashcards
Marx
filósofo, economista, sociólogo, jurista, político comunista alemán de origen judío. Sistema político y un modo de organización socio económico, caracterizado por la propiedad común de los medios de producción así como la inexistencia de clases sociales, del mercado y el Estado.
En el sistema capitalista , el hombre
Crítica a al capitalismo
no puede apropiarse de su producción ya que el trabajador deja de estar a cargo de su actividad productiva. El empresario es el que se encargará de decidir.
Crítica a al capitalismo: el capitalismo nace con una contradicción y su seno, cuyo desarrollo provocará su hundimiento: la contradicción entre el capital y el trabajo, que se expresa a todos los niveles de la sociedad: como lucha de clases entre burguesía y proletariado, como oposición entre el carácter social de la producción y la apropiación privada de la riqueza, como lucha entre la conciencia burguesa y la con¬ciencia revolucionaria, etc.
Una vez que la contradicción madura, el polo dominante y dinámica de ella (las fuer¬zas productivas, la clase obrera, la conciencia revolucionaria, etc.) es capaz de provocar el estallido revolucio¬nario que derrumba al sistema capitalista y da lugar a una nueva sociedad.
Diccionario de Márx
Estructura económica:
constituida por lás relaciones de producción y las fuerzas productivas que a estas corresponden es sinónimo de base y de formación económica.
La estructura económica de una sociedad está compuesta por las relaciones de producción y las fuerzas productivas que a ellas corresponden. Esta estructura es sinónimo de base y de formación económica. Las relaciones de producción son el conjunto de relaciones que establecen los hombres entre sí en el proceso de la producción social de su existencia y se refieren fundamentalmente al conjunto complejo de formas de la división social del trabajo y a las condiciones y formas de control y apropiación de las nuevas fuerzas productivas y el producto social. Las fuerzas productivas de la sociedad están constituidas por la fuerza humana de trabajo y los medios de producción. Es importante destacar que el desarrollo de la relación del hombre con las condiciones objetivas de su trabajo es la parte medular de la historia de los modos de producción.
Estructura económica: base
: Es el conjunto de relaciones de propiedad y de clases, de formas de producción y distribución , la división social del trabajo las particularidades del desarrollo de las fuerzas productivas, el proceso dialéctico que revela la relación base-Super-estructura tan importante para comprender el desenvolvimiento de las formaciones sociales, como lo es la relación: fuerzas productivas y relaciones de producción
Ver imagen superestructura
Ideología
Leyes, gobierno y partidos políticos
Estructura económica
Base económica mas fuerzas productivas y relaciones de producción.
La base es, entonces los hechos de producción de una formación social dada, sobre los que se levanta el edificio de instituciones políticas, jurídicas.
Fuerza de trabajo:
capacidad del hombre para producir los bienes materiales intelectuales que requiere.
la fuerza de trabajo es la energía humana empleada en el proceso de trabajo.
Fuerza productiva:
es la fuerza humana del trabajo (obreros, trabajadores) más los medios de producción,(tierra máquinas materias primas )para crear los bienes materiales y necesarios para su existencia
Medios de producción:
son producto de un proceso de trabajo, han sido creados por el hombre. Son parte de la naturaleza que el hombre ha transformado, con el objetivo de usarlos para producir los bienes necesarios para su existencia social.
Los medios de producción son los elementos necesarios para producir bienes y servicios, y son creados por el hombre a partir de la transformación de la naturaleza. Estos medios pueden ser instrumentos de trabajo, tierra, edificios, maquinarias, materias primas, capital, entre otros. Las fuerzas productivas de la sociedad están constituidas por la fuerza humana de trabajo y los medios de producción. Es importante destacar que el desarrollo de la relación del hombre con las condiciones objetivas de su trabajo es la parte medular de la historia de los modos de producción. En el caso del modo de producción capitalista, los medios de producción son propiedad privada de una minoría, la clase burguesa, y son utilizados para explotar la fuerza de trabajo libre de la mayoría, el proletariado.
Modo de producción capitalista: Requisitos para su existencia
El modo de producción capitalista se caracteriza por la existencia de una fuerza de trabajo libre, un mercado de cambio por dinero tanto del trabajo libre como de los productos de dicho trabajo, una profunda división del trabajo y la apropiación privada de la plusvalía por una minoría, la clase burguesa. Las fuerzas productivas están constituidas por la fuerza humana de trabajo y los medios de producción, que son partes de la naturaleza que el hombre ha transformado para producir los bienes necesarios para su existencia social. Las relaciones de producción son el conjunto de relaciones que establecen los hombres entre sí en el proceso de la producción social de su existencia y se refieren fundamentalmente al conjunto complejo de formas de la división social del trabajo y a las condiciones y formas de control y apropiación de las nuevas fuerzas productivas y el producto social. La contradicción entre el capital y el trabajo, que se expresa como lucha de clases entre burguesía y proletariado, como oposición entre el carácter social de la producción y la apropiación privada de la riqueza, como lucha entre la conciencia burguesa y la conciencia revolucionaria, etc., es la base de la crisis del modo de producción capitalista.
Los requisitos para la existencia de un modo de producción capitalista son: en primer lugar, la existencia de una fuerza de trabajo libre, es decir, la existencia de hombres “libres” de medios de producción, desposeídos de todo medio de sustento, con la excepción de su propia energía. En segundo lugar, la existencia de un mercado de cambio por dinero tanto del trabajo libre como de los productos de dicho trabajo. En tercer lugar, y como premisa de lo anterior, una profunda división del trabajo (fruto del desarrollo de las fuerzas productivas) que crea la necesidad de un mercado para abastecer a las diferentes ramas de la producción. En cuarto lugar, la previa acumulación de capital, que permite la inversión en medios de producción y la explotación del trabajo asalariado.
constituido por las fuerzas productivas que le imprimen un carácter social a la producción con unas relaciones sustentadas en la apropiación privada de la plusvalía.
Apropiación privada se refiere a una apropiación del capitalista ?
Requisitos para su existencia
La existencia de fuerza de trabajo libre en medio de producción ?
La existencia de un mercado de cambio por dinero tanto del trabajo como de los productos de dicho trabajo.
Una profunda división del trabajo, que crea la necesidad de un Mercado para abastecer a las diferentes ramas de la producción.
La previa acumulación de la riqueza en manos de una minoría: la clase burguesa.
El ser humano progresa y evoluciona en una sociedad sólo si se trabaja colectivamente: es necesario que en su actividad productiva tiene que apropiarse del producto
Relaciones de producción:
forma social + económica. Son el conjunto de relaciones que establecen los hombres entre sí en el proceso de la producción social de su existencia constituyen en el aspecto jurídico la división social del trabajo y las formas de distribución de la riqueza social producida, constituyen elementos igualmente importantes.
Cómo es la doctrina de MARX?
Márx era materialista, rechazaba el idealismo, el agnosticismo, el criticismo, el positivismo
Materialista naturaleza como principios fundamental el hombre como un ser que se hace asimismo históricamente
La doctrina de Marx, también conocida como marxismo, es un sistema de concepciones y teorías que continúa y corona las tres principales corrientes ideológicas del siglo XIX: la filosofía clásica alemana, la economía política clásica inglesa y el socialismo francés. La doctrina de Marx se basa en el materialismo dialéctico y la concepción materialista de la historia, y su objetivo es analizar las relaciones de producción de una sociedad determinada, históricamente determinada, en su aparición, desarrollo y decadencia. El marxismo también se enfoca en la lucha de clases y la importancia de la actividad revolucionaria práctica en la táctica del proletariado.
La dialéctica:
La dialéctica es una teoría filosófica que se enfoca en el estudio del cambio y el desarrollo en la naturaleza y la sociedad. Según Marx, la dialéctica es la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano. La dialéctica se basa en la idea de que todo está en constante cambio y que los opuestos se complementan y se transforman en uno al otro. En el contexto de la doctrina de Marx, la dialéctica se aplica a la historia y la sociedad, y sostiene que las condiciones materiales de la vida, como la producción y la distribución de bienes, son la base de la organización social y política. La dialéctica también se enfoca en la lucha de clases y la importancia de la actividad revolucionaria práctica en la táctica del proletariado.
la dialéctica hegeliana era para marx y engels la mayor conquista de la filosofía clásica alemana.
Para la filosofía dialéctica no existe nada establecido de una vez, para siempre, nada absoluto, nada consagrado.
Según Marx: es la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como el pensamiento humano el materialismo dialéctico no necesita de ninguna filosofía situada encima de las demás ciencias.
La dialéctica abarca lo que hoy se conoce como teoría del conocimiento o gnoseología , ciencia que debe enfocar también su objeto desde un punto de vista histórico, investigado y generalizando los orígenes y el desarrollo del conocimiento y el paso de la falta de conocimiento
Un desarrollo que se opera en forma de saltos, a través de cataclismos y revoluciones.
La concepción materialista
de la historia Marx ofrece una formulación integral de la tesis fundamentales del materialismo aplicadas a la sociedad humana y a su historia
Pretende estudiar la revolución social: se origina por el choque de la fuerzas productivas materiales de la sociedad con las relaciones productivas existentes, cambiándose la base económica.
Hay que distinguir entre revolución material: producido en las condiciones económicas de producción.
Revolución jurídica-política: formas ideológicas en las que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.
Marx: materialismo histórico como la ciencia que determinan las leyes de la evolución del mundo y de la sociedad.
vista el resultado de la historia depende de la actividad económica de la sociedad, esto implica que los medios de producción determinen el producto, es decir, condicionan los procesos políticos sociales y espirituales.
Esta concepción materialista de la historia, superó los dos defectos fundamentales de las viejas teorías de la historia:
En primer lugar, estas teorías examinaban los móviles y ideológicos de la actividad histórica de los hombres, sin investigar el origen de sus móviles, sin captar las leyes objetivas que rigen el desarrollo del sistema de las relaciones sociales.
En segundo lugar el materialismo histórico(las transformaciones sociales están demarcados por dos factores: modos de producción y luchas de clases) permitió estudiar por primera vez las condiciones sociales de la vida de las masas y los cambios operados en estas condiciones. En marxismo señaló el camino para un estudio global y multilateral del proceso de aparición, desarrollo y decadencia de la formaciones económicas sociales, examinando el conjunto de todas las tendencias contradictorias y reduciéndolas a las condiciones, bebidas y de producción de las distintas clases de la sociedad,, eliminando el subjetivismo y la arbitrariedad en la elección de las diversas ideas dominantes.
Expresó y trazó su camino para estudiar científicamente la historia como un proceso único, regido por leyes, en toda su inmensa diversidad y con su carácter contradictorio.
Lucha de clases:
las aspiraciones de una parte de sus miembros chocan abiertamente con las aspiraciones de otros, también que se suceden los períodos de revolución y reacción, de paz y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso o decadencia.
la teoría de la lucha de clases. estudio del conjunto de las aspiraciones de todos los miembros de una sociedad dada , puede conducirnos a una determinación científica del resultado de esas aspiraciones., la fuente de son siempre las diferencias de situación y de condiciones de vida de las clases en que se divide cada sociedad. “
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, lucha que terminó siempre con la trasformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes
la burguesía y el proletariado.”
sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria.
LA DOCTRINA ECONÓMICA
DE MARX
la finalidad última de esta obra es,, descubrir
la ley económica que preside el movimiento de la sociedad moderna”, es decir, de la sociedad capitalista, burguesa. El estudio de las relaciones de producción de una sociedad dada, históricamente determinada, en su aparición, desarrollo y decadencia: tal es el contenido de la doctrina económica de Marx. En la sociedad capitalista impera la producción de mercancías; por eso, el análisis de Marx empieza con el análisis de la mercancía.
El Valor
es una relación social que se establece entre los productos del trabajo humano. En términos generales, el valor se determina por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía o un valor de uso. Es decir, el valor de una mercancía se mide por el tiempo de trabajo que se requiere para producirla. La producción de mercancías es un sistema de relaciones sociales en el que los distintos productores intercambian sus productos, equiparando los más diversos tipos de trabajo.
La mercancía es, en primer lugar, una cosa que satisface una determinada necesidad humana y, en segundo lugar, una cosa que se cambia por otra.
La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso. El valor de cambio (o, sencillamente el valor) es, ante todo, la relación o proporción en que se cambia cierto número de valores de uso de una clase por un determinado número de valores de uso de otra clase.
La Plusvalía
el valor adicional que se crea en el proceso de producción por encima del valor de la fuerza de trabajo utilizada. En otras palabras, es la diferencia entre el valor que el trabajador produce y el valor que recibe como salario. Esta plusvalía es apropiada por el capitalista como ganancia y es la fuente de la acumulación de capital en el sistema capitalista. Marx argumenta que la plusvalía es el resultado de la explotación de la clase trabajadora por parte de la clase capitalista y que es la base de la desigualdad económica y social en el sistema capitalista.
La plusvalía absoluta se refiere al aumento de la cantidad de plusvalía obtenida mediante la prolongación de la jornada laboral, es decir, al extender el tiempo de trabajo sin aumentar el salario del trabajador. Por otro lado, la plusvalía relativa se refiere al aumento de la cantidad de plusvalía obtenida mediante la reducción del tiempo de trabajo necesario para producir los bienes, lo que se logra a través de la introducción de nuevas tecnologías y métodos de producción más eficientes. En resumen, la plusvalía absoluta se logra al extender la jornada laboral, mientras que la plusvalía relativa se logra al reducir el tiempo de trabajo necesario para producir los bienes.
El valor la mercancía que satisface una determinada necesidad humana y una cosa que se cambia por otra.
La necesidad de una cosa hace de ella un valor de uso :
necesidad y intercambio.
Es la relación relación o proporción en que se cambia cierto número de valores de uso de una clase por un determinado número de valores de uso de otra clase: los objetos que se intercambian, tienen en común en que todos son productos del trabajo.
Producción de mercancías: es un sistema de relaciones sociales en que los distintos productores crean diversos productos, y todos ellos se equiparan entre sí por medio del cambio.
Lo que tienen en común las mercancías es el trabajo humano abstracto, el trabajo humano en general.
Cada mercancía no representa más que una determinada parte del tiempo de trabajo socialmente necesitado.
La magnitud del valor se determina por la cantidad de trabajo socialmente necesario o por el tiempo socialmente necesario para producir cierta mercancía o cierto valor de uso.
Para una forma de valor y el dinero
Se propone investigar el origen de la Roma monetaria del valor, estudiar el proceso histórico de desenvolvimiento del cambio, comenzando por las operaciones sueltas, hasta remontarse a la forma universal del valor.
El oro, el dinero: (Nosotros presupone cierto nivel de cambio de mercancías, )Marx lo somete a Investigación
Para obtener plusvalía
el poseedor del dinero compra la fuerza de trabajo por su valor, que este se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción
Hay dos modos para aumentar la plusvalía: absoluta mediante la prolongación de la jornada de trabajo, plusvalía relativa: mediante la reducción del tiempo necesario.
Prólogo a la crítica de la economía política: Carlos Márx
“ Mi especialidad era la jurisprudencia que, no obstante, estudie como disciplina secundaria, al lado de la filosofía y la historia. En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponde a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.
Tres fuentes del marxismo
Las tres fuentes principales del marxismo son la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. Marx y Engels se basaron en estas tres corrientes de pensamiento para desarrollar su teoría crítica del capitalismo y la lucha de clases. La filosofía alemana, especialmente la obra de Hegel, influyó en la concepción de la dialéctica y la idea de que la historia es un proceso de desarrollo que se mueve a través de contradicciones. La economía política inglesa, en particular la obra de Adam Smith y David Ricardo, proporcionó la base teórica para la crítica de Marx al capitalismo y su análisis de la explotación de la clase trabajadora. Finalmente, el socialismo francés, representado por figuras como Saint-Simon, Fourier y Proudhon, influyó en la concepción de Marx y Engels de la lucha de clases y la necesidad de una revolución proletaria para establecer una sociedad socialista.
1 materialismo: señaló al proletariado la salida de la esclavitud espiritual en que se han consumido todas las clases oprimidas
2 superestructura+ capitalismo
3 lucha de clases
En el proceso de producción, hay dos tipos de capitales: capital constante, invertido en medios de producción cuyo valor se transfiere a las mercancías producidas .
Capital variable: invertido en la fuerza de trabajo. El valor se aumenta en el proceso de trabajo.
Marx y engels manifiesto del partido comunista:
1 burgueses y proletarios
La historia de todas las sociedades, en la lucha de clases. Opresores y oprimidos se enfrentan siempre, mantuvieron una lucha constante que terminó siempre en revolución, o el hundimiento de las clases en pugna.
Diferenciación de la sociedades
Roma: patricios, caballeros, plebeyos, esclavos
Edad media: señores , vasallos , Maestros, ,siervos.
Sociedad burguesa: burguesía y prioritario.
La edad media, salieron los primeros elementos de la burguesía.
El descubrimiento de América y la circu navegación de África ofrecieron a la Grecia un nuevo campo de actividad. Imprimieron al comercio, a la navegación y al la industria y aceleraron, el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad en descomposición.
Qué es la burguesía?
La clase de los capitalistas modernos propietarios de los medios de producción social y emplean trabajo asalariado.
Qué son los proletarios? se comprende la clase de los trabajadores asalariados modernos, donde se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir.
La antigua organización feudal o gremial de la industria ya no podía satisfacer la demanda vino a ocupar supuesto la manufactura. la división de trabajo entre las diferentes corporaciones desaparición ante la división del trabajo.
La demanda fue siempre en aumento. Se revolucionó entonces la producción industrial, gracias al vapor y a la maquinaria .
La industria moderna sustituye la manufactura, el lugar del establecimiento fue ocupado por los industriales millonarios, los burgueses modernos.
Se ha creado así el mercado mundial
Se aceleró el desarrollo del comercio, de navegación, y de los medios de transporte por día.
Esto desarrolló influyó el auge de la industria .
Burguesía es fruto de revoluciones en el modo de producción y de cambio .
La burguesía ha destruido las relaciones feudales las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres .
A establecido una explotación abierta, descarada, directa, cruel y brutal .
La burguesía existe con la condición de revolucionar los instrumentos de producción y las relaciones de producción y las relaciones sociales .
Mediante la explotación del mercado mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter mundial a la producción y al consumo de todas las países .
La industria su base nacional.
Industrias ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas vendidas de las más lejanas regiones del mundo del mundo y cuyos productos se consumen en todas partes del globo.
Producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas: la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones: obliga todas las naciones adoptar el modo de burguesía de producción.
La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción de la propiedad y de la población.
Estado y derecho?
La consecuencia es la centralización política: una sola nación un solo interés internacional de un solo gobierno un sola línea de aduanera una sola ley.
La policía ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas.
+ civilizacion+ medio de vida+ industria + comercio
La fuerza productivas de que disponen ya no favorecen el régimen burgués de la propiedad, o resultan demasiado poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo y cada vez que las fuerzas productivas salva obstáculo amenazan la existencia de la propiedad burguesa .
Cómo vence esta crisis la burguesía?
Por la destrucción obligado de una masa de fuerzas productivas, por la conquista de los mercados y la explotación más intensa de los antiguos, como preparando crisis más extensas, violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas.
Los obreros, obligados a venderse al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio
Lo que cuesta hoy día obrero se reduce poco más o menos a los medios de su existencia indispensable para vivir y perpetuar su Linaje.
Pero el precio de todo trabajo, como el de todo mercancía, es igual a los gastos de producción.
Cuanto más fastidioso resulta del trabajo, más bajos los salarios.
Cuándo desenvuelven las maquinarias y la división de trabajo, más aumenta la calidad de trabajo + la proclamación de la jornada+ el trabajo exigido en un tiempo dado.
Industria moderna:
ha transformado la gran fábrica del capitalismo industrial. La masa de obreros, no son solamente esclavos, son esclavos de la máquina y del burgués individual. Para los obreros, la diferencia de sexo y edad pierden significación social. Toda la escala inferior de las clases medias de otro tiempo, caen en las reglas del proletario
Surgimiento del ploretario
el ploretario comienza su existencia contra la lucha de la burguesía en un principio la lucha es entablaba por obreros, luego por obreros de una misma fábrica, después por los obreros del mismo oficio de la localidad contra el Burger individual que Los explotó directamente. Se Contenta con dirigir sus ataques contra los mismos instrumentos de producción: rompe máquinas, destruyen mercancías extranjeras que hacen competencia, incendian fábricas.
Los prioritarios no combate, contra sus propios enemigos, sino con los enemigos de sus enemigos. Contra los restos de la monarquía absoluta, los proletarios territoriales, los burgueses no industriales y los pequeños burgueses.
Clases sociales obrero individual y burgués individual
El obrero individual en su lucha, a veces los obreros triunfan. En resultado es su unión unión de los obreros, proporcionada por el crecimiento de los medios de comunicación: lucha de clases. Los medios de comunicación permiten que se conecten obreros de diferentes localidades.
El progreso de la industria precipita a las filas del proletariado A capas enteras de la clase dominante.
Los estamentos medios el pequeño comerciante, son conservadores porque pretenden volver atrás de Historia.
Los proletarios tienen que destruir todo lo que ha venido organizando y asegurando que la propiedad privada existen
Todos los movimientos han sido realizados por minorías o en provecho de las minorías : El movimiento proletario es un movimiento propio de la inmensa mayoría en provecho de la inm mayoría: el propietario no puede levantarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la sociedad oficial.
 todos los sociedades han sido enfrentadas entre oprimidos y opresores.
Para poder oprimir a una clase, es preciso asegurar su existencia de esclavitud. El obrero moderno desciende por debajo de las condiciones de su propia clase: la burguesía pasa a ser incompatible con la sociedad
La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado el trabajo aseado descansa próximamente sobre la competencia de los obreros entre sí
Concepto de alineación:
es cuando el hombre se siente ajeno al producto de su trabajo porque:1 deja de pertenecerle 2 por qué no reconoce lo que produce como suyo.
El obrero es un dechado con su trabajo crea un mundo de mercancías que no le pertenecen a él, sino al burgués capitalista que lo explota por un salario bajo .
1 la actividad productiva
2 el producto del trabajo
3 los compañeros de trabajo
Tres formas de alienación
1 la alienación de los obreros respecto al producto de su trabajo es decir que pone todo su esfuerzo y empeño en un trabajo que al final no le pertenece
2 la alienación del obrero en el acto de producción. Trabaja forzadamente y no se siente tratado como una persona.
3 la alienación del hombre respecto al ser humano. El hombre se hace extra la naturaleza, porque la destruye al producir y se hace extraño a los demás hombres, porque entre ellos hay una competencia desleal
1 la actividad productiva
2 el producto del trabajo
3 los compañeros de trabajo
El trabajador no tiene conciencia sobre el producto
4 genérico y potencial humano se siente como un animal.
La teoría marxista se centra en
interpretar el devenir histórico de sociedades en movimiento. Para Marx el progreso supone vencedores y víctimas. En su teoría se destaca:
-La búsqueda del sentido profunda de la sociedades su relaciones económicas
-La importancia de la totalidad.
-La idea de que la sociedad se dividen en diferentes clases sociales y estas tienen intereses antagónicos.
-La lucha de clase como el motor de cambios social e histórico
El conflicto como algo central en la vida social .
Marx el individuo es un individuo social:
relaciones que establecen en la producción de bienes.
Compara la sociedad capitalista con un edificio
⬜️a formas ideológicas de conciencia social, }}}
⬜️a :estructura jurídica política}}}}}}}}}}}}}}}}}}}} superestructura tradiciones religiosas Morales,
⬜️ Pb es la estructura económica
Considera la economía como base fundamental que determina la existencia social .
El sistema capitalista, descompone la actividad laboral en múltiples fases, generando la división de trabajo:
Capitalismo: anulaba la sabiduría de los trabajadores.
Marx : distingue dos clases sociales burguesas y proletarios
Se encuentran en lucha a partir de la creación de la gran industria por intereses enfrentados.
Proletario:
no poseer medios de producción, ni propiedad sobre la tierra, por lo que están obligados a buscar trabajo y conseguir un salario para subsistir.
-Su concentración masiva es en centros de producción: edificios, fábricas
-Su labor, apéndice de la máquina moderna.
-La igualación de las condiciones de vida, trabajo y salario
Marx decía que a partir de su concentración en el Angan industria, el trabajador se encuentra al llenado, separado su humanidad porque: no determina los fines de su trabajo, no se propiedad de su producto, está separado los medios de producción, ya que los trabajadores no son propietarios de las maquinarias y medios técnicos con los que se trabajan la industria.
El objetivo de Marx era: transformar a los propietarios en clase dominante para construir una nueva comunidad humana.
Marx en su materialismo:
naturaleza como principios fundamental: aplica la dialéctica: considera que la sociedad, corresponde a la naturaleza material del hombre, donde el hombre es explotado, donde la historia está determinada por la lucha de clases.
Marx define es la ciencia de las leyes generadoras del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano.
La dialéctica abarca la teoría del conocimiento, la cual debe enfocar su objeto desde un punto de vista histórico, investigando sus orígenes el desarrollo del conocimiento.
De producción capitalista esquema
Superestructura
Ideológica: instituciones religiosas, sistema escolar, familiar, jurídico, político, sindical, información prensa radio TV, cultural literatura
Política jurídica: estado iguala gobierno administración ejército policía tribunal
Conciencia social
Estructura económica o base económica o infraestructura
Fuerza productivas:
Fuerza humana de trabajo, obreros, trabajadores
Medios de producción, instrumentos de trabajo trabajo la tierra edificios máquinas ganado materias primas
Ser social
}}} relaciones sociales de producción determinada por la propiedad de los medios de producción.
Cátedra Nociones de Sociología
Dpto. Ciencias Juridicas- UNSJ
Recorte.
BREVE DICCIONARIO DE SOCIOLOGÍA MARXISTA
ROGER BARTRA
Enlace-Grijalbo México 1985
ESTRUCTURA ECONÓMICA
La estructura económica de la sociedad está constituida por las relaciones de producción y las fuerzas productivas que a éstas corresponden. Es sinónimo de base y de formación económica
BASE
El concepto de base debe ser tomado como sinónimo de estructura económica, es decir, el conjunto de relaciones de propiedad y de clases, de formas de producción y distribución, la división social del trabajo, las peculiaridades del desarrollo de las fuerzas productivas, el proceso dialéctico que revela la relación base-súper-estructura es tan importante para comprender el desenvolvimiento de las formaciones sociales, como lo es la relación fuerzas productivas- relaciones de producción para comprender la dinámica del modo de producción. El juego dialéctico base-superestructura está fundado en el carácter primario de la base y el carácter secundario de la superestructura; “Sobre las diversas formas de propiedad, sobre las condiciones materiales de existencia, se levanta toda una superestructura de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida diversos y plasmados de un modo peculiar”, escribió Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte. El célebre prólogo de Marx a la Contribución a la crítica de la economía política es su resumen más lúcido sobre este problema.
(…) La base de una sociedad está constituida por el conjunto dialéctico de dos estructuras diferentes. Las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Por ello; la base es en realidad él o los hechos de producción de una formación social dada, sobre los que se levanta el edificio de instituciones políticas, jurídicas, etc., y sus correspondientes concepciones ideológicas.
FUERZA DE TRABAJO
Esta constituye el elemento básico y activo de’ la producción, es la capacidad del hombre para producir los bienes materiales e intelectuales que requiere. “El hombre pone en acción las fuerzas naturales que forman su corporeidad, los brazos y las piernas, la cabeza y las manos, para de este modo asimilarse, bajo una forma útil para su propia vida, las materias que la naturaleza le brinda; y a la par que de este modo actúa la naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina” (Marx, El Capital, tomo 1, p. 199). Es decir, la fuerza de trabajo es la energía humana empleada en el proceso de trabajo.
La fuerza de trabajo y los medios de producción constituyen el conjunto de las fuerzas productivas.
FUERZAS PRODUCTIVAS
Las fuerzas productivas de la sociedad están constituidas por la fuerza humana de trabajo (“los obreros, los trabajadores, son la primordial fuerza productiva de toda la humanidad”, Lenin) y los medios de producción (incluimos aquí a las condiciones geográficas, entendidas corno la parte de la naturaleza usada como medio de producción; (ejemplo, la tierra) que usa el hombre –durante el proceso de trabajo, - para crear los bienes materiales y necesarios para su existencia. Podemos observar dos aspectos de las fuerzas productivas: su nivel y su carácter.
Es posible examinar cuantitativamente el avance de las fuerzas productivas, por medio de estudios demográficos, del análisis de la productividad de las posibilidades técnicas, etc. Incluso es posible y útil medir el potencial de las fuerzas productivas de una sociedad determinada en un momento dado reduciendo a un valor común la “fuerza” desplazada por la acción del trabajo humano y los medios utilizados en él; de esta manera podría expresarse el desarrollo de las fuerzas productivas tomando como base el valor del producto social global (la masa de bienes materiales producidos por una sociedad durante un año): el peso de la fuerza de trabajo podrá medirse por el número de horas de trabajo; e incluso -usando complejos cálculos físico-matemáticos de medición:- podría llegar a establecerse un valor teórico común a las diferentes fuerzas productivas, expresado en términos de unidades de energía como el caballo de vapor (esfuerzo necesario para levantar a un metro de altura, en un segundo, 75 kilogramos de peso) o bien en otros equivalentes como el kilogramo, el julio, etc. Al menos teóricamente, podría llegar a decirse que en una sociedad dada se emplean, por ejemplo, 10 kilogramos por habitante al día mientras que en otra solamente 6/Kgm. /Hab. /día,
MEDIOS DE PRODUCCION
El proceso de trabajo abarca tres aspectos: 1) la actividad encaminada a un fin; 2) el objeto sobre el que recae el trabajo; 3) los medios que utiliza, el hombre. Estos medios de producción son a su vez producto de un proceso de trabajo, han sido creados por el hombre. Los medios de producción son partes de la naturaleza que el hombre ha transformado, adaptado, domesticado, con objeto de usarlos para producir los bienes necesarios para su existencia social. Son las condiciones objetivas de trabajo. Estos medios o condiciones pueden ser los instrumentos de trabajo, la tierra, edificios, máquinas, ganado, materias primas, capital, etc. El desarrollo de la relación del hombre con las condiciones objetivas de su trabajo es en realidad la parte medular de la historia de los modos de producción. Desde la época de la comunidad primitiva hasta la etapa capitalista desarrollada el hombre va de un polo en donde “la relación del trabajador con las condiciones objetivas de su trabajo es, de propiedad: esta constituye la unidad natural del trabajo con sus requisitos previos materiales”, hasta un momento en que el proceso “que opone a las masas de trabajadores libres con las condiciones objetivas del trabajo, les contrapone también a estas condiciones como capital” (Marx, Formaciones económicas precapitalistas)
MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA
Está constituido por la unidad de unas fuerzas productivas altamente desarrolladas que le imprimen un carácter básicamente social a la producción con unas relaciones de producción sustentadas en la apropiación privada de la plusvalía, es decir, sustentadas en la explotación del proletariado por la burguesía.
Los requisitos para la existencia de un modo de producción capitalista son: en primer lugar, la existencia de una fuerza de trabajo libre, es decir, la existencia de hombres “libres” de medios de producción, desposeídos de todo medio de sustento, con la excepción de su propia energía. En segundo lugar, la existencia de un mercado de cambio por dinero tanto del trabajo libre como de los productos de dicho trabajo. En tercer lugar, y como premisa de lo anterior, una profunda división del trabajo (fruto del desarrollo de las fuerzas productivas) que crea la necesidad de un mercado para abastecer a las diferentes ramas de la producción. En cuarto lugar, la previa acumulación de riqueza (medios de producción, dinero) en manos de una minoría: la clase burguesa.
El capitalismo nace con una contradicción en su seno, cuyo desarrollo provocará su hundimiento: la contradicción entre el capital y el trabajo, que se expresa a todos los niveles de la sociedad: como lucha de clases entre burguesía y proletariado, como oposición entre el carácter social de la producción y la apropiación privada de la riqueza, como lucha entre la conciencia burguesa y la conciencia revolucionaria, etc. Una vez que la contradicción madura, el polo dominante y dinámica de ella (las fuerzas productivas, la clase obrera, la conciencia revolucionaria, etc.) es capaz de provocar el estallido revolucionario que derrumba al sistema capitalista y da lugar a una nueva sociedad.
RELACIONES DE PRODUCCION
Las relaciones de producción constituyen la forma social y económica con que aparecen las fuerzas productivas; son el conjunto de relaciones que establecen los hombres entre sí en el proceso de la producción social de su existencia. Estas relaciones se refieren fundamentalmente al conjunto complejo de formas de la división social del trabajo y a las condiciones y formas de control y apropiación de las nuevas fuerzas productivas y el producto social.
El conjunto de relaciones de producción y las fuerzas productivas que les corresponden conforman la estructura económica de la sociedad, que constituye una realidad objetiva independiente de la voluntad humana, y que se rige de acuerdo a leyes propias.
Las relaciones de producción no son, como se ha creído, exclusivamente las formas de propiedad de los medios de producción; éstas constituyen el aspecto jurídico; la división social del trabajo y las formas de distribución de la riqueza social producida constituyen elementos igualmente importantes.
La unidad dialéctica de las fuerzas productivas y las relaciones de producción constituyen un sistema que Marx denominó modo de producción. El concepto de relaciones de producción es una abstracción útil para comprender la dinámica social; pero en la realidad no solamente no encontramos dichas relaciones separadas de los factores tecnológicos y materiales, sino que tampoco están aisladas del edificio social global.
DAVID HARVEY.
LA CONDICIÓN DE LA POSMODERNIDAD.
INVESTIGACIÓN SOBRE LOS ORIGENES DEL CAMBIO CULTURAL
CAP. 5 MODERNIZACIÓN1(fragmentos)
(…)
Marx traza una de las primeras y más completas descripciones de la modernización capitalista. Pienso
que es útil empezar por allí, no sólo porque Marx, como dice Berman, es uno de los primeros grandes
escritores modernistas que combinaron toda la envergadura y vigor del pensamiento de la Ilustración
con un sentido matizado de las paradojas y contradicciones a las que es proclive el capitalismo, sino
también porque la teoría marxista de la modernización capitalista contribuye a una lectura
particularmente reveladora cuando se la contrapone a las tesis culturales de la posmodernidad.
En El manifiesto comunista, Marx y Engels sostienen que la burguesía ha creado un nuevo
internacionalismo a través del mercado mundial, a la vez que «el sometimiento de las fuerzas naturales
al hombre, la maquinaria, la aplicación de la química a la agricultura y la industria, la navegación de
vapor, el ferrocarril, los telégrafos eléctricos, el desmonte de continentes enteros para el cultivo, la
canalización de los ríos, la expulsión de poblaciones enteras de su tierra » y el costo ha sido muy alto:
violencia, destrucción de las tradiciones, opresión, reducción del valor de toda actividad al frío cálculo
del dinero y el beneficio. Más aún: «La constante revolución en la producción, la conmoción
ininterrumpida de todas las relaciones sociales, la incertidumbre y la agitación permanentes distinguen
la época burguesa de todas las épocas anteriores.
El conjunto de las relaciones establecidas, anquilosadas, con su serie de ideas y opiniones venerables,
son aniquiladas, y todas las nuevas formas se vuelven anticuadas antes de que puedan consolidarse.
Todo lo sólido se disuelve en el aire, todo lo sagrado es profanado y los hombres, por fin, se ven
obligados a enfrentar con la cabeza serena las condiciones reales de su vida y de sus relaciones con los
otros hombres» (Marx y Engels, 1952, pág. 25).
Sin duda, los sentimientos concuerdan con los de Baudelaire y, como dice Berman, Marx despliega
aquí una retórica que define la faz inferior de toda estética modernista. Pero hay algo especial en Marx,
y es la forma en que analiza el origen de esta condición general.
Marx empieza El capital, por ejemplo, con el análisis de la mercancía, con las cosas de todos los días
(comida, abrigo, vestimenta, etc.) que consumimos cotidianamente. Sin embargo, asegura Marx, la
mercancía es «algo misterioso» porque encarna simultáneamente un valor de uso (colma un deseo o
una necesidad particulares) y un valor de cambio (puedo utilizarla como objeto de trueque para obtener
otras mercancías). Esta dualidad convierte a la mercancía en algo ambiguo para nosotros; ¿la
consumiremos o la negociaremos? Pero en la medida en que las relaciones de intercambio proliferan y
se forman los mercados que fijan los precios, la mercancía se cristaliza típicamente en dinero. Con el
dinero, el misterio de la mercancía adquiere una nueva torsión, porque el valor de uso del dinero
consiste en representar al mundo del trabajo social y del valor de cambio. El dinero lubrica el
intercambio, pero, sobre todo, se convierte en un medio a través del cual comparamos y evaluamos el
valor de todas las mercancías, tanto antes como después del hecho del intercambio. Es evidente que, si
1 Recuperado de http://www.economia.unam.mx/academia/inae/pdf/inae2/u2l2.pdf
2
asignar valor a las cosas es importante, un análisis de la forma dinero y de las consecuencias que surgen
de su uso resulta de enorme interés.
El advenimiento de la economía dineraria, sostiene Marx, disuelve los lazos y las relaciones que
constituyen a las comunidades «tradicionales», de modo tal que «el dinero se transforma en la
verdadera comunidad». Nos desplazamos de una condición social en la cual dependemos directamente
de aquellos que conocemos personalmente, a una en la cual dependemos de relaciones impersonales y
objetivas con los otros. Como las relaciones de intercambio proliferan, el dinero aparece cada vez más
como «un poder exterior a los productores e independiente de ellos», de modo que aquello que
«originariamente se presenta como un medio de promover la producción se convierte en una relación
ajena» a ellos. Las preocupaciones dinerarias dominan a los productores. El dinero y el intercambio del
mercado encubren, «enmascaran» las relaciones sociales entre las cosas. A esta condición Marx la llama
«fetichismo de la mercancía».
Se trata de uno de los descubrimientos más notables de Marx, porque plantea el problema de cómo
interpretar en términos sociales apropiados las relaciones reales, aunque superficiales que podemos
observar con facilidad en el mercado.
Las condiciones de trabajo y de vida, el sentido de la alegría, de la ira o la frustración que están detrás
de la producción de mercancías, los estados de ánimo de los productores; todos ellos están ocultos y no
los podemos ver cuando intercambiamos un objeto (dinero) por otro (la mercancía). Podemos tomar
diariamente nuestro desayuno sin pensar en la cantidad de gente que participó en su producción.
Todas las huellas de la explotación están borradas del objeto (no hay marcas de dedos de la
explotación en el pan de todos los días). No podemos deducir de la contemplación de un objeto en el
supermercado cuáles fueron las condiciones de trabajo que hicieron posible su producción.
El concepto de fetichismo explica de qué modo, bajo las condiciones de la modernización capitalista,
podemos depender objetivamente de «otros» cuya vida y cuyas aspiraciones permanecen totalmente
opacas para nosotros. La meta-teoría de Marx trata de arrancar la máscara fetichista y aprehender las
relaciones sociales que se ocultan tras ella.
(…)
Pero podemos profundizar aún más el análisis del dinero. Para que el dinero cumpla sus funciones,
sostiene Marx debe ser reemplazado por símbolos (monedas, símbolos, papel moneda, crédito), que lo
llevan a ser considerado como un mero símbolo, «una ficción arbitraria sancionada por «el
consentimiento universal de la humanidad». Sin embargo, todo el mundo del trabajo social, de la
producción y del duro trabajo cotidiano es representado mediante estas «ficciones arbitrarias». Sin
trabajo social, el dinero carecería de valor. Pero sólo a través del dinero el trabajo social puede ser
representado.
Los poderes mágicos del dinero se complican por la forma en que los propietarios «prestan sus
lenguas» a las mercancías colgando un tique con el precio en ellas, apelando a «signos cabalísticos» con
nombres como libras, dólares, francos. De modo que, si bien el dinero es el significante del valor del
trabajo social, acecha el peligro constante de que el significante se convierta en el objeto de la ambición
humana y del deseo (el usurero, el avaro, etc.). Esta probabilidad se vuelve certeza una vez que
reconocemos que el dinero, por un lado, un «nivelador radical» de todas las otras formas de distinción
social, es, en sí mismo, una forma de poder social que puede ser apropiada en tanto «el poder social de
personas privadas». La sociedad moderna, concluye Marx, «poco después de su nacimiento arrancó a
Plutón por los cabellos de las entrañas de la tierra, saludó al oro como al Santo Grial, como encarnación
reluciente del principio mismo de su vida».
(…)
3
Sin embargo, del mismo modo que los productores de mercancías buscan dinero, nosotros
dependemos de las necesidades y capacidad de los otros para comprar. Los productores, por lo tanto,
tienen un interés permanente en cultivar «el exceso y la intemperancia» en los otros, en alimentar
«apetitos imaginarios» hasta el punto de que las ideas de lo que constituye una necesidad social son
reemplazadas por «la fantasía, el capricho, el antojo». Cada vez más, el productor capitalista
«desempeña el papel de proxeneta» entre los consumidores y sus necesidades, y excita en ellos
«apetitos mórbidos; acecha cada una de sus flaquezas: todo para exigir dinero a cambio de este servicio
amoroso». Placer, ocio, seducción y vida erótica se incorporan al espectro del poder del dinero y de la
producción mercantil. Por lo tanto, el capitalismo «por un lado produce una falsificación de las
necesidades y de sus medios y por otro, una barbarización bestial, una simplificación total, burda y
abstracta, de la necesidad» (Marx, 1964, Pag. 148). La publicidad y la comercialización destruyen, en su
imaginería, todas las huellas de la producción y refuerzan el fetichismo que surge automáticamente en
el intercambio del mercado.
Más aún, el dinero, como representación suprema del poder social en la sociedad capitalista, se
convierte en objeto de lujuria, ambición y deseo. Sin embargo, aquí también nos encontramos con
dobles significados. El dinero confiere el privilegio del poder sobre los otros: podemos comprar su
tiempo de trabajo o sus servicios, y hasta construir relaciones de dominación sistemáticas sobre las
clases explotadas, simplemente, a través del poder del dinero. En efecto, el dinero fusiona lo político y lo
económico en una economía política genuina de supremas relaciones de poder
(…)
En el capitalismo de mercado, los lenguajes comunes materiales del dinero y de las mercancías
proporcionan una base universal que une a todo el mundo en un sistema idéntico de evaluación
mercantil y asegura de este modo la reproducción de la vida a través de un sistema de nexos sociales
objetivos. Sin embargo, dentro de estas amplias restricciones, somos «libres», y, por así decirlo,
podemos desarrollar nuestra personalidad y nuestra propia «otredad», y también nuestras relaciones,
como nos plazca, y hasta elaborar juegos de lenguaje de grupo, siempre y cuando contemos con el
dinero suficiente para vivir de manera satisfactoria. El dinero «es gran nivelador y cínico», poderoso
enemigo agazapado de las relaciones sociales establecidas y gran «democratizador». Es un poder social
que puede pertenecer a personas individuales y así constituye la base de una libertad individual amplia,
una libertad que puede desplegarse en función de nuestro desarrollo en tanto libre-pensadores, sin
referencia a los otros. El dinero une, precisamente, a través de su capacidad para adaptarse al
individualismo, a la otredad y a la extraordinaria fragmentación social.
Pero ¿por cuál proceso la capacidad de fragmentación latente en la forma dinero se transforma en un
rasgo necesario de la modernización capitalista?
La participación en el mercado de intercambio presupone una cierta división del trabajo, así como una
capacidad para separarse (alienarse) del producto. De allí surge un extrañamiento con respecto al
producto de nuestra propia experiencia, una fragmentación de las tareas sociales y una separación entre
el sentido subjetivo de un proceso de producción y la valuación objetiva que el producto recibe en el
mercado. Una división técnica y social del trabajo altamente organizada constituye uno de los principios
fundadores de la modernización capitalista. Se trata de una poderosa palanca que promueve el
crecimiento económico y la acumulación de capital, sobretodo en las condiciones del intercambio de
mercado, en que los productores individuales de mercancías (protegidos por los derechos de propiedad
privada) pueden explorar las posibilidades de especialización dentro de un sistema económico abierto.
Esto explica el poder del liberalismo económico (libre mercado) como doctrina fundadora del
capitalismo. Es precisamente en este contexto donde pueden florecer el individualismo posesivo y la
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iniciativa empresaria creadora, la innovación y la especulación, aun cuando esto signifique una
fragmentación creciente de las tareas y responsabilidades, y una transformación necesaria de las
relaciones sociales tal que obliga a los productores a considerar a los otros en términos puramente
instrumentales.
Sin embargo, el capitalismo es mucho más que la producción de mercancías y el mercado de
intercambio. Antes de lanzarse a la búsqueda del beneficio -poner dinero en circulación a fin de ganar
más dinero- se requieren ciertas condiciones históricas -en especial, la existencia del trabajo asalariadoque
pueden convertirse en la forma necesaria para la reproducción de la vida social. Fundado en la
violenta separación de la masa de productores directos del control sobre los medios de producción, el
surgimiento del trabajo asalariado -personas que venden su fuerza de trabajo para vivir- es el «resultado
de varias revoluciones, de la extinción de series enteras de modos de producción anteriores» (Capital,
vol. 1, págs. 166-7). El sentido de una ruptura radical, absoluta y violenta con el pasado -otros tantos
elementos fundamentales de la sensibilidad modernista- está siempre presente en la obra de Marx
sobre los orígenes del capitalismo.
Pero Marx lleva las cosas mucho más allá. La conversión del trabajo en trabajo asalariado significa «la
separación del trabajo de su producto, de la fuerza de trabajo subjetiva de las condiciones objetivas de
trabajo» (Capital, vol. 1, pág. 3). Este es un mercado de intercambio muy diferente. Cuando los
capitalistas compran fuerza de trabajo, necesariamente la tratan en términos instrumentales. El
trabajador es considerado como una «mano» y no como una persona total (para usar el satírico
comentario de Dickens en Tiempos difíciles), y el trabajo objetivado es un «factor» (adviértase la
reificación) de la producción. La compra de fuerza de trabajo con dinero le otorga al capitalista ciertos
derechos para disponer del trabajo de los otros, sin tener en cuenta lo que los otros puedan pensar,
necesitar o sentir. La omni-presencia de esta relación de dominación de clase, contrapesada sólo por la
activa lucha de los trabajadores para defender sus derechos y expresar sus sentimientos, establece uno
de los principios fundadores sobre el cual la misma idea de «otredad» se produce y reproduce de
manera continua en la sociedad capitalista. El mundo de la clase obrera se convierte en el dominio de
ese «otro» que necesariamente se vuelve opaco y potencialmente desconocido como consecuencia del
fetichismo de la mercancía. Y yo introduciría aquí un paréntesis: si en la sociedad ya están aquellos
(mujeres, negros, pueblos colonizados, minorías de toda clase) que pueden ser considerados como el
otro, la combinación de la explotación de clase con el género, la raza, el colonialismo, la etnicidad, etc.,
puede ir de la mano con toda clase de resultados discriminatorios. El capitalismo no invento al «otro»,
pero sin duda lo uso y lo promovió en formas sumamente estructuradas.
Los capitalistas pueden desplegar sus derechos en forma estratégica para imponer todo tipo de
condiciones sobre el trabajador. Este último está claramente alienado del producto, del control del
proceso de producirlo, así como de la capacidad para advertir el valor del fruto de sus esfuerzos (de el o
de ella): el capitalista se apropia de ellos como ganancia. El capitalista tiene el poder (aunque de ningún
modo arbitrario o total) de movilizar las fuerzas de la cooperación, de la división del trabajo y de la
maquinaria como poderes del capital sobre el trabajo. El resultado es la organización de una división del
trabajo minuciosa dentro de la fábrica, que reduce al trabajador a un fragmento de persona. «Se realiza
así la absurda fábula de Menenius Agrippa, que convierte al hombre en un mero fragmento de su propio
cuerpo» (Capital, vol. 1, pág. 340). Aquí nos encontramos con un funcionamiento diferente del principio
de la división del trabajo. Mientras que la división del trabajo en la sociedad «pone en contacto a
productores independientes de mercancías, que no reconocen otra autoridad que la competencia y la
coerción que ejerce la presión de sus intereses mutuos», la «división del trabajo dentro del taller implica
la autoridad indiscutida del capitalista sobre hombres que no son sino partes de un mecanismo que le
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pertenece». La anarquía en la división social del trabajo es suplantada por el despotismo - impuesto a
través de las jerarquías de autoridad y la supervisión estrecha de tareas- del taller y la fábrica.
Esta forzada fragmentación –que es a la vez social y técnica dentro de un proceso único de trabajo se
acentúa aún más por la pérdida de control sobre los instrumentos de producción. Esto convierte
efectivamente al trabajador en un «apéndice» de la máquina.
La inteligencia (el conocimiento, la ciencia, la técnica) se objetiva en la máquina, separando de este
modo el trabajo manual del intelectual y reduciendo el ejercicio de la inteligencia por parte de los
productores directos. En todos estos sentidos el trabajador «se empobrece con relación a la fuerza
productiva individual «a fin de realizar el obrero colectivo y, a través de él, enriquecer al capital
mediante una fuerza social productiva» (Capital, Vol. 1, pág. 341). Este proceso no se detiene en los
productores directos, en los campesinos arrancados de la tierra, en las mujeres y los niños obligados a
dejar su trabajo en fábricas y minas. «La burguesía ha aniquilado despiadadamente los abigarrados lazos
feudales que ligaban al hombre a sus “superiores naturales”, y no ha dejado otro nexo entre hombre y
hombre que el duro “pago en dinero constante” (…) Ha despojado de su halo a toda ocupación hasta
ahora venerada y considerada con temor reverente. Ha convertido al médico, al abogado, al cura, al
poeta, al hombre de ciencia, en trabajadores asalariados» (El manifiesto comunista).
¿Por qué, entonces, «la burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos
de producción y, por lo tanto, las relaciones de producción»?
La respuesta de Marx en El capital es convincente y cabal. Las «leyes coercitivas» de la competencia
del mercado obligan a los capitalistas a buscar cambios tecnológicos y organizativos que acrecienten sus
beneficios con relación al promedio social, y esto arrastra a todos los capitalistas a una acelerada carrera
de superación de los procesos de innovación que llega a su límite sólo en ciertas condiciones de
excedentes masivos de mano de obra. La necesidad de mantener al trabajador bajo control en el lugar
de trabajo y de cercenar su poder de negociación en el mercado (en particular en situaciones de relativa
escasez de trabajo y de resistencia activa de clase) también estimula la innovación por parte de los
capitalistas. El capitalismo es, en efecto, tecnológicamente dinámico, no por las capacidades
mitologizadas del empresario innovador (como Schumpeter argumentaría después), sino por las leyes
de competencia coercitivas y las condiciones de la lucha de clases endémica del sistema.
Sin embargo, el efecto de la innovación continua es la desvalorización, cuando no la destrucción de las
inversiones pasadas y de calificaciones de la mano de obra. La destrucción creativa está enclavada en la
circulación misma del capital. La innovación exacerba la inestabilidad, la inseguridad y, por último, se
convierte en la fuerza primordial que da lugar al paroxismo de las crisis periódicas. No sólo la vida de la
industria moderna se transforma en una serie de períodos de actividad moderada, prosperidad, sobreproducción,
crisis y estancamiento, sino que «la incertidumbre e inestabilidad que la maquinaria genera
en el empleo y, por lo tanto, en las condiciones de existencia de los operarios, se vuelve normal». Más
aún: «Todos los medios para el desarrollo de la producción se transforman en medios de dominación y
explotación de productores; mutilan al trabajador, convirtiéndolo en un fragmento de hombre, lo
degradan al nivel de un apéndice de la máquina, destruyen cualquier resto de encanto en su trabajo
para transformarlo en un instrumento odiado; alejan de él las posibilidades intelectuales del proceso de
trabajo en la medida en que la ciencia es incorporada a este como un poder independiente; distorsionan
las condiciones laborales del trabajador, sometiéndolo, en el curso del proceso de trabajo, a un despojo
mas odioso aún por su mezquindad; transforman su tiempo de vida en tiempo de trabajo y arrojan su
mujer y a sus hijos bajo las ruedas del Juggernaut del capital » (Capital, vol. 1, pág. 604).
La lucha para conservar la rentabilidad lleva al capitalista a una acelerada carrera de exploración de
todo tipo de otras posibilidades.
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La apertura de nuevas líneas de productos significa la creación de nuevos deseos y necesidades. Los
capitalistas se ven obligados a redoblar sus esfuerzos para crear nuevas necesidades en los otros,
acentuando de este modo el cultivo de los apetitos imaginarios y el papel de la fantasía, el capricho y el
antojo. El resultado es la exacerbación de la inseguridad y de la inestabilidad por el desplazamiento de
masas de capital y de trabajadores de una a otra línea de la producción, lo cuál da lugar al
desmantelamiento de sectores enteros mientras que el constante flujo de deseos, gustos y necesidades
del consumidor se convierte en el lugar de una permanente incertidumbre y lucha. En la búsqueda de
nuevos mercados, los capitalistas necesariamente abren nuevos espacios, nuevas fuentes de materias
primas, nuevas fuentes de fuerzas de trabajo, y lugares nuevos y más rentables para las operaciones
productivas. El traslado a sitios más ventajosos (movimiento geográfico del capital y del trabajo)
revoluciona periódicamente la división del trabajo internacional y territorial, y agrega una dimensión
geográfica vital a la inseguridad.
La transformación resultante que se opera en la experiencia del espacio y el lugar es igualada por las
revoluciones en la dimensión temporal, en la medida en que los capitalistas tratan de reducir el tiempo
de reintegro de su capital a «un abrir y cerrar de ojos» (véase infra, Tercera parte). En suma, el
capitalismo es un sistema social que internaliza reglas destinadas a garantizar su permanencia como
fuerza revolucionaria y de ruptura dentro de su propia historia mundial. Por lo tanto, si «lo único seguro
en la modernidad es la inseguridad», no es difícil advertir de donde surge esa inseguridad.
Sin embargo, insiste Marx, hay un solo principio unitario en funcionamiento que apuntala y enmarca
todo este trastorno revolucionario, esta fragmentación y constante inseguridad. El principio yace en lo
que él denomina, de manera más abstracta, «valor en movimiento» o, más simplemente, la circulación
del capital en forma incesante y continuada busca nuevas formas de acumular ganancias. Por la misma
razón, hay sistemas de coordinación pertenecientes a un orden superior que parecen tener el poder -
aunque Marx insistirá en que este poder es transitorio e ilusorio- de ordenar todo este caos y trazar el
camino de la modernización capitalista sobre un terreno más estable. El sistema de crédito, por
ejemplo, encarna cierta poder de regulación de los usos del dinero; los flujos de dinero pueden
orientarse con el fin de estabilizar las relaciones entre la producción y el consumo y arbitrar entre los
gastos del momento las necesidades futuras desplazando los excedentes de capital de una línea de
producción o región a otra, sobre bases racionales. Pero aquí también nos encontramos
inmediatamente con una contradicción central, porque la creación y el desembolso del crédito nunca
pueden separarse de la especulación. Según Marx, el crédito debe ser considerado siempre como
«capital ficticio», como una especie de apuesta de dinero a una producción que aún no existe: El
resultado es una permanente tensión entre lo que Marx llama «los sistemas financieros» (cartas de
crédito, capital ficticio, instrumentos financieros de todo tipo) y su «base monetaria» (hasta hace poco
tiempo, vinculada a alguna mercancía tangible como el oro o la plata). Esta contradicción se funda en
una paradoja específica: el dinero tiene que asumir alguna forma tangible (oro, moneda, billetes,
asientos contables, etc.) aun cuando es una representación general de todo el trabajo social. La cuestión
acerca de cuál de las distintas representaciones tangibles es dinero «real» suele irrumpir en épocas de
crisis.
En medio de una depresión económica, ¿qué es mejor? ¿tener certificados de títulos y acciones,
billetes, oro o latas de atún?
De esto también se desprende que quienquiera que controle la forma tangible (los productores de oro,
el Estado, los bancos que emiten crédito) que resulta más «real» en un momento dado tiene una
enorme influencia social, aun cuando, en última instancia, sean los productores y los que intercambian
mercancías los que efectivamente definen «el valor del dinero» (un término paradójico que todos
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comprendemos, pero que técnicamente significa «el valor del valor»). En consecuencia, el control sobre
las reglas de la formación de dinero es un terreno de lucha y disputa que genera considerable
inseguridad e incertidumbre en cuanto al «valor del valor». En los booms especulativos, un sistema
financiero que al comienzo aparece como un recurso sano para regular las tendencias incoherentes de
la producción capitalista, termina convirtiéndose en «el instrumento principal de la súper-producción y
la súper-especulación». El hecho de que la arquitectura posmodernista se considere a sí misma como
una ficción y no como una función parece ser más que pertinente a la luz de la reputación de los
financistas, los agentes inmobiliarios y los especuladores que organizan las construcciones.
El Estado, constituido como un sistema de autoridad coercitivo que tiene el monopolio de la violencia
institucionalizada, define un segundo principio de organización a través del cual una clase dominante
puede tratar de imponer su voluntad, no sólo sobre sus opositores sino sobre el flujo anárquico, el
cambio y la incertidumbre a la que siempre es proclive la modernidad capitalista. Las herramientas que
varían: desde la regulación del dinero y las garantías legales para los contratos de mercado, pasando por
las intervenciones fiscales, la creación del crédito y las redistribuciones impositivas, hasta el suministro
de infraestructuras sociales y físicas, el control directo sobre las asignaciones de capital y fuerza de
trabajo, así como sobre los salarios y los precios, la nacionalización de sectores clave, las limitaciones del
poder de la clase obrera, la vigilancia policial y la represión militar, y otros componentes de este tipo. Sin
embargo, el Estado es una entidad territorial que lucha por imponer su voluntad sobre un proceso fluido
y espacialmente abierto de circulación de capital.
Tiene que disputar dentro de sus fronteras con las fuerzas parciales y los efectos de fragmentación
propios del individualismo imperante, con el veloz cambio social y con todo lo efímero que
característicamente se vincula a la circulación del capital. Además, depende de los impuestos y de los
mercados de crédito, de modo que los Estados pueden verse disciplinados por el proceso de circulación,
al mismo tiempo que pueden tratar de promover estrategias particulares de acumulación de capital.
Para hacerlo, el Estado debe efectivamente construir un sentido de comunidad diferente del fundado
en el dinero, así como la definición de los intereses públicos por encima y más allá de la clase y los
intereses y luchas sectarias que están contenidos en sus fronteras. En una palabra, debe legitimarse.
Por lo tanto, está obligado a “comprometerse” en alguna medida con la estetización de la política.
El clásico trabajo de Marx El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte trata sobre este tema. ¿Cómo es, -
se pregunta-, que hasta en la culminación del proceso revolucionario los propios revolucionarios
«convoquen ansiosamente a los espíritus del pasado y se apropien de sus nombres, de sus gritos de
batalla y su vestimenta a fin de representar la nueva escena de la historia del mundo bajo esos disfraces
vetustos y con un lenguaje prestado»?
El «despertar de los muertos en las revoluciones [burguesas] tenía como finalidad glorificar las nuevas
luchas y, no parodiar las pasadas; magnificar la tarea dada en la imaginación, no huir de su solución en la
realidad; encontrar una vez más el espíritu de la revolución, no hacer que su fantasma echara de nuevo
a andar).
La invocación del mito pudo haber desempeñado un rol clave en las revoluciones pasadas, pero aquí
Marx trata de negar lo que Sorel afirmaría después. «La revolución social del Siglo XIX no puede extraer
su poesía del pasado», sostiene Marx, «sino sólo del futuro». Debe desechar «toda superstición con
respecto al pasado» o, de lo contrario, «la tradición de todas las generaciones muertas pesará como una
pesadilla sobre el cerebro de los vivos» se convertirá la tragedia catártica de la revolución en un ritual
farsesco. Al criticar en forma tan despiadada el poder del mito y la estetización de la política, Marx, en
efecto, señala su notable capacidad para sofocar las revoluciones progresistas de la clase obrera. Para
Marx, el bonapartismo era una forma de «cesarismo» (con todas sus alusiones clásicas) que, en la
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persona de Luis Bonaparte, que se revestía con la capa de su tío, podía bloquear las aspiraciones
revolucionarias de la burguesía progresista y también las de la clase obrera. Así se expresó Marx acerca
de la estetización de la política que el fascismo consumó luego en una forma mucho más virulenta.
La tensión entre el carácter fijo (y por lo tanto estable) que impone la regulación del Estado y el
movimiento fluido del capital sigue siendo un problema crucial para la organización social y política del
Capitalismo. Esta dificultad (a la que volveremos en la Segunda parte) se ha modificado porque el Estado
se somete a la disciplina de las fuerzas internas (con las cuales cuenta para su poder) y a las condiciones
externas: competencia en la economía mundial, tipos de cambio y movimientos de capital, migración o,
en ocasiones, intervenciones políticas directas por parte de poderes superiores. Por consiguiente, la
relación entre el desarrollo capitalista y el Estado no debe ser considerada de manera unidireccional,
sino como mutuamente determinada. El poder del Estado, por fin, no puede ser ni más ni menos estable
que lo que permite la economía política de la modernidad capitalista.
No obstante, hay muchos aspectos positivos en la modernidad capitalista. El dominio potencial de la
naturaleza, que surge cuando el capitalismo «rasga el velo» de los misterios de la producción, posee un
tremendo potencial para reducir el poder de las necesidades impuestas por la naturaleza a nuestra vida.
La creación de nuevos deseos y necesidades puede despertarnos a nuevas posibilidades culturales
(como las que los artistas de vanguardia explorarán después).
Hasta «la variación en el trabajo, la fluidez de la función, la movilidad universal del trabajador», que la
industria moderna requiere, poseen el potencial para reemplazar al trabajador fragmentado «por el
individuo plenamente evolucionado, capacitado para realizar diversos trabajos, en condiciones de
enfrentar cualquier cambio en la producción, para quien las diferentes funciones que realiza son sólo
formas de dar libre rienda a sus poderes naturales y adquiridos» (Capital, vol. 1, pág. 458). La reducción
de las barreras espaciales y la formación del mercado mundial no sólo dan lugar a un acceso
generalizado a los productos de las diferentes regiones y climas, sino que también nos ponen en
contacto directo con todos los pueblos de la tierra. Sobre todo, las revoluciones en la fuerza productiva,
en la tecnología y en la ciencia abren nuevos horizontes para el desarrollo y la auto-realización del
hombre.
Es particularmente útil considerar estas nociones con relación al «heroico» enfrentamiento del
modernismo con la mitología. Esta última, afirma Marx, «domina y da forma a los poderes naturales en
la imaginación y a través de la imaginación; por lo tanto, desaparece cuando se instaura el verdadero
control de estas fuerzas». En suma, la mitología es un vínculo construido por el hombre, intermediador e
históricamente determinado, que desaparece cuando los seres humanos adquieren la capacidad de
construir su historia de acuerdo con la elección y el proyecto consciente (Raphael, 1981, pág. 89). Las
revoluciones tecnológicas que fueron posibles por la división del trabajo y el surgimiento de las ciencias
materialistas tuvieron el efecto de demitificar los procesos de producción (justamente llamados
«misterios» y «artes» en el período pre-moderno) y de descubrir la posibilidad de liberar a la sociedad
de la escasez y de los aspectos más opresivos de la necesidad impuesta por la naturaleza. Este era el
aspecto positivo de la modernización capitalista. Sin embargo, el problema de liberarnos del fetichismo
del intercambio de mercado y demitificar (y por extensión demitologizar) el mundo social e histórico
exactamente de la misma manera. Esta era la tarea científica que Marx se propuso en El capital. Pero
siempre es posible, en particular frente a las incertidumbres y fragmentaciones propias del capitalismo
(crisis económicas, por ejemplo), re-mitologizar, volver a tratar de controlar y dar forma a las fuerzas
sociales en la imaginación y a través de ella, bajo condiciones en las que toda imagen de control sobre
estas fuerzas parece haberse perdido. La lucha por crear un arte y una ciencia de la historia «demitologizados
» (ambos proyectos perfectamente factibles en la perspectiva de Marx) deben ser vistas
9
como parte de esta lucha social más amplia. Pero esa batalla (para la cual Marx creía haber establecido
un poderoso fundamento) podía ganarse sólo a través de la transición a un socialismo poderoso que lo
abarcara todo, que convirtiera en algo redundante e irrisorio la apropiación del mundo natural y social a
través del mito.
Mientras tanto, la tensión entre las mistificaciones, los fetichismos y las construcciones mitológicas del
viejo orden, y la tendencia a revolucionar nuestras concepciones del mundo, debe ser considerada
central para la vida intelectual, artística y científica.
Es desde la tensión entre las cualidades negativas y positivas del capitalismo como pueden construirse
nuevas formas para definir nuestra especie:
«De modo que el capital crea la sociedad burguesa y la apropiación universal de la naturaleza, así
como el nexo social mismo por parte de los miembros de la sociedad. De allí la gran influencia
civilizadora del capital; la producción de una etapa de la sociedad frente a la cual todas las anteriores
aparecen como meros desarrollos locales de la humanidad y como idolatría de la naturaleza. Por
primera vez, la naturaleza se convierte en un mero objeto para la especie humana en un puro objeto de
utilidad; deja de ser reconocida como un Poder en sí mismo, y el descubrimiento teorético de sus leyes
autónomas aparece meramente como un ardid destinado a someterla a las necesidades humanas (…) El
capital rebasa las barreras y prejuicios nacionales así como el culto a la naturaleza, y [rebasa] todas las
satisfacciones tradicionales, restringidas, complacientes, enquistadas, de las necesidades presentes, y la
reproducción de los viejos estilos de vida. Es destructivo con relación a todo esto y constantemente lo
revoluciona derribando todos los obstáculos que limitan el desarrollo de las fuerzas de producción, la
expansión de las necesidades, y el desarrollo multifacético de la producción, y la explotación y el
intercambio de las fuerzas naturales y mentales» (Grundrisse, pág. 410).
Hay algo más que una referencia al proyecto de la Ilustración en pasajes como este. Y Marx nos da
muchos consejos acerca de cómo podríamos reunir todas las resistencias esporádicas, aunque
generalizadas, los descontentos y luchas contra los aspectos opresivos, destructivos, pulverizadores y
desestabilizantes de la vida bajo el capitalismo, para poder dominar el torbellino y convertirnos en
creadores colectivos de nuestra propia historia de acuerdo con un plan consciente. «En realidad, el reino
de la libertad empieza sólo cuando cesa el trabajo determinado por la necesidad y las consideraciones
mundanas (…) Más allá comienza ese desarrollo de la energía humana que constituye un fin en sí
mismo, el verdadero reino de la libertad».
Por consiguiente, Marx describe los procesos sociales del capitalismo que dan lugar al individualismo,
la alienación, la fragmentación, lo efímero, la innovación, la destrucción creadora, el desarrollo
especulativo, los desplazamientos impredecibles en los métodos de la producción y el consumo (deseos
y necesidades), que dan lugar a una transformación en la experiencia del espacio y el tiempo, así como a
una dinámica de cambio social pautada por crisis. Si estas condiciones de la modernización capitalista
forman el contexto material a partir del cual los pensadores modernistas y posmodernistas y los
productores culturales forjan su sensibilidad estética, sus principios y prácticas, parece razonable llegar
a la conclusión de que el giro hacia el pos-modernismo no refleja cambio fundamental alguno en la
condición social. El surgimiento del posmodernismo representa un recomienzo (si lo hay) en las formas
de pensar aquello que puede o debe hacerse acerca de la condición social, o (y esta es la proposición
que exploramos con cierta profundidad en la Segunda parte) refleja un cambio en el modo en que
funciona hoy el capitalismo.
En ambos casos, si la obra de Marx sobre el capitalismo es correcta, nos proporciona una base muy
sólida para pensar las relaciones generales entre la modernización, la modernidad y los movimientos
estéticos que extraen sus energías de esas condiciones.
MANIFIESTO
DEL PARTIDO COMUNISTA
Karl Marx y Friedrich Engels
2
Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja
Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el Zar, Metternich
y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.
¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios en el
poder? ¿Qué partido de oposición a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes
de la oposición, más avanzados, como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto zahiriente
de comunista?
De este hecho resulta una doble enseñanza:
Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las potencias de Europa.
Que ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos,
sus fines y sus tendencias, que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo
un manifiesto del propio partido.
Con este fin, comunistas de las más diversas nacionalidades se han reunido en Londres
y han redactado el siguiente “Manifiesto”1, que será publicado en inglés, francés, alemán,
italiano, flamenco y danés.
1 El “Manifiesto del Partido Comunista” fue escrito por Marx y Engels como programa de la Liga de los
Comunistas, el “Manifiesto” se publicó por primera vez en Londres en febrero de 1848. En esta edición se
incluyen, además del propio “Manifiesto”, los prólogos a todas las ediciones, excepto el de la inglesa, que
apareció en 1888, ya que las ideas expuestas en él se reproducen en los otros prefacios y, concretamente,
en el de la edición alemana de 1890.
En el “Manifiesto del Partido Comunista” Marx y Engels establecieron los fundamentos y el programa del
proletariado. «Esta obra expone, con una claridad y una brillantez geniales, la nueva concepción del
mundo, el materialismo consecuente aplicado también al campo de la vida social, la dialéctica como la
más completa y profunda doctrina del desarrollo, la teoría de la lucha de clases y del papel revolucionario
histórico mundial del proletariado como creador de una sociedad nueva, comunista» (V. I. Lenin).
3
I
BURGUESES Y PROLETARIOS 2*]
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de
clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales,
en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha
constante, velada unas veces y otras francas y abierta; lucha que terminó siempre con la
transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en
pugna.
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa
diferenciación de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de
condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos;
en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y,
además, en casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones especiales.
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal,
no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases,
las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado
las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en
dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente:
la burguesía y el proletariado.
De los siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras ciudades; de
este estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía.
El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía
en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de la India y de China, la colonización
de América, el intercambio de las colonias, la multiplicación de los medios de
cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la
industria un impulso hasta entonces desconocido y aceleraron, con ello, el desarrollo
del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.
La antigua organización feudal o gremial de la industria ya no podía satisfacer la demanda,
que crecía con la apertura de nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura.
El estamento medio industrial suplantó a los maestros de los gremios; la división
del trabajo entre las diferentes corporaciones desapareció ante la división del trabajo
en el seno del mismo taller.
2 Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas modernos, que son los propietarios de los
medios de producción social y emplean trabajo asalariado. Por proletarios se comprende a la clase de los
trabajadores asalariados modernos, que, privados de medios de producción propios, se ven obligados a
vender su fuerza de trabajo para poder existir. (Nota de F. Engels a la edición inglesa de 1888).
4
Pero los mercados crecían sin cesar; la demanda iba siempre en aumento. Ya no bastaba
tampoco la manufactura. El vapor y la maquinaria revolucionaron entonces la producción
industrial. La gran industria moderna sustituyó a la manufactura; el lugar del
estamento medio industrial fue ocupado por los industriales millonarios -jefes de verdaderos
ejércitos industriales—, los burgueses modernos.
La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de
América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la
navegación y de los medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó, a su vez, en
el auge de la industria, y a medida que se iban extendiendo la industria, el comercio, la
navegación y los ferrocarriles, desarrollábase la burguesía, multiplicando sus capitales y
relegando a segundo término a todas las clases legadas por la Edad Media.
La burguesía moderna, como vemos, es ya de por sí fruto de un largo proceso de desarrollo,
de una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio.
Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesía ha ido acompañada del correspondiente
progreso político. Estamento oprimido bajo la dominación de los señores
feudales; asociación armada y autónoma en la comuna3, en unos sitios República urbana
independiente; en otros, Tercer Estado tributario de la monarquía; después, durante
el período de la manufactura, contrapeso de la nobleza en las monarquías estamentales
o absolutas y, en general, piedra angular de las grandes monarquías, la burguesía, después
del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, conquistó finalmente
la hegemonía exclusiva del poder político en el Estado representativo moderno.
El Gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios
comunes de toda la clase burguesa.
La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario.
Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales,
patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a
sus «superiores naturales» las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro
vínculo entre los hombres que el frío interés, el cruel «pago al contado». Ha ahogado el
sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del
pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal
un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y
adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la
explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación
abierta, descarada, directa y brutal.
3 Comunas se llamaban en Francia las ciudades nacientes todavía antes de arrancar a sus amos y señores
feudales la autonomía local y los derechos políticos como «tercer estado». En términos generales, se ha
tomado aquí a Inglaterra como país típico del desarrollo económico de la burguesía, y a Francia como país
típico de su desarrollo político. (Nota de F. Engels a la edición inglesa de 1888.)
Así denominaban los habitantes de las ciudades de Italia y Francia a sus comunidades urbanas, una vez
comprados o arrancados a sus señores feudales los primeros derechos de autonomía. (Nota de F. Engels
a la edición alemana de 1890).
5
La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se
tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote,
al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores asalariados.
La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las
relaciones familiares, y las ha reducido a simples relaciones de dinero.
La burguesía ha revelado que la brutal manifestación de fuerza en la Edad Media, tan
admirada por la reacción, tenía su complemento natural en la más relajada holgazanería.
Ha sido ella la primera en demostrar lo que puede realizar la actividad humana; ha
creado maravillas muy distintas a las pirámides de Egipto; a los acueductos romanos y a
las catedrales góticas, y ha realizado campañas muy distintas a las migraciones de pueblos
y a las Cruzadas.[19]
La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos
de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello
todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por
el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales precedentes.
Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas
las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época
burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con
su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se
hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma;
todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente
sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.
Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía
recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes,
crear vínculos en todas partes.
Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita
a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los
reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales
han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por
nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones
civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias
primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se
consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo. En lugar del antiguo aislamiento
y la amargura de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal,
una interdependencia universal de las naciones. Y eso se refiere tanto a la producción
material, como a la intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte
en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de
día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma
una literatura universal.
Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante
progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civili6
zación a todas las naciones, hasta a las más bárbaras. Los bajos precios de sus mercancías
constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas de China y hace
capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las
naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe
a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burgueses. En una palabra:
se forja un mundo a su imagen y semejanza.
La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes inmensas;
ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del
campo, substrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural. Del
mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, ha subordinado los países bárbaros
o semibárbaros a los países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses,
el Oriente al Occidente.
La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de
la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los medios de
producción y concentrado la propiedad en manos de unos pocos. La consecuencia obligada
de ello ha sido la centralización política. Las provincias independientes, ligadas
entre sí casi únicamente por lazos federales, con intereses, leyes, gobiernos y tarifas
aduaneras diferentes han sido consolidadas en una sola nación, bajo un solo Gobierno,
una sola ley, un solo interés nacional de clase y una sola línea aduanera.
La burguesía, a lo largo de su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia,
ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las
generaciones pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo
de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación
de vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la asimilación para el cultivo de continente
enteros, la apertura de ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo por
encanto, como si salieran de la tierra. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera
que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?
Hemos visto, pues, que los medios de producción y de cambio sobre cuya base se ha
formado la burguesía, fueron creados en la sociedad feudal. Al alcanzar un cierto grado
de desarrollo, estos medios de producción y de cambio, las condiciones en que la sociedad
feudal producía y cambiaba, la organización feudal de la agricultura y de la industria
manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de propiedad, cesaron de corresponder
a las fuerzas productivas ya desarrolladas. Frenaban la producción en lugar
de impulsarla. Se transformaron en otras tantas trabas. Era preciso romper esas trabas,
y las rompieron.
En su lugar se estableció la libre concurrencia, con una constitución social y política
adecuada a ella y con la dominación económica y política de la clase burguesa.
Ante nuestros ojos se está produciendo un movimiento análogo. Las relaciones burguesas
de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esta sociedad
burguesa moderna, que ha hecho surgir como por encanto tan potentes medios de
producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las poten7
cias infernales que ha desencadenado con sus conjuros. Desde hace algunas décadas, la
historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las
fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción, contra las
relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación.
Basta mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma
cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa.
Durante cada crisis comercial, se destruye sistemáticamente, no sólo una parte considerable
de productos elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas.
Durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera
parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la superproducción. La
sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de súbita barbarie: diríase
que el hambre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos sus medios
de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso, ¿por
qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada
industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no favorecen
ya el régimen burgués de la propiedad; por el contrario, resultan ya demasiado
poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y
cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a
toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones
burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en
su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada
de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la
explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis
más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas.
Las armas de que se sirvió la burguesía para derribar el feudalismo se vuelven ahora
contra la propia burguesía.
Pero la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido
también los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los
proletarios.
En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarróllase
también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición
de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el
capital. Estos obreros, obligados a venderse al detall, son una mercancía como cualquier
otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a
todas las fluctuaciones del mercado.
El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del proletario
todo carácter propio y le hacen perder con ello todo atractivo para el obrero. Este
se convierte en un simple apéndice de la máquina, y sólo se le exigen las operaciones
más sencillas, más monótonas y de más fácil aprendizaje. Por tanto, lo que cuesta hoy
día el obrero se reduce poco más o menos a los medios de subsistencia indispensable
para vivir y perpetuar su linaje. Pero el precio de todo trabajo, como el de toda mercancía,
es igual a los gastos de producción. Por consiguiente, cuanto más fastidioso resulta
el trabajo, más bajan los salarios. Más aún, cuanto más se desenvuelven la maquinaria y
8
la división del trabajo, más aumenta la cantidad de trabajo bien mediante la prolongación
de la jornada, bien por el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado, la aceleración
del movimiento de las máquinas, etc.
La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro patriarcal en la
gran fábrica del capitalista industrial. Masas de obreros, hacinados en la fábrica, son
organizados en forma militar. Como soldados rasos de la industria, están colocados bajo
la vigilancia de toda una jerarquía de oficiales y suboficiales. No son solamente esclavos
de la clase burguesa, del Estado burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la
máquina, del capataz y, sobre todo, del burgués individual, patrón de la fábrica. Y es
despotismo es tanto más mezquino, odioso y exasperante, cuanto mayor es la franqueza
con que proclama que no tiene otro fin que el lucro.
Cuanto menos habilidad y fuerza requiere el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es
el desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción en que el trabajo de los
hombres es suplantado por el de las mujeres y los niños. Por lo que respecta a la clase
obrera, las diferencias de edad y sexo pierden toda significación social. No hay más que
instrumentos de trabajo, cuyo coste varía según la edad y el sexo.
Una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su salario en
metálico, se convierte en víctima de otros elementos de la burguesía: el casero, el tendero,
el prestamista, etc.
Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos y campesinos,
toda la escala inferior de las clases medias de otro tiempo, caen en las filas del proletariado;
unos, porque sus pequeños capitales no les alcanzan para acometer grandes empresas
industriales y sucumben en la competencia con los capitalistas más fuertes;
otros, porque su habilidad profesional se ve depreciada ante los nuevos métodos de
producción. De tal suerte, el proletariado se recluta entre todas las clases de la población.
El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía
comienza con su surgimiento.
Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados, después, por los obreros de una
misma fábrica, más tarde, por los obreros del mismo oficio de la localidad contra el burgués
individual que los explota directamente. No se contentan con dirigir sus ataques
contra las relaciones burguesas de producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos
de producción: destruyen las mercancías extranjeras que les hacen competencia,
rompen las máquinas, incendian las fábricas, intentan reconquistar por la fuerza la
posición perdida del artesano de la Edad Media.
En esta etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y disgregada
por la competencia. Si los obreros forman masas compactas, esta acción no es todavía
consecuencia de su propia unión, sino de la unión de la burguesía, que para alcanzar sus
propios fines políticos debe -y por ahora aún puede- poner en movimiento a todo el
proletariado. Durante esta etapa, los proletarios no combaten, por tanto, contra sus
9
propios enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, es decir, contra los restos
de la monarquía absoluta, los propietarios territoriales, los burgueses no industriales y
los pequeños burgueses. Todo el movimiento histórico se concentra, de esta suerte, en
manos de la burguesía; cada victoria alcanzada en estas condiciones es una victoria de
la burguesía.
Pero la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de proletarios, sino que
los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren mayor conciencia
de la misma. Los intereses y las condiciones de existencia de los proletarios se igualan
cada vez más a medida que la máquina va borrando las diferencias en el trabajo y reduce
el salario, casi en todas partes, a un nivel igualmente bajo. Como resultado de la creciente
competencia de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales que ella ocasiona,
los salarios son cada vez más fluctuantes; el constante y acelerado perfeccionamiento
de la máquina coloca al obrero en situación cada vez más precaria; las colisiones entre
el obrero individual y el burgués individual adquieren más y más el carácter de colisiones
entre dos clases. Los obreros empiezan a formar coaliciones contra los burgueses
y actúan en común para la defensa de sus salarios. Llegan hasta formar asociaciones
permanentes para asegurarse los medios necesarios, en previsión de estos choques
eventuales. Aquí y allá la lucha estalla en sublevación.
A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado de sus
luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Esta
unión es propiciada por el crecimiento de los medios de comunicación creados por la
gran industria y que ponen en contacto a los obreros de diferentes localidades. Y basta
ese contacto para que las numerosas luchas locales, que en todas partes revisten el
mismo carácter, se centralicen en una lucha nacional, en una lucha de clases. Mas toda
lucha de clases es una lucha política. Y la unión que los habitantes de las ciudades de la
Edad Media, con sus caminos vecinales, tardaron siglos en establecer, los proletarios
modernos, con los ferrocarriles, la llevan a cabo en unos pocos años.
Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político, vuelve sin
cesar a ser socavada por la competencia entre los propios obreros. Pero resurge, y
siempre más fuerte, más firme, más potente. Aprovecha las disensiones intestinas de
los burgueses para obligarles a reconocer por la ley algunos intereses de la clase obrera;
por ejemplo, la ley de la jornada de diez horas en Inglaterra.
En general, las colisiones en la vieja sociedad favorecen de diversas maneras el proceso
de desarrollo del proletariado. La burguesía vive en lucha permanente: al principio, contra
la aristocracia; después, contra aquellas fracciones de la misma burguesía, cuyos
intereses entran en contradicción con los progresos de la industria, y siempre, en fin,
contra la burguesía de todos los demás países. En todas estas luchas se ve forzada a
apelar al proletariado, a reclamar su ayuda y arrastrarle así al movimiento político. De
tal manera, la burguesía proporciona a los proletarios los elementos de su propia educación,
es decir, armas contra ella misma.
Además, como acabamos de ver, el progreso de la industria precipita a las filas del proletariado
a capas enteras de la clase dominante, o, al menos, las amenaza en sus condi10
ciones de existencia. También ellas aportan al proletariado numerosos elementos de
educación.
Finalmente, en los períodos en que la lucha de clases se acerca a su desenlace, el progreso
de desintegración de la clase dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un
carácter tan violento y tan agudo que una pequeña fracción de esa clase reniega de ella
y se adhiere a la clase revolucionaria, a la clase en cuyas manos está el porvenir. Y así
como antes una parte de la nobleza se pasó a la burguesía, en nuestros días un sector
de la burguesía se pasa al proletariado, particularmente ese sector de los ideólogos
burgueses que se han elevado hasta la comprensión teórica del conjunto del movimiento
histórico.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una
clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen
con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más
peculiar.
Los estamentos medios -el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el
campesino-, todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia
como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más
todavía, son reaccionarios, ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia. Son
revolucionarios únicamente por cuanto tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente
al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses
futuros, por cuanto abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado.
El lumpenproletariado, ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas
de la vieja sociedad, puede a veces ser arrastrado al movimiento por una revolución
proletaria; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida está más bien dispuesto
a venderse a la reacción para servir a sus maniobras.
Las condiciones de existencia de la vieja sociedad están ya abolidas en las condiciones
de existencia del proletariado. El proletariado no tiene propiedad; sus relaciones con la
mujer y con los hijos no tienen nada de común con las relaciones familiares burguesas;
el trabajo industrial moderno, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra
que en Francia, en Norteamérica que, en Alemania, despoja al proletariado de todo
carácter nacional. Las leyes, la moral, la religión son para él meros prejuicios burgueses,
detrás de los cuales se ocultan otros tantos intereses de la burguesía.
Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar
la situación adquirida sometiendo a toda la sociedad a las condiciones de su modo de
apropiación. Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas sociales, sino
aboliendo su propio modo de apropiación en vigor, y, por tanto, todo modo de apropiación
existente hasta nuestros días. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar;
tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizado y asegurando la propiedad
privada existente.
11
Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de
minorías. El movimiento proletario es un movimiento propio de la inmensa mayoría en
provecho de la inmensa mayoría. El proletariado, capa inferior de la sociedad actual, no
puede levantarse, no puede enderezarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada
por las capas de la sociedad oficial.
Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía
es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país deba
acabar en primer lugar con su propia burguesía.
Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido el
curso de la guerra civil más o menos oculta que se desarrolla en el seno de la sociedad
existente, hasta el momento en que se transforma en una revolución abierta, y el proletariado,
derrocando por la violencia a la burguesía, implanta su dominación.
Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado en el antagonismo
entre clases opresoras y oprimidas. Mas para poder oprimir a una clase, es preciso asegurarle
unas condiciones que le permitan, por lo menos, arrastrar su existencia de esclavitud.
El siervo, en pleno régimen de servidumbre, llegó a miembro de la comuna, lo
mismo que el pequeño burgués llegó a elevarse a la categoría de burgués bajo el yugo
del absolutismo feudal. El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el
progreso de la industria, desciende siempre más y más por debajo de las condiciones de
vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más rápidamente
todavía que la población y la riqueza. Es, pues, evidente que la burguesía ya no
es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer
a ésta, como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase. No es capaz
de dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia, ni siquiera
dentro del marco de la esclavitud, porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto
de tener que mantenerle, en lugar de ser mantenida por él. La sociedad ya no puede
vivir bajo su dominación; lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en
lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad.
La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la acumulación
de la riqueza en manos de particulares, la formación y el acrecentamiento del
capital. La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El trabajo asalariado
descansa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. El progreso
de la industria, del que la burguesía, incapaz de oponérsele, es agente involuntario,
sustituye el aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, por su unión revolucionaria
mediante la asociación. Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los
pies de la burguesía las bases sobre las que ésta produce y se apropia lo producido. La
burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del
proletariado son igualmente inevitables.
Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía
Política
CARLOS MARX
(Fragmento)1
(…) Mi especialidad era la jurisprudencia que, no obstante, estudié como disciplina
secundaria, al lado de la filosofía y la historia. En 1842-1843, siendo redactor de la
Gaceta del Rin (Rheinische Zeitung) me vi por primera vez en la difícil obligación de
tener que opinar sobre los llamados intereses materiales. Los debates de la Dieta
renana sobre la tala furtiva y la parcelación de la propiedad de la tierra, la polémica
oficial mantenida entre el señor van Schaper -por entonces gobernador de la provincia
renana- Y la Gaceta del Rin acerca de la situación de los campesinos del Mosela, y
finalmente, los debates sobre el librecambio y el proteccionismo, fue lo que me movió a
ocuparme por primera vez de problemas económicos. Por otra parte, en esa época en
que el buen deseo de “ir adelante” superaba en mucho el conocimiento de la materia,
en la Gaceta del Rin se había hecho oír un eco del socialismo y el comunismo francés,
teñido de un tenue matiz filosófico. Yo me declaré en contra de ese trabajo de
aficionados, pero al mismo tiempo, confesaba sinceramente en una controversia con la
Gaceta General de Augsburgo (Allgemeine Augsburger Zeitung), que mis conocimientos
de ese entonces no me permitían aventurar juicio alguno acerca del contenido mismo
de las tendencias francesas. Más aun, aproveché diligentemente la ilusión de quienes
dirigían la Gacetadel Rin, que creían que suavizando la posición del periódico
conseguirían que se revocase la sentencia de muerte ya decretada contra él, para dejar
la escena pública y retirarme a mi gabinete de estudio.
El primer trabajo que emprendí para resolver las dudas que me asaltaban fue una
revisión crítica de la Filosofía del derecho, de Hegel, trabajo cuya introducción apareció
en 1844 en los Anales Franco-alemanes (Deutsch-Französische Jahrbücher), que se
publicaban en París. Mis investigaciones me llevaron a la conclusión de que tanto las
relaciones jurídicas como las formas de Estado, no pueden comprenderse por sí mismas
ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario,
tienen sus raíces en las condiciones materiales de vida, cuyo conjunto resume Hegel,
siguiendo el ejemplo de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de
“sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscada en la economía
política. En Bruselas, a donde me trasladé en virtud de una orden de destierro dictada
por el señor Guizot, proseguí mis estudios de economía política iniciados en París. El
resultado general a que llegué y que, una vez alcanzado, sirvió de hilo conductor en mis
estudios, puede formularse brevemente de la siguiente manera: En la producción social
de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes
de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de
desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de
producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se
levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas
formas de la conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el
proceso de la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia del
1 Escrito: En 1859. Recuperado de https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm
2
hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, es su ser social el que determina
su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas
materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción
existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de
las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una
época de revolución social. Al cambiar la base económica se conmociona, más o menos
rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian
esas conmociones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en
las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud
propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o
filosóficas; en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren
conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos
juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas
épocas de conmoción por su conciencia. Por el contrario, hay que explicarse esta
conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las
fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social
desaparece antes que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de
ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las
condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia
sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos
que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos
sólo surgen cuando ya existen, o, por lo menos, se están gestando, las condiciones
materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas
épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción
asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de
producción son la última forma antagónica del proceso social de producción;
antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que
proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas
productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo
tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta
formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana…
V.I LENIN
CARLOS MARX1
LA DOCTRINA DE MARX
DOCTRINA ECONÓMICA
SOCIALISMO
LA DOCTRINA DE MARX
El marxismo es el sistema de las concepciones y de la
doctrina de Marx. Este continúa y corona genialmente
las tres principales corrientes ideológicas del siglo XIX,
que pertenecen a los tres países más avanzados de la
humanidad: la filosofía clásica alemana, la economía
política clásica inglesa y el socialismo francés, vinculado
a las doctrinas revolucionarias francesas en general. La
admirable coherencia y la integridad de sus concepciones
-cualidades reconocidas incluso por sus adversarios
-, que constituyen en su conjunto el materialismo
y el socialismo científicos contemporáneos como teoría
y programa del movimiento obrero de todos los países
civilizados del mundo, nos obligan a esbozar brevemente
su concepción del mundo en general antes de
exponer el contenido esencial del marxismo, o sea, la
doctrina económica de Marx.
El Materialismo Filosófico
1 Reseña de V.I. Lenin. Publicado por 1ª vez, en 1915, en el Diccionario
Enciclopédico Granat, 7a edición, tomo XXVIII. Recuperado
Desde 1844-1845, años en que se formaron
sus concepciones, Marx fue materialista y, especialmente,
partidario de Ludwig Feuerbach, cuyos puntos
débiles vio, más tarde, en la insuficiente consecuencia
y amplitud de su materialismo. Para Marx, la significación
histórica universal de Feuerbach, que “hizo
época”, residía precisamente en el hecho de haber roto
en forma resuelta con el idealismo de Hegel y proclamado
el materialismo, que ya “en el siglo XVIII, sobre
todo en Francia, representaba la lucha, no sólo contra
las instituciones políticas existentes y al mismo tiempo
contra la religión y la teología, sino también […] contra
la metafísica en general” (entendiendo por ella toda
“especulación ebria”, a diferencia de la “filosofía sobria”)
(La Sagrada Familia, en La herencia literaria ).
“Para Hegel -escribía Marx-, el proceso del pensamiento,
al que él convierte incluso, bajo el nombre de
idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo
real […]. Para mí lo ideal no es, por el contrario, más
que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del
hombre.” (C. Marx, El Capital, t. I, “Palabras finales a la
2a ed.”). Mostrándose plenamente de acuerdo con esta
filosofía materialista de Marx, F. Engels escribía lo siguiente,
al exponerla en su Anti-Dühring (véase), obra
cuyo manuscrito conoció Marx: … “La unidad del
mundo no existe en su ser, sino en su materialidad, que
ha sido demostrada […] en el largo y penoso desarrollo
de la filosofía y de las ciencias naturales […]. El movimiento
es la forma de existencia de la materia. Jamás,
ni en parte alguna, ha existido ni puede existir materia
sin movimiento, ni movimiento sin materia […]. Pero si
seguimos preguntando qué son y de dónde proceden
el pensar y la conciencia, nos encontramos con que son
productos del cerebro humano y con que el mismo
hombre no es más que un producto de la naturaleza,
que se ha desarrollado en un determinado ambiente
natural y junto con éste; por donde llegamos a la conclusión
lógica de que los productos del cerebro humano,
que en última instancia no son tampoco más
que productos de la naturaleza, no se contradicen, sino
que corresponden al resto de la concatenación de la
naturaleza”. “Hegel era idealista, es decir, que para él
de https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/leninobras-
1-3.pdf
2
las ideas de nuestra cabeza no son reflejos [Abbilder,
esto es, imágenes, pero a veces Engels habla de “reproducciones”]
más o menos abstractos de los objetos y
fenómenos de la realidad, sino que los objetos y su
desarrollo se le antojaban, por el contrario, imágenes
de una idea existentes no se sabe dónde, ya antes de
que existiese el mundo.” En Ludwig Feuerbach, obra en
la que Engels expone sus ideas y las de Marx sobre la
filosofía de Feuerbach, y cuyo original envió a la imprenta
después de revisar un antiguo manuscrito suyo
y de Marx, que databa de los años 1844-1845, sobre
Hegel, Feuerbach y la concepción materialista de la historia,
escribe Engels: “El gran problema cardinal de
toda filosofía, especialmente de la moderna, es el problema
de la relación entre el pensar y el ser, entre el
espíritu y la naturaleza […]. ¿Qué está primero: el espíritu
o la naturaleza? […] Los filósofos se dividieron en
dos grandes campos, según la contestación que diesen
a esta pregunta. Los que afirmaban que el espíritu estaba
antes que la naturaleza y que, por lo tanto, reconocían,
en última instancia, una creación del mundo
bajo una u otra forma […], constituyeron el campo del
idealismo. Los demás, los que reputaban la naturaleza
como principio fundamental, adhirieron a distintas escuelas
del materialismo”. Todo otro empleo de los conceptos
de idealismo y materialismo (en sentido filosófico)
sólo conduce a la confusión. Marx rechazaba enérgicamente,
no sólo el idealismo- vinculado siempre, de
un modo u otro, a la religión-, sino también los puntos
de vista de Hume y Kant, tan difundidos en nuestros
días, es decir, el agnosticismo, el criticismo y el positivismo
en sus diferentes formas; para Marx esta clase
de filosofía era una concesión “reaccionaria” al idealismo
y, en el mejor de los casos, una “manera vergonzante
de aceptar el materialismo bajo cuerda y renegar
de él públicamente”. Sobre esto puede consultarse,
además de las obras ya citadas de Engels y Marx, la
carta de este último a Engels, fechada el 12 de diciembre
de 1868, en la que habla de unas manifestaciones
del célebre naturalista T. Huxley. En ella, a la vez que
hace notar que Huxley se muestra “más materialista”
que de ordinario, y reconoce que “si observamos y pensamos
realmente, nunca podemos salirnos del materialismo”,
Marx le reprocha que deje abierto un “portillo”
al agnosticismo, a la filosofía de Hume. En particular
debemos destacar la concepción de Marx acerca de
las relaciones entre la libertad y la necesidad: “La necesidad
sólo es ciega en cuanto no se la comprende. La
libertad no es otra cosa que el conocimiento de la necesidad”
(Engels, Anti-Dühring), reconocimiento de la
sujeción objetiva de la naturaleza a leyes y de la trasformación
dialéctica de la necesidad en libertad (a la
par que de la trasformación de la “cosa en sí” no conocida
aún, pero cognoscible, en “cosa para nosotros”, de
la “esencia de las cosas” en “fenómenos”). El defecto
fundamental del “viejo” materialismo, incluido el de
Feuerbach (y con mayor razón aún el del materialismo
“vulgar” de Buchner, Vogt y Moleschott) consistía, según
Marx y Engels, en lo siguiente: 1) en que este materialismo
era “predominantemente mecanicista” y no
tenía en cuenta los últimos progresos de la química y
de la biología (a los que habría que agregar en nuestros
días los de la teoría eléctrica de la materia); 2) en que
el viejo materialismo no era histórico ni dialéctico (sino
metafísico, en el sentido de antidialéctico) y no mantenía
consecuentemente ni en todos sus aspectos el
punto de vista del desarrollo; 3) en que concebían “la
esencia del hombre” en forma abstracta, y no como el
“conjunto de las relaciones sociales” (históricamente
concretas y determinadas), por cuya razón se limitaban
a “explicar” el mundo cuando en realidad se trata de
“trasformar lo”; es decir, en que no comprendían la importancia
de la “actividad práctica revolucionaria”.
La Dialéctica
La dialéctica hegeliana, o sea, la doctrina más multilateral,
más rica en contenido y más profunda del desarrollo,
era para Marx y Engels la mayor conquista de la
filosofía clásica alemana. Toda otra formulación del
principio del desarrollo, de la evolución, les parecía unilateral
y pobre, deformadora y mutiladora de la verdadera
marcha del desarrollo en la naturaleza y en la sociedad
(marcha que a menudo se efectúa a través de
saltos, cataclismos y revoluciones). “Marx y yo fuimos
casi los únicos que nos planteamos la tarea de salvar
[del descalabro del idealismo, incluido el hegelianismo]
la dialéctica consciente para traerla a la concepción
3
materialista de la naturaleza.” “La naturaleza es la confirmación
de la dialéctica, y precisamente son las modernas
ciencias naturales las que nos han brindado un
extraordinario acervo de datos [¡y esto fue escrito antes
de que se descubriera el radio, los electrones, la
trasformación de los elementos, etc.!] y enriquecido
cada día que pasa, demostrando con ello que la naturaleza
se mueve, en última instancia, dialéctica, y no
metafísicamente.”
“La gran idea fundamental- escribe Engels- de que el
mundo no se compone de un conjunto de objetos terminados
y acabados, sino que representa en sí un conjunto
de procesos, en el que las cosas que parecen inmutables,
al igual que sus imágenes mentales en nuestro
cerebro, es decir, los conceptos, se hallan sujetos a
un continuo cambio, a un proceso de nacimiento y
muerte; esta gran idea fundamental se encuentra ya
tan arraigada desde Hegel en la conciencia común, que
apenas habrá alguien que la discuta en su forma general.
Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra aplicarla
en cada caso particular y en cada campo de investigación.”
“Para la filosofía dialéctica no existe nada establecido
de una vez para siempre, nada absoluto, consagrado.;
en todo ve lo que hay de perecedero, y no
deja en pie más que el proceso ininterrumpido del aparecer
y desaparecer, del infinito movimiento ascensional
de lo inferior a lo superior. Y esta misma filosofía es
un mero reflejo de ese proceso en el cerebro pensante.”
Así, pues, la dialéctica es, según Marx, “la ciencia
de las leyes generales del movimiento, tanto del
mundo exterior como del pensamiento humano”.
Este aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana
es el que Marx recoge y desarrolla. El materialismo dialéctico
“no necesita de ninguna filosofía situada por encima
de las demás ciencias”. De la filosofía anterior
queda en pie “la teoría del pensamiento y sus leyes, es
decir, la lógica formal y la dialéctica”. Y la dialéctica, tal
como la concibe Marx, y también según Hegel, abarca
lo que hoy se llama teoría del conocimiento o gnoseología,
ciencia que debe enfocar también su objeto
desde un punto de vista histórico, investigando y generalizando
los orígenes y el desarrollo del conocimiento,
y el paso de la falta de conocimiento al conocimiento.
En nuestro tiempo, la idea del desarrollo, de la evolución,
ha penetrado casi en su integridad en la conciencia
social, pero no a través de la filosofía de Hegel,
sino por otros caminos. Sin embargo, esta idea, tal
como la formularon Marx y Engels, apoyándose en Hegel,
es mucho más completa, mucho más rica en contenido
que la teoría de la evolución al uso. Es un desarrollo
que, al parecer, repite etapas ya recorridas, pero
de otro modo, sobre una base más alta (“negación de
la negación”), un desarrollo, por decirlo así, en espiral
y no en línea recta; un desarrollo que se opera en forma
de saltos, a través de cataclismos y revoluciones, que
significan “interrupciones de la gradualidad”; un desarrollo
que es trasformación de la cantidad en calidad,
impulsos internos de desarrollo originados por la contradicción,
por el choque de las diversas fuerzas y tendencias,
que actúan sobre determinado cuerpo, o dentro
de los límites de un fenómeno dado o en el seno de
una sociedad dada; interdependencia íntima e indisoluble
concatenación de todos los aspectos de cada fenómeno
(con la particularidad de que la historia pone
constantemente al descubierto nuevos aspectos), concatenación
que ofrece un proceso de movimiento
único, universal y sujeto a leyes; tales son algunos rasgos
de la dialéctica, teoría mucho más empapada de
contenido que la (habitual) doctrina de la evolución.
(Véase la carta de Marx a Engels del 8 de enero de
1868, en la que se mofa de las “rígidas tricotomías” de
Stein, que sería ridículo confundir con la dialéctica materialista.)
La Concepción Materialista
de la Historia
La conciencia de que el viejo materialismo era
una teoría inconsecuente, incompleta y unilateral llevó
a Marx a la convicción de que era indispensable “poner
en consonancia la ciencia de la sociedad con la base
materialista y reconstruirla sobre esta base”. Si el materialismo
en general explica la conciencia por el ser, y
no al contrario, aplicado a la vida social de la humanidad
exige que la conciencia social se explique por el ser
social. “La tecnología -dice Marx (en El Capital, t. I)-
pone al descubierto la relación activa del hombre con
la naturaleza, el proceso inmediato de producción de
4
su vida, y, a la vez, sus condiciones sociales de vida y de
las representaciones espirituales que de ellas se derivan.”
Y en el “prólogo a su Contribución a la crítica de
la economía política “, Marx ofrece una formulación integral
de las tesis fundamentales del materialismo aplicadas
a la sociedad humana y a su historia. He aquí sus
palabras:
“En la producción social de su vida, los hombres
contraen determinadas relaciones necesarias e independientes
de su voluntad, relaciones de producción
que corresponden a una determinada fase de desarrollo
de sus fuerzas productivas materiales.
“El conjunto de estas relaciones de producción
forma la estructura económica de la sociedad, la base
real sobre la que se erige una superestructura política
y jurídica, y a la que corresponden determinadas formas
de conciencia social. El modo de producción de la
vida material condiciona el proceso de la vida social,
política y espiritual en general. No es la conciencia del
hombre la que determina su ser, sino, por el contrario,
su ser social el que determina su conciencia. Al llegar a
una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas
materiales de la sociedad chocan con las relaciones
de producción existentes o, lo que no es más
que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto
hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas,
estas relaciones se convierten en trabas de
ellas. Y se abre así una época de revolución social. Al
cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos
rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida
sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones,
hay que distinguir siempre entre la revolución material
producida en las condiciones económicas de producción,
y que puede verificarse con la precisión propia de
las ciencias naturales, y las revoluciones jurídicas, políticas,
religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra,
de las formas ideológicas en que los hombres adquieren
conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.
“Y del mismo modo que no podemos juzgar a
un individuo por lo que él piensa de si, no podemos juzgar
tampoco estas épocas de revolución por su conciencia,
sino que, por el contrario, hay que explicarse
esta conciencia por las contradicciones de la vida material,
por el conflicto existente entre las fuerzas productivas
sociales y las relaciones de producción…”
“A grandes rasgos, podemos señalar como
otras tantas épocas de progreso en la formación económica
de la sociedad, el modo de producción asiático,
el antiguo, el feudal y el moderno burgués.” (Véase la
breve formulación que Marx da en su carta a Engels del
7 de julio de 1866: “Nuestra teoría de que la organización
del trabajo está determinada por los medios de
producción”.)
El descubrimiento de la concepción materialista
de la historia, o, mejor dicho, la consecuente aplicación
y extensión del materialismo al dominio de los
fenómenos sociales, superó los dos defectos fundamentales
de las viejas teorías de la historia. En primer
lugar, estas teorías solamente examinaban, en el mejor
de los casos, los móviles ideológicos de la actividad histórica
de los hombres, sin investigar el origen de esos
móviles, sin captar las leyes objetivas que rigen el desarrollo
del sistema de las relaciones sociales, ni ver las
raíces de éstas en el grado de desarrollo de la producción
material; en segundo lugar, las viejas teorías no
abarcaban precisamente las acciones de las masas de
la población, mientras que el materialismo histórico
permitió estudiar, por vez primera y con la exactitud de
las ciencias naturales, las condiciones sociales de la
vida de las masas y los cambios operados en estas condiciones.
La “sociología” y la historiografía anterior a
Marx proporcionaba, en el mejor de los casos, un cúmulo
de datos crudos, recopilados fragmentariamente,
y la descripción de aspectos aislados del proceso histórico.
El marxismo señaló el camino para un estudio global
y multilateral del proceso de aparición, desarrollo y
decadencia de las formaciones económico-sociales,
examinando el conjunto de todas las tendencias contradictorias
y reduciéndolas a las condiciones, perfectamente
determinables, de vida y de producción de las
distintas clases de la sociedad, eliminando el subjetivismo
y la arbitrariedad en la elección de las diversas
ideas “dominantes” o en la interpretación de ellas, y
5
poniendo al descubierto las raíces de todas las ideas sin
excepción y de las diversas tendencias que se manifiestan
en el estado de las fuerzas productivas materiales.
Los hombres hacen su propia historia, ¿pero qué determina
los móviles de estos hombres, y precisamente de
las masas humanas?; ¿qué es lo que provoca los choques
de ideas y las aspiraciones contradictorias?; ¿qué
representa el conjunto de todos estos choques que se
producen en la masa entera de las sociedades humanas?;
¿cuáles son las condiciones objetivas de producción
de la vida material que crean la base de toda la
actividad histórica de los hombres?; ¿cuál es la ley que
rige el desenvolvimiento de estas condiciones? Marx
concentró su atención en todo esto y trazó el camino
para estudiar científicamente la historia como un proceso
único, regido por leyes, en toda su inmensa diversidad
y con su carácter contradictorio.
La Lucha de Clases
Todo el mundo sabe que en cualquier sociedad las
aspiraciones de una parte de sus miembros chocan
abiertamente con las aspiraciones de otros, que la vida
social está llena de contradicciones, que la historia nos
muestra una lucha entre pueblos y sociedades, así
como en su propio seno; todo el mundo sabe también
que se suceden los períodos de revolución y reacción,
de paz y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso
o decadencia. El marxismo nos proporciona el
hilo conductor que permite descubrir una sujeción a leyes
en este aparente laberinto y caos, a saber: la teoría
de la lucha de clases. Sólo el estudio del conjunto de las
aspiraciones de todos los miembros de una sociedad
dada o de un grupo de sociedades, puede conducirnos
a una determinación científica del resultado de esas aspiraciones.
Ahora bien, la fuente de que brotan esas aspiraciones
contradictorias son siempre las diferencias
de situación y de condiciones de vida de las clases en
que se divide cada sociedad. “La historia de todas las
sociedades que han existido hasta nuestros días -dice
Marx en el Manifiesto Comunista (exceptuando la historia
del régimen de la comunidad primitiva, añade
más tarde Engels)- es la historia de las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores
y siervos, maestros y oficiales; en una palabra: opresores
y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron
una lucha constante, velada unas veces, y otras,
franca y abierta; lucha que terminó siempre con la trasformación
revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento
de las clases beligerantes […]. La moderna sociedad
burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la
sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de
clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las
viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha,
por otras nuevas. Nuestra época, la época de la
burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado
las contradicciones de clase. Toda la sociedad va
dividiéndose cada vez más en dos grandes campos
enemigos, en dos grandes clases que se enfrentan directamente:
la burguesía y el proletariado.” A partir de
la Gran Revolución Francesa, la historia de Europa pone
de relieve en distintos países, con especial evidencia, el
verdadero fondo de los acontecimientos, la lucha de
clases. Y ya en la época de la restauración se destacan
en Francia algunos historiadores (Thierry, Guizot, Mignet
y Thiers) que, al generalizar los acontecimientos, no
pudieron dejar de reconocer que la lucha de clases era
la clave para la comprensión de toda la historia francesa.
Y la época contemporánea, es decir, la época que
señala el triunfo completo de la burguesía y de las instituciones
representativas, del sufragio amplio (cuando
no universal), de la prensa diaria barata que llega a las
masas, etc., la época de las poderosas asociaciones
obreras y patronales cada vez más vastas, etc., pone de
manifiesto de un modo todavía más patente (aunque a
veces en forma unilateral, “pacífica” y “constitucional”)
que la lucha de clases es la fuerza motriz de los acontecimientos.
El siguiente pasaje del Manifiesto Comunista
nos revela lo que Marx exigía de la ciencia social en
cuanto al análisis objetivo de la situación de cada clase
en la sociedad moderna y en relación con el examen de
las condiciones de desarrollo de cada clase: “De todas
las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo
el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria.
Las demás clases van degenerando y desaparecen
con el desarrollo de la gran industria; el proletariado,
en cambio, es su producto más peculiar. Las capas
medias -el pequeño industrial, el pequeño comerciante,
el artesano y el campesino- todas ellas luchan
6
contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia
como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias,
sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias,
ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia.
Son revolucionarias únicamente cuando tienen
ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado;
defendiendo así, no sus intereses presentes,
sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus propios
puntos de vista para adoptar los del proletariado”.
(…)
LA DOCTRINA ECONÓMICA
DE MARX
“Y la finalidad última de esta obra - dice Marx en el
prólogo a El Capital- es, en efecto, descubrir la ley económica
que preside el movimiento de la sociedad moderna”,
es decir, de la sociedad capitalista, burguesa. El
estudio de las relaciones de producción de una sociedad
dada, históricamente determinada, en su aparición,
desarrollo y decadencia: tal es el contenido de la
doctrina económica de Marx. En la sociedad capitalista
impera la producción de mercancías; por eso, el análisis
de Marx empieza con el análisis de la mercancía.
El Valor
La mercancía es, en primer lugar, una cosa que satisface
una determinada necesidad humana y, en segundo
lugar, una cosa que se cambia por otra. La utilidad
de una cosa hace de ella un valor de uso. El valor
de cambio (o, sencillamente el valor) es, ante todo, la
relación o proporción en que se cambia cierto número
de valores de uso de una clase por un determinado número
de valores de uso de otra clase. La experiencia
diaria nos muestra que, a través de millones y miles de
millones de esos actos de intercambio, se equiparan
constantemente todo género de valores de uso, aun
los más diversos y menos equiparables entre sí. ¿Qué
es lo que tienen de común esos diversos objetos, que
constantemente son equiparados entre sí en determinado
sistema de relaciones sociales? Tienen de común
el que todos ellos son productos del trabajo. Al cambiar
sus productos, los hombres equiparan los más diversos
tipos de trabajo. La producción de mercancías es un sistema
de relaciones sociales en que los distintos productores
crean diversos productos (división social del
trabajo), y todos estos productos se equiparan entre sí
por medio del cambio. Por lo tanto, lo que todas las
mercancías encierran de común no es el trabajo concreto
de una determinada rama de producción, no es
un trabajo de determinado tipo, sino el trabajo humano
abstracto, el trabajo humano en general. Toda la
fuerza de trabajo de una sociedad dada, representada
por la suma de valores de todas las mercancías, es una
y la misma fuerza humana de trabajo; así lo evidencian
miles de millones de actos de cambio. Por consiguiente,
cada mercancía en particular no representa
más que una determinada parte del tiempo de trabajo
socialmente necesario. La magnitud del valor se determina
por la cantidad de trabajo socialmente necesario
o por el tiempo de trabajo socialmente necesario para
producir cierta mercancía o cierto valor de uso. “Al
equiparar unos con otros, en el cambio, sus diversos
productos, lo que hacen los hombres es equiparar entre
sí sus diversos trabajos como modalidades del trabajo
humano. No lo saben, pero lo hacen.” El valor es,
como dijo un viejo economista, una relación entre dos
personas; pero debió añadir simplemente: relación encubierta
por una envoltura material. Sólo partiendo del
sistema de relaciones sociales de producción de una
formación social históricamente determinada, relaciones
que se manifiestan en el fenómeno masivo del
cambio, repetido miles de millones de veces, podemos
comprender lo que es el valor. “Como valores, las mercancías
no son más que cantidades determinadas de
tiempo de trabajo coagulado.” Después de analizar en
detalle el doble carácter del trabajo materializado en
las mercancías, Marx pasa al análisis de la forma del valor
y del dinero. Con ello se propone, fundamentalmente,
investigar el origen de la forma monetaria del
valor, estudiar el proceso histórico de desenvolvimiento
del cambio, comenzando por las operaciones
sueltas y fortuitas de trueque (“forma simple, suelta o
fortuita del valor”, en que una cantidad de mercancía
es cambiada por otra) hasta remontarse a la forma universal
del valor, en que mercancías diferentes se cambian
por una mercancía concreta, siempre la misma, y
llegar a la forma monetaria del valor, en que la función
7
de esta mercancía, o sea, la función de equivalente universal,
la desempeña el oro. El dinero, producto supremo
del desarrollo del cambio y de la producción de
mercancías, disfraza y oculta el carácter social de los
trabajos privados, la concatenación social existente entre
los diversos productores unidos por el mercado.
Marx somete a un análisis extraordinariamente minucioso
las diversas funciones del dinero, debiendo advertirse,
pues tiene gran importancia, que en este caso
(como, en general, en todos los primeros capítulos de
El Capital) la forma abstracta de la exposición, que a
veces parece puramente deductiva, recoge en realidad
un gigantesco material basado en hechos sobre la historia
del desarrollo del cambio y de la producción de
mercancías. “El dinero presupone cierto nivel del cambio
de mercancías. Las diversas formas del dinero -simple
equivalente de mercancías o medio de circulación,
medio de pago, de atesoramiento y dinero mundial- señalan,
según el distinto volumen y predominio relativo
de tal o cual función, fases muy distintas del proceso
social de producción” (El Capital, I).
La Plusvalía
Al alcanzar la producción de mercancías determinado
grado de desarrollo, el dinero se convierte en capital.
La fórmula de la circulación de mercancías era: M
- D - M (mercancía-dinero-mercancía), o sea, venta de
una mercancía para comprar otra. Por el contrario, la
fórmula general del capital es D - M - D, o sea, la compra
para la venta (con ganancia). Marx llama plusvalía
a este incremento del valor primitivo del dinero que se
lanza a la circulación. Que el dinero lanzado a la circulación
capitalista “crece”, es un hecho conocido de
todo el mundo. Y precisamente ese “crecimiento” es lo
que convierte el dinero en capital, como relación social
de producción particular, históricamente determinada.
La plusvalía no puede brotar de la circulación de mercancías,
pues ésta sólo conoce el intercambio de equivalentes;
tampoco puede provenir de un alza de los
precios, pues las pérdidas y las ganancias recíprocas de
vendedores y compradores se equilibrarían; se trata de
un fenómeno masivo, medio, social, y no de un fenómeno
individual. Para obtener plusvalía “el poseedor
del dinero necesita encontrar en el mercado una mercancía
cuyo valor de uso posea la cualidad peculiar de
ser fuente de valor”, una mercancía cuyo proceso de
consumo sea, al mismo tiempo, proceso de creación de
valor. Y esta mercancía existe: es la fuerza de trabajo
del hombre. Su consumo es trabajo y el trabajo crea
valor. El poseedor del dinero compra la fuerza de trabajo
por su valor, valor que es determinado, como el
de cualquier otra mercancía, por el tiempo de trabajo
socialmente necesario para su producción (es decir,
por el costo del mantenimiento del obrero y su familia).
Una vez que ha comprado la fuerza de trabajo el poseedor
del dinero tiene derecho a consumirla, es decir,
a obligarla a trabajar durante un día entero, por ejemplo,
durante doce horas. En realidad, el obrero crea en
seis horas (tiempo de trabajo “necesario”) un producto
con el que cubre los gastos de su mantenimiento; durante
las seis horas restantes (tiempo de trabajo “suplementario”)
crea un “plusproducto” no retribuido
por el capitalista, que es la plusvalía. Por consiguiente,
desde el punto de vista del proceso de la producción,
en el capital hay que distinguir dos partes: capital constante,
invertido en medios de producción (máquinas,
instrumentos de trabajo, materias primas, etc.) - y cuyo
valor se trasfiere sin cambio de magnitud (de una vez o
en partes) a las mercancías producidas-, y capital variable,
invertido en fuerza de trabajo. El valor de este capital
no permanece invariable, sino que se acrecienta
en el proceso del trabajo, al crear la plusvalía. Por lo
tanto, para expresar el grado de explotación de la
fuerza de trabajo por el capital, tenemos que comparar
la plusvalía obtenida, no con el capital global, sino exclusivamente
con el capital variable. La cuota de plusvalía,
como llama Marx a esta relación, sería, pues, en
nuestro ejemplo, de 6:6, es decir, del 100 por ciento.
Las premisas históricas para la aparición del capital
son: primera, la acumulación de determinada suma de
dinero en manos de ciertas personas, con un nivel de
desarrollo relativamente alto de la producción de mercancías
en general, segunda, la existencia de obreros
“libres” en un doble sentido - libres de todas las trabas
o restricciones impuestas a la venta de la fuerza de trabajo,
y libres por carecer de tierra y, en general, de me8
dios de producción -, de obreros desposeídos, de obreros
“proletarios” que, para subsistir, no tienen más recursos
que la venta de su fuerza de trabajo.
Dos son los modos principales para poder incrementar
la plusvalía: mediante la prolongación de la jornada
de trabajo (“plusvalía absoluta”) y mediante la reducción
del tiempo de trabajo necesario (“plusvalía relativa”).
Al analizar el primer modo, Marx hace desfilar
ante nosotros el grandioso panorama de la lucha de la
clase obrera para reducir la jornada de trabajo y de la
intervención del poder estatal, primero para prolongarla
(en el período que media entre los siglos XIV y
XVII) y después para reducirla (legislación fabril del siglo
XIX). Desde la aparición de El Capital, la historia del
movimiento obrero de todos los países civilizados ha
aportado miles y miles de nuevos hechos que ilustran
este panorama.
Al proceder a su análisis de la producción de
plusvalía relativa, Marx investiga las tres etapas históricas
fundamenta les de la elevación de la productividad
del trabajo por el capitalismo: 1) la cooperación simple;
2) la división del trabajo y la manufactura; 3) la maquinaria
y la gran industria.
(…)
En el proceso de desarrollo del capitalismo y de
su trasformación en socialismo tiene una inmensa importancia
el que la parte del capital constante (en la
suma total del capital) se incremente con mayor rapidez
que la parte del capital variable.
Al acelerar el desplazamiento de los obreros por
la maquinaria, produciendo riqueza en un polo y miseria
en el polo opuesto, la acumulación del capital crea
también el llamado “ejército industrial de reserva”, el
“sobrante relativo” de obreros o “superpoblación capitalista”,
que reviste formas extraordinariamente diversas
y permite al capital ampliar la producción con singular
rapidez. Esta posibilidad, relacionada con el crédito
y la acumulación de capital en medios de producción,
nos proporciona, entre otras cosas, la clave para
comprender las crisis de superproducción, que estallan
periódicamente en los países capitalistas, primero cada
diez años, término medio, y luego con intervalos mayores
y menos precisos. De la acumulación del capital sobre
la base del capitalismo hay que distinguir la llamada
acumulación primitiva, que se lleva a cabo mediante la
separación violenta del trabajador de los medios de
producción, expulsión del campesino de su tierra, robo
de los terrenos comunales, sistema colonial, sistema de
la deuda pública, tarifas aduaneras proteccionistas,
etc. La “acumulación primitiva” crea en un polo al proletario
“libre” y en el otro al poseedor del dinero, el capitalista.
Marx caracteriza la “tendencia histórica de la acumulación
capitalista” con las famosas palabras siguientes:
“La expropiación del productor directo se lleva a
cabo con el más despiadado vandalismo y bajo el acicate
de las pasiones más infames, más sucias, más mezquinas
y más desenfrenadas. La propiedad privada,
fruto del propio trabajo [del campesino y del artesano],
y basada, por decirlo así, en la compenetración del
obrero individual e independiente con sus instrumentos
y medios de trabajo, es desplazada por la propiedad
privada capitalista, basada en la explotación de la
fuerza de trabajo ajena, aunque formalmente libre […].
Ahora ya no se trata de expropiar al trabajador dueño
de una economía independiente, sino de expropiar al
capitalista explotador de numerosos obreros. Esta expropiación
la lleva a cabo el juego de las leyes inmanentes
de la propia producción capitalista, la centralización
de los capitales. Un capitalista derrota a otros muchos.
Paralelamente con esta centralización del capital o expropiación
de muchos capitalistas por unos pocos, se
desarrolla en una escala cada vez mayor la forma
cooperativa del proceso de trabajo, la aplicación técnica
consciente de la ciencia, la explotación planificada
de la tierra, la trasformación de los medios de trabajo
en medios de trabajo utilizables sólo colectivamente, la
economía de todos los medios de producción al ser empleados
como medios de producción de un trabajo
combinado, social, la absorción de todos los países por
la red del mercado mundial y, como consecuencia de
esto, el carácter internacional del régimen capitalista.
Conforme disminuye progresivamente el número de
9
magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todos
los beneficios de este proceso de trasformación,
crece la masa de la miseria, de la opresión, del esclavizamiento,
de la degeneración, de la explotación; pero
crece también la rebeldía de la clase obrera, que es
aleccionada, unificada y organizada por el mecanismo
del propio proceso capitalista de producción.
El monopolio del capital se convierte en grillete del
modo de producción que ha crecido con él y bajo él. La
centralización de los medios de producción y la socialización
del trabajo llegan a un punto en que son ya incompatibles
con su envoltura capitalista. Esta envoltura
estalla. Suena la hora de la propiedad privada capitalista.
Los expropiadores son expropiados” (EI Capital,
t. I).
(…)
EL SOCIALISMO
Por lo expuesto, se ve que Marx llega a la conclusión
de que es inevitable la trasformación de la sociedad capitalista
en socialista basándose única y exclusivamente
en la ley económica del movimiento de la sociedad
moderna. La socialización del trabajo, que avanza
cada vez con mayor rapidez bajo miles de formas, y que
durante el medio siglo trascurrido desde la muerte de
Marx se manifiesta en forma muy palpable en el incremento
de la gran producción, de los cártels, los sindicatos
y los trusts capitalistas, y en el gigantesco crecimiento
del volumen y el poderío del capital financiero,
es la base material más importante del advenimiento
inevitable del socialismo. El motor intelectual y moral
de esta trasformación, su agente físico, es el proletariado,
educado por el propio capitalismo. Su lucha contra
la burguesía, que se manifiesta en las formas más
diversas, y cada vez más ricas en contenido, se convierte
inevitablemente en lucha política por la conquista
de su propio poder político (la “dictadura del
proletariado”). La socialización de la producción no
puede dejar de conducir a la trasformación de los medios
de producción en propiedad social, es decir, a la
“expropiación de los expropiadores”. La enorme elevación
de la productividad del trabajo, la reducción de la
jornada de trabajo y la sustitución de los vestigios, de
las ruinas de la pequeña producción, primitiva y desperdigada,
por el trabajo colectivo perfeccionado: tales
son las consecuencias directas de esa trasformación.
(…).
Sobre esa misma base histórica plantea el socialismo
de Marx los problemas de la nacionalidad y del Estado,
no limitándose a una explicación del pasado, sino previendo
audazmente el porvenir y en el sentido de una
intrépida actuación práctica encaminada a su realización.
Los estados nacionales son el fruto inevitable y,
además, una forma inevitable de la época burguesa de
desarrollo de la sociedad. Y la clase obrera no podía fortalecerse,
alcanzar su madurez y formarse, sin “organizarse
en el marco de la nación”, sin ser “nacional”
(“aunque de ningún modo en el sentido burgués”).
Pero el desarrollo del capitalismo va destruyendo cada
vez más las barreras nacionales, pone fin al aislamiento
nacional y sustituye los antagonismos nacionales por
los antagonismos de clase. Por eso es una verdad innegable
que en los países capitalistas adelantados “los
obreros no tienen patria” y que la “conjunción de los
esfuerzos” de los obreros, al menos de los países civilizados,
“es una de las primeras condiciones de la emancipación
del proletariado” (Manifiesto Comunista). El
Estado, es decir, la violencia organizada, surgió inevitablemente
en determinada fase del desarrollo social,
cuando la sociedad se dividió en clases antagónicas
y su existencia se hubiera hecho imposible sin un
“poder” situado, aparentemente, por encima de la sociedad
y hasta cierto punto separado de ella. El Estado,
fruto de los antagonismos de la clase, se convierte en
“el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente
dominante, que, con ayuda de él, se convierte
también en la clase políticamente dominante,
adquiriendo con ello nuevos medios para la represión
y la explotación de la clase oprimida. Así, el Estado de
la antigüedad era, ante todo, el Estado de los esclavistas,
para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal
era el órgano de que se valía la nobleza para tener
sujetos a los campesinos siervos, y el Moderno Estado
Representativo es el instrumento de que se sirve el capital
para explotar el trabajo asalariado” (Engels, El origen
de la familia, la propiedad privada y el Estado, obra
10
en la que el autor expone sus propias ideas y las de
Marx). Incluso la forma más libre y progresista del Estado
burgués, la república democrática, no suprime de
ningún modo este hecho; lo único que hace es variar su
forma (vínculos del gobierno con la Bolsa, corrupción -
directa o indirecta- de los funcionarios y de la prensa,
etc.). El socialismo, que conduce a la abolición de las
clases, conduce con ello a la supresión del Estado. “El
primer acto -escribe Engels en su Anti-Dühring- en que
el Estado se manifiesta efectivamente como representante
de la sociedad, la expropiación de los medios de
producción en nombre de la sociedad, es a la par su último
acto independiente como Estado. La intervención
del poder del Estado en las relaciones sociales se hará
superflua en un campo tras otro de la vida social y cesará
por sí misma. El gobierno sobre las personas será
sustituido por la administración de las cosas y por la dirección
de los procesos de producción. El Estado no
será “abolido, se extinguirá.”
“La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción
sobre la base de una asociación libre de productores
iguales, enviará toda la máquina del Estado al
lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de
antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce” (F.
Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado.)
(…)
LA TÁCTICA DE LA LUCHA DE
CLASE DEL PROLETARIADO
Después de esclarecer, ya en los años 1844-1845,
uno de los defectos fundamentales del antiguo materialismo,
que consiste en no comprender las condiciones
de la actividad revolucionaria práctica, ni apreciar
su importancia, Marx consagra, a lo largo de su vida,
una intensa atención, a la vez que a los trabajos teóricos,
a los problemas tácticos de la lucha de clase del
proletariado. Todas las obras de Marx, y en particular
los cuatro volúmenes de su correspondencia con Engels,
publicados en 1913, nos ofrecen a este respecto
una documentación copiosísima. (…)
La táctica del proletariado debe tener presente, en
cada grado de desarrollo, en cada momento, esta dialéctica
objetivamente inevitable de la historia humana;
por una parte, aprovechando las épocas de estancamiento
político o de desarrollo a paso de tortuga -la llamada
evolución “pacífica”- para elevar la conciencia, la
fuerza y la capacidad combativa de la clase avanzada, y
por otra parte, encauzando toda esta labor de aprovechamiento
hacia el “objetivo final” del movimiento de
dicha clase capacitándola para resolver prácticamente
las grandes tareas de los grandes días “en que estén
corporizados veinte años”. Sobre esta cuestión hay dos
apreciaciones de Marx que tienen gran importancia:
una, de la Miseria de la filosofía, se refiere a la lucha
económica y a las organizaciones económicas del proletariado;
la otra es del Manifiesto Comunista y se refiere
a sus tareas políticas. La primera dice así: “La gran
industria concentra en un solo lugar una multitud de
personas que se desconocen entre sí. La competencia
divide sus intereses. Pero la defensa de su salario, es
decir, este interés común frente a su patrono, los une
en una idea común de resistencia, de coalición […]. Las
coaliciones, al principio aisladas, forman grupos y la defensa
de sus asociaciones frente al capital, siempre
unido, acaba siendo para los obreros más necesaria
que la defensa de sus salarios […]. En esta lucha, que es
una verdadera guerra civil, se van aglutinando y desarrollando
todos los elementos para la batalla futura. Al
llegar a este punto, la coalición adquiere un carácter
político”. He aquí, ante nosotros, el programa y la táctica
de la lucha económica y del movimiento sindical
para varios decenios, para toda la larga época durante
la cual el proletariado prepara sus fuerzas “para la batalla
futura”. (…)
V.I LENIN
CARLOS MARX1
LA DOCTRINA DE MARX
DOCTRINA ECONÓMICA
SOCIALISMO
LA DOCTRINA DE MARX
El marxismo es el sistema de las concepciones y de la
doctrina de Marx. Este continúa y corona genialmente
las tres principales corrientes ideológicas del siglo XIX,
que pertenecen a los tres países más avanzados de la
humanidad: la filosofía clásica alemana, la economía
política clásica inglesa y el socialismo francés, vinculado
a las doctrinas revolucionarias francesas en general. La
admirable coherencia y la integridad de sus concepciones
-cualidades reconocidas incluso por sus adversarios
-, que constituyen en su conjunto el materialismo
y el socialismo científicos contemporáneos como teoría
y programa del movimiento obrero de todos los países
civilizados del mundo, nos obligan a esbozar brevemente
su concepción del mundo en general antes de
exponer el contenido esencial del marxismo, o sea, la
doctrina económica de Marx.
El Materialismo Filosófico
1 Reseña de V.I. Lenin. Publicado por 1ª vez, en 1915, en el Diccionario
Enciclopédico Granat, 7a edición, tomo XXVIII. Recuperado
Desde 1844-1845, años en que se formaron
sus concepciones, Marx fue materialista y, especialmente,
partidario de Ludwig Feuerbach, cuyos puntos
débiles vio, más tarde, en la insuficiente consecuencia
y amplitud de su materialismo. Para Marx, la significación
histórica universal de Feuerbach, que “hizo
época”, residía precisamente en el hecho de haber roto
en forma resuelta con el idealismo de Hegel y proclamado
el materialismo, que ya “en el siglo XVIII, sobre
todo en Francia, representaba la lucha, no sólo contra
las instituciones políticas existentes y al mismo tiempo
contra la religión y la teología, sino también […] contra
la metafísica en general” (entendiendo por ella toda
“especulación ebria”, a diferencia de la “filosofía sobria”)
(La Sagrada Familia, en La herencia literaria ).
“Para Hegel -escribía Marx-, el proceso del pensamiento,
al que él convierte incluso, bajo el nombre de
idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo
real […]. Para mí lo ideal no es, por el contrario, más
que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del
hombre.” (C. Marx, El Capital, t. I, “Palabras finales a la
2a ed.”). Mostrándose plenamente de acuerdo con esta
filosofía materialista de Marx, F. Engels escribía lo siguiente,
al exponerla en su Anti-Dühring (véase), obra
cuyo manuscrito conoció Marx: … “La unidad del
mundo no existe en su ser, sino en su materialidad, que
ha sido demostrada […] en el largo y penoso desarrollo
de la filosofía y de las ciencias naturales […]. El movimiento
es la forma de existencia de la materia. Jamás,
ni en parte alguna, ha existido ni puede existir materia
sin movimiento, ni movimiento sin materia […]. Pero si
seguimos preguntando qué son y de dónde proceden
el pensar y la conciencia, nos encontramos con que son
productos del cerebro humano y con que el mismo
hombre no es más que un producto de la naturaleza,
que se ha desarrollado en un determinado ambiente
natural y junto con éste; por donde llegamos a la conclusión
lógica de que los productos del cerebro humano,
que en última instancia no son tampoco más
que productos de la naturaleza, no se contradicen, sino
que corresponden al resto de la concatenación de la
naturaleza”. “Hegel era idealista, es decir, que para él
de https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/leninobras-
1-3.pdf
2
las ideas de nuestra cabeza no son reflejos [Abbilder,
esto es, imágenes, pero a veces Engels habla de “reproducciones”]
más o menos abstractos de los objetos y
fenómenos de la realidad, sino que los objetos y su
desarrollo se le antojaban, por el contrario, imágenes
de una idea existentes no se sabe dónde, ya antes de
que existiese el mundo.” En Ludwig Feuerbach, obra en
la que Engels expone sus ideas y las de Marx sobre la
filosofía de Feuerbach, y cuyo original envió a la imprenta
después de revisar un antiguo manuscrito suyo
y de Marx, que databa de los años 1844-1845, sobre
Hegel, Feuerbach y la concepción materialista de la historia,
escribe Engels: “El gran problema cardinal de
toda filosofía, especialmente de la moderna, es el problema
de la relación entre el pensar y el ser, entre el
espíritu y la naturaleza […]. ¿Qué está primero: el espíritu
o la naturaleza? […] Los filósofos se dividieron en
dos grandes campos, según la contestación que diesen
a esta pregunta. Los que afirmaban que el espíritu estaba
antes que la naturaleza y que, por lo tanto, reconocían,
en última instancia, una creación del mundo
bajo una u otra forma […], constituyeron el campo del
idealismo. Los demás, los que reputaban la naturaleza
como principio fundamental, adhirieron a distintas escuelas
del materialismo”. Todo otro empleo de los conceptos
de idealismo y materialismo (en sentido filosófico)
sólo conduce a la confusión. Marx rechazaba enérgicamente,
no sólo el idealismo- vinculado siempre, de
un modo u otro, a la religión-, sino también los puntos
de vista de Hume y Kant, tan difundidos en nuestros
días, es decir, el agnosticismo, el criticismo y el positivismo
en sus diferentes formas; para Marx esta clase
de filosofía era una concesión “reaccionaria” al idealismo
y, en el mejor de los casos, una “manera vergonzante
de aceptar el materialismo bajo cuerda y renegar
de él públicamente”. Sobre esto puede consultarse,
además de las obras ya citadas de Engels y Marx, la
carta de este último a Engels, fechada el 12 de diciembre
de 1868, en la que habla de unas manifestaciones
del célebre naturalista T. Huxley. En ella, a la vez que
hace notar que Huxley se muestra “más materialista”
que de ordinario, y reconoce que “si observamos y pensamos
realmente, nunca podemos salirnos del materialismo”,
Marx le reprocha que deje abierto un “portillo”
al agnosticismo, a la filosofía de Hume. En particular
debemos destacar la concepción de Marx acerca de
las relaciones entre la libertad y la necesidad: “La necesidad
sólo es ciega en cuanto no se la comprende. La
libertad no es otra cosa que el conocimiento de la necesidad”
(Engels, Anti-Dühring), reconocimiento de la
sujeción objetiva de la naturaleza a leyes y de la trasformación
dialéctica de la necesidad en libertad (a la
par que de la trasformación de la “cosa en sí” no conocida
aún, pero cognoscible, en “cosa para nosotros”, de
la “esencia de las cosas” en “fenómenos”). El defecto
fundamental del “viejo” materialismo, incluido el de
Feuerbach (y con mayor razón aún el del materialismo
“vulgar” de Buchner, Vogt y Moleschott) consistía, según
Marx y Engels, en lo siguiente: 1) en que este materialismo
era “predominantemente mecanicista” y no
tenía en cuenta los últimos progresos de la química y
de la biología (a los que habría que agregar en nuestros
días los de la teoría eléctrica de la materia); 2) en que
el viejo materialismo no era histórico ni dialéctico (sino
metafísico, en el sentido de antidialéctico) y no mantenía
consecuentemente ni en todos sus aspectos el
punto de vista del desarrollo; 3) en que concebían “la
esencia del hombre” en forma abstracta, y no como el
“conjunto de las relaciones sociales” (históricamente
concretas y determinadas), por cuya razón se limitaban
a “explicar” el mundo cuando en realidad se trata de
“trasformar lo”; es decir, en que no comprendían la importancia
de la “actividad práctica revolucionaria”.
La Dialéctica
La dialéctica hegeliana, o sea, la doctrina más multilateral,
más rica en contenido y más profunda del desarrollo,
era para Marx y Engels la mayor conquista de la
filosofía clásica alemana. Toda otra formulación del
principio del desarrollo, de la evolución, les parecía unilateral
y pobre, deformadora y mutiladora de la verdadera
marcha del desarrollo en la naturaleza y en la sociedad
(marcha que a menudo se efectúa a través de
saltos, cataclismos y revoluciones). “Marx y yo fuimos
casi los únicos que nos planteamos la tarea de salvar
[del descalabro del idealismo, incluido el hegelianismo]
la dialéctica consciente para traerla a la concepción
3
materialista de la naturaleza.” “La naturaleza es la confirmación
de la dialéctica, y precisamente son las modernas
ciencias naturales las que nos han brindado un
extraordinario acervo de datos [¡y esto fue escrito antes
de que se descubriera el radio, los electrones, la
trasformación de los elementos, etc.!] y enriquecido
cada día que pasa, demostrando con ello que la naturaleza
se mueve, en última instancia, dialéctica, y no
metafísicamente.”
“La gran idea fundamental- escribe Engels- de que el
mundo no se compone de un conjunto de objetos terminados
y acabados, sino que representa en sí un conjunto
de procesos, en el que las cosas que parecen inmutables,
al igual que sus imágenes mentales en nuestro
cerebro, es decir, los conceptos, se hallan sujetos a
un continuo cambio, a un proceso de nacimiento y
muerte; esta gran idea fundamental se encuentra ya
tan arraigada desde Hegel en la conciencia común, que
apenas habrá alguien que la discuta en su forma general.
Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra aplicarla
en cada caso particular y en cada campo de investigación.”
“Para la filosofía dialéctica no existe nada establecido
de una vez para siempre, nada absoluto, consagrado.;
en todo ve lo que hay de perecedero, y no
deja en pie más que el proceso ininterrumpido del aparecer
y desaparecer, del infinito movimiento ascensional
de lo inferior a lo superior. Y esta misma filosofía es
un mero reflejo de ese proceso en el cerebro pensante.”
Así, pues, la dialéctica es, según Marx, “la ciencia
de las leyes generales del movimiento, tanto del
mundo exterior como del pensamiento humano”.
Este aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana
es el que Marx recoge y desarrolla. El materialismo dialéctico
“no necesita de ninguna filosofía situada por encima
de las demás ciencias”. De la filosofía anterior
queda en pie “la teoría del pensamiento y sus leyes, es
decir, la lógica formal y la dialéctica”. Y la dialéctica, tal
como la concibe Marx, y también según Hegel, abarca
lo que hoy se llama teoría del conocimiento o gnoseología,
ciencia que debe enfocar también su objeto
desde un punto de vista histórico, investigando y generalizando
los orígenes y el desarrollo del conocimiento,
y el paso de la falta de conocimiento al conocimiento.
En nuestro tiempo, la idea del desarrollo, de la evolución,
ha penetrado casi en su integridad en la conciencia
social, pero no a través de la filosofía de Hegel,
sino por otros caminos. Sin embargo, esta idea, tal
como la formularon Marx y Engels, apoyándose en Hegel,
es mucho más completa, mucho más rica en contenido
que la teoría de la evolución al uso. Es un desarrollo
que, al parecer, repite etapas ya recorridas, pero
de otro modo, sobre una base más alta (“negación de
la negación”), un desarrollo, por decirlo así, en espiral
y no en línea recta; un desarrollo que se opera en forma
de saltos, a través de cataclismos y revoluciones, que
significan “interrupciones de la gradualidad”; un desarrollo
que es trasformación de la cantidad en calidad,
impulsos internos de desarrollo originados por la contradicción,
por el choque de las diversas fuerzas y tendencias,
que actúan sobre determinado cuerpo, o dentro
de los límites de un fenómeno dado o en el seno de
una sociedad dada; interdependencia íntima e indisoluble
concatenación de todos los aspectos de cada fenómeno
(con la particularidad de que la historia pone
constantemente al descubierto nuevos aspectos), concatenación
que ofrece un proceso de movimiento
único, universal y sujeto a leyes; tales son algunos rasgos
de la dialéctica, teoría mucho más empapada de
contenido que la (habitual) doctrina de la evolución.
(Véase la carta de Marx a Engels del 8 de enero de
1868, en la que se mofa de las “rígidas tricotomías” de
Stein, que sería ridículo confundir con la dialéctica materialista.)
La Concepción Materialista
de la Historia
La conciencia de que el viejo materialismo era
una teoría inconsecuente, incompleta y unilateral llevó
a Marx a la convicción de que era indispensable “poner
en consonancia la ciencia de la sociedad con la base
materialista y reconstruirla sobre esta base”. Si el materialismo
en general explica la conciencia por el ser, y
no al contrario, aplicado a la vida social de la humanidad
exige que la conciencia social se explique por el ser
social. “La tecnología -dice Marx (en El Capital, t. I)-
pone al descubierto la relación activa del hombre con
la naturaleza, el proceso inmediato de producción de
4
su vida, y, a la vez, sus condiciones sociales de vida y de
las representaciones espirituales que de ellas se derivan.”
Y en el “prólogo a su Contribución a la crítica de
la economía política “, Marx ofrece una formulación integral
de las tesis fundamentales del materialismo aplicadas
a la sociedad humana y a su historia. He aquí sus
palabras:
“En la producción social de su vida, los hombres
contraen determinadas relaciones necesarias e independientes
de su voluntad, relaciones de producción
que corresponden a una determinada fase de desarrollo
de sus fuerzas productivas materiales.
“El conjunto de estas relaciones de producción
forma la estructura económica de la sociedad, la base
real sobre la que se erige una superestructura política
y jurídica, y a la que corresponden determinadas formas
de conciencia social. El modo de producción de la
vida material condiciona el proceso de la vida social,
política y espiritual en general. No es la conciencia del
hombre la que determina su ser, sino, por el contrario,
su ser social el que determina su conciencia. Al llegar a
una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas
materiales de la sociedad chocan con las relaciones
de producción existentes o, lo que no es más
que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto
hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas,
estas relaciones se convierten en trabas de
ellas. Y se abre así una época de revolución social. Al
cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos
rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida
sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones,
hay que distinguir siempre entre la revolución material
producida en las condiciones económicas de producción,
y que puede verificarse con la precisión propia de
las ciencias naturales, y las revoluciones jurídicas, políticas,
religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra,
de las formas ideológicas en que los hombres adquieren
conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.
“Y del mismo modo que no podemos juzgar a
un individuo por lo que él piensa de si, no podemos juzgar
tampoco estas épocas de revolución por su conciencia,
sino que, por el contrario, hay que explicarse
esta conciencia por las contradicciones de la vida material,
por el conflicto existente entre las fuerzas productivas
sociales y las relaciones de producción…”
“A grandes rasgos, podemos señalar como
otras tantas épocas de progreso en la formación económica
de la sociedad, el modo de producción asiático,
el antiguo, el feudal y el moderno burgués.” (Véase la
breve formulación que Marx da en su carta a Engels del
7 de julio de 1866: “Nuestra teoría de que la organización
del trabajo está determinada por los medios de
producción”.)
El descubrimiento de la concepción materialista
de la historia, o, mejor dicho, la consecuente aplicación
y extensión del materialismo al dominio de los
fenómenos sociales, superó los dos defectos fundamentales
de las viejas teorías de la historia. En primer
lugar, estas teorías solamente examinaban, en el mejor
de los casos, los móviles ideológicos de la actividad histórica
de los hombres, sin investigar el origen de esos
móviles, sin captar las leyes objetivas que rigen el desarrollo
del sistema de las relaciones sociales, ni ver las
raíces de éstas en el grado de desarrollo de la producción
material; en segundo lugar, las viejas teorías no
abarcaban precisamente las acciones de las masas de
la población, mientras que el materialismo histórico
permitió estudiar, por vez primera y con la exactitud de
las ciencias naturales, las condiciones sociales de la
vida de las masas y los cambios operados en estas condiciones.
La “sociología” y la historiografía anterior a
Marx proporcionaba, en el mejor de los casos, un cúmulo
de datos crudos, recopilados fragmentariamente,
y la descripción de aspectos aislados del proceso histórico.
El marxismo señaló el camino para un estudio global
y multilateral del proceso de aparición, desarrollo y
decadencia de las formaciones económico-sociales,
examinando el conjunto de todas las tendencias contradictorias
y reduciéndolas a las condiciones, perfectamente
determinables, de vida y de producción de las
distintas clases de la sociedad, eliminando el subjetivismo
y la arbitrariedad en la elección de las diversas
ideas “dominantes” o en la interpretación de ellas, y
5
poniendo al descubierto las raíces de todas las ideas sin
excepción y de las diversas tendencias que se manifiestan
en el estado de las fuerzas productivas materiales.
Los hombres hacen su propia historia, ¿pero qué determina
los móviles de estos hombres, y precisamente de
las masas humanas?; ¿qué es lo que provoca los choques
de ideas y las aspiraciones contradictorias?; ¿qué
representa el conjunto de todos estos choques que se
producen en la masa entera de las sociedades humanas?;
¿cuáles son las condiciones objetivas de producción
de la vida material que crean la base de toda la
actividad histórica de los hombres?; ¿cuál es la ley que
rige el desenvolvimiento de estas condiciones? Marx
concentró su atención en todo esto y trazó el camino
para estudiar científicamente la historia como un proceso
único, regido por leyes, en toda su inmensa diversidad
y con su carácter contradictorio.
La Lucha de Clases
Todo el mundo sabe que en cualquier sociedad las
aspiraciones de una parte de sus miembros chocan
abiertamente con las aspiraciones de otros, que la vida
social está llena de contradicciones, que la historia nos
muestra una lucha entre pueblos y sociedades, así
como en su propio seno; todo el mundo sabe también
que se suceden los períodos de revolución y reacción,
de paz y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso
o decadencia. El marxismo nos proporciona el
hilo conductor que permite descubrir una sujeción a leyes
en este aparente laberinto y caos, a saber: la teoría
de la lucha de clases. Sólo el estudio del conjunto de las
aspiraciones de todos los miembros de una sociedad
dada o de un grupo de sociedades, puede conducirnos
a una determinación científica del resultado de esas aspiraciones.
Ahora bien, la fuente de que brotan esas aspiraciones
contradictorias son siempre las diferencias
de situación y de condiciones de vida de las clases en
que se divide cada sociedad. “La historia de todas las
sociedades que han existido hasta nuestros días -dice
Marx en el Manifiesto Comunista (exceptuando la historia
del régimen de la comunidad primitiva, añade
más tarde Engels)- es la historia de las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores
y siervos, maestros y oficiales; en una palabra: opresores
y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron
una lucha constante, velada unas veces, y otras,
franca y abierta; lucha que terminó siempre con la trasformación
revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento
de las clases beligerantes […]. La moderna sociedad
burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la
sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de
clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las
viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha,
por otras nuevas. Nuestra época, la época de la
burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado
las contradicciones de clase. Toda la sociedad va
dividiéndose cada vez más en dos grandes campos
enemigos, en dos grandes clases que se enfrentan directamente:
la burguesía y el proletariado.” A partir de
la Gran Revolución Francesa, la historia de Europa pone
de relieve en distintos países, con especial evidencia, el
verdadero fondo de los acontecimientos, la lucha de
clases. Y ya en la época de la restauración se destacan
en Francia algunos historiadores (Thierry, Guizot, Mignet
y Thiers) que, al generalizar los acontecimientos, no
pudieron dejar de reconocer que la lucha de clases era
la clave para la comprensión de toda la historia francesa.
Y la época contemporánea, es decir, la época que
señala el triunfo completo de la burguesía y de las instituciones
representativas, del sufragio amplio (cuando
no universal), de la prensa diaria barata que llega a las
masas, etc., la época de las poderosas asociaciones
obreras y patronales cada vez más vastas, etc., pone de
manifiesto de un modo todavía más patente (aunque a
veces en forma unilateral, “pacífica” y “constitucional”)
que la lucha de clases es la fuerza motriz de los acontecimientos.
El siguiente pasaje del Manifiesto Comunista
nos revela lo que Marx exigía de la ciencia social en
cuanto al análisis objetivo de la situación de cada clase
en la sociedad moderna y en relación con el examen de
las condiciones de desarrollo de cada clase: “De todas
las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo
el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria.
Las demás clases van degenerando y desaparecen
con el desarrollo de la gran industria; el proletariado,
en cambio, es su producto más peculiar. Las capas
medias -el pequeño industrial, el pequeño comerciante,
el artesano y el campesino- todas ellas luchan
6
contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia
como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias,
sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias,
ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia.
Son revolucionarias únicamente cuando tienen
ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado;
defendiendo así, no sus intereses presentes,
sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus propios
puntos de vista para adoptar los del proletariado”.
(…)
LA DOCTRINA ECONÓMICA
DE MARX
“Y la finalidad última de esta obra - dice Marx en el
prólogo a El Capital- es, en efecto, descubrir la ley económica
que preside el movimiento de la sociedad moderna”,
es decir, de la sociedad capitalista, burguesa. El
estudio de las relaciones de producción de una sociedad
dada, históricamente determinada, en su aparición,
desarrollo y decadencia: tal es el contenido de la
doctrina económica de Marx. En la sociedad capitalista
impera la producción de mercancías; por eso, el análisis
de Marx empieza con el análisis de la mercancía.
El Valor
La mercancía es, en primer lugar, una cosa que satisface
una determinada necesidad humana y, en segundo
lugar, una cosa que se cambia por otra. La utilidad
de una cosa hace de ella un valor de uso. El valor
de cambio (o, sencillamente el valor) es, ante todo, la
relación o proporción en que se cambia cierto número
de valores de uso de una clase por un determinado número
de valores de uso de otra clase. La experiencia
diaria nos muestra que, a través de millones y miles de
millones de esos actos de intercambio, se equiparan
constantemente todo género de valores de uso, aun
los más diversos y menos equiparables entre sí. ¿Qué
es lo que tienen de común esos diversos objetos, que
constantemente son equiparados entre sí en determinado
sistema de relaciones sociales? Tienen de común
el que todos ellos son productos del trabajo. Al cambiar
sus productos, los hombres equiparan los más diversos
tipos de trabajo. La producción de mercancías es un sistema
de relaciones sociales en que los distintos productores
crean diversos productos (división social del
trabajo), y todos estos productos se equiparan entre sí
por medio del cambio. Por lo tanto, lo que todas las
mercancías encierran de común no es el trabajo concreto
de una determinada rama de producción, no es
un trabajo de determinado tipo, sino el trabajo humano
abstracto, el trabajo humano en general. Toda la
fuerza de trabajo de una sociedad dada, representada
por la suma de valores de todas las mercancías, es una
y la misma fuerza humana de trabajo; así lo evidencian
miles de millones de actos de cambio. Por consiguiente,
cada mercancía en particular no representa
más que una determinada parte del tiempo de trabajo
socialmente necesario. La magnitud del valor se determina
por la cantidad de trabajo socialmente necesario
o por el tiempo de trabajo socialmente necesario para
producir cierta mercancía o cierto valor de uso. “Al
equiparar unos con otros, en el cambio, sus diversos
productos, lo que hacen los hombres es equiparar entre
sí sus diversos trabajos como modalidades del trabajo
humano. No lo saben, pero lo hacen.” El valor es,
como dijo un viejo economista, una relación entre dos
personas; pero debió añadir simplemente: relación encubierta
por una envoltura material. Sólo partiendo del
sistema de relaciones sociales de producción de una
formación social históricamente determinada, relaciones
que se manifiestan en el fenómeno masivo del
cambio, repetido miles de millones de veces, podemos
comprender lo que es el valor. “Como valores, las mercancías
no son más que cantidades determinadas de
tiempo de trabajo coagulado.” Después de analizar en
detalle el doble carácter del trabajo materializado en
las mercancías, Marx pasa al análisis de la forma del valor
y del dinero. Con ello se propone, fundamentalmente,
investigar el origen de la forma monetaria del
valor, estudiar el proceso histórico de desenvolvimiento
del cambio, comenzando por las operaciones
sueltas y fortuitas de trueque (“forma simple, suelta o
fortuita del valor”, en que una cantidad de mercancía
es cambiada por otra) hasta remontarse a la forma universal
del valor, en que mercancías diferentes se cambian
por una mercancía concreta, siempre la misma, y
llegar a la forma monetaria del valor, en que la función
7
de esta mercancía, o sea, la función de equivalente universal,
la desempeña el oro. El dinero, producto supremo
del desarrollo del cambio y de la producción de
mercancías, disfraza y oculta el carácter social de los
trabajos privados, la concatenación social existente entre
los diversos productores unidos por el mercado.
Marx somete a un análisis extraordinariamente minucioso
las diversas funciones del dinero, debiendo advertirse,
pues tiene gran importancia, que en este caso
(como, en general, en todos los primeros capítulos de
El Capital) la forma abstracta de la exposición, que a
veces parece puramente deductiva, recoge en realidad
un gigantesco material basado en hechos sobre la historia
del desarrollo del cambio y de la producción de
mercancías. “El dinero presupone cierto nivel del cambio
de mercancías. Las diversas formas del dinero -simple
equivalente de mercancías o medio de circulación,
medio de pago, de atesoramiento y dinero mundial- señalan,
según el distinto volumen y predominio relativo
de tal o cual función, fases muy distintas del proceso
social de producción” (El Capital, I).
La Plusvalía
Al alcanzar la producción de mercancías determinado
grado de desarrollo, el dinero se convierte en capital.
La fórmula de la circulación de mercancías era: M
- D - M (mercancía-dinero-mercancía), o sea, venta de
una mercancía para comprar otra. Por el contrario, la
fórmula general del capital es D - M - D, o sea, la compra
para la venta (con ganancia). Marx llama plusvalía
a este incremento del valor primitivo del dinero que se
lanza a la circulación. Que el dinero lanzado a la circulación
capitalista “crece”, es un hecho conocido de
todo el mundo. Y precisamente ese “crecimiento” es lo
que convierte el dinero en capital, como relación social
de producción particular, históricamente determinada.
La plusvalía no puede brotar de la circulación de mercancías,
pues ésta sólo conoce el intercambio de equivalentes;
tampoco puede provenir de un alza de los
precios, pues las pérdidas y las ganancias recíprocas de
vendedores y compradores se equilibrarían; se trata de
un fenómeno masivo, medio, social, y no de un fenómeno
individual. Para obtener plusvalía “el poseedor
del dinero necesita encontrar en el mercado una mercancía
cuyo valor de uso posea la cualidad peculiar de
ser fuente de valor”, una mercancía cuyo proceso de
consumo sea, al mismo tiempo, proceso de creación de
valor. Y esta mercancía existe: es la fuerza de trabajo
del hombre. Su consumo es trabajo y el trabajo crea
valor. El poseedor del dinero compra la fuerza de trabajo
por su valor, valor que es determinado, como el
de cualquier otra mercancía, por el tiempo de trabajo
socialmente necesario para su producción (es decir,
por el costo del mantenimiento del obrero y su familia).
Una vez que ha comprado la fuerza de trabajo el poseedor
del dinero tiene derecho a consumirla, es decir,
a obligarla a trabajar durante un día entero, por ejemplo,
durante doce horas. En realidad, el obrero crea en
seis horas (tiempo de trabajo “necesario”) un producto
con el que cubre los gastos de su mantenimiento; durante
las seis horas restantes (tiempo de trabajo “suplementario”)
crea un “plusproducto” no retribuido
por el capitalista, que es la plusvalía. Por consiguiente,
desde el punto de vista del proceso de la producción,
en el capital hay que distinguir dos partes: capital constante,
invertido en medios de producción (máquinas,
instrumentos de trabajo, materias primas, etc.) - y cuyo
valor se trasfiere sin cambio de magnitud (de una vez o
en partes) a las mercancías producidas-, y capital variable,
invertido en fuerza de trabajo. El valor de este capital
no permanece invariable, sino que se acrecienta
en el proceso del trabajo, al crear la plusvalía. Por lo
tanto, para expresar el grado de explotación de la
fuerza de trabajo por el capital, tenemos que comparar
la plusvalía obtenida, no con el capital global, sino exclusivamente
con el capital variable. La cuota de plusvalía,
como llama Marx a esta relación, sería, pues, en
nuestro ejemplo, de 6:6, es decir, del 100 por ciento.
Las premisas históricas para la aparición del capital
son: primera, la acumulación de determinada suma de
dinero en manos de ciertas personas, con un nivel de
desarrollo relativamente alto de la producción de mercancías
en general, segunda, la existencia de obreros
“libres” en un doble sentido - libres de todas las trabas
o restricciones impuestas a la venta de la fuerza de trabajo,
y libres por carecer de tierra y, en general, de me8
dios de producción -, de obreros desposeídos, de obreros
“proletarios” que, para subsistir, no tienen más recursos
que la venta de su fuerza de trabajo.
Dos son los modos principales para poder incrementar
la plusvalía: mediante la prolongación de la jornada
de trabajo (“plusvalía absoluta”) y mediante la reducción
del tiempo de trabajo necesario (“plusvalía relativa”).
Al analizar el primer modo, Marx hace desfilar
ante nosotros el grandioso panorama de la lucha de la
clase obrera para reducir la jornada de trabajo y de la
intervención del poder estatal, primero para prolongarla
(en el período que media entre los siglos XIV y
XVII) y después para reducirla (legislación fabril del siglo
XIX). Desde la aparición de El Capital, la historia del
movimiento obrero de todos los países civilizados ha
aportado miles y miles de nuevos hechos que ilustran
este panorama.
Al proceder a su análisis de la producción de
plusvalía relativa, Marx investiga las tres etapas históricas
fundamenta les de la elevación de la productividad
del trabajo por el capitalismo: 1) la cooperación simple;
2) la división del trabajo y la manufactura; 3) la maquinaria
y la gran industria.
(…)
En el proceso de desarrollo del capitalismo y de
su trasformación en socialismo tiene una inmensa importancia
el que la parte del capital constante (en la
suma total del capital) se incremente con mayor rapidez
que la parte del capital variable.
Al acelerar el desplazamiento de los obreros por
la maquinaria, produciendo riqueza en un polo y miseria
en el polo opuesto, la acumulación del capital crea
también el llamado “ejército industrial de reserva”, el
“sobrante relativo” de obreros o “superpoblación capitalista”,
que reviste formas extraordinariamente diversas
y permite al capital ampliar la producción con singular
rapidez. Esta posibilidad, relacionada con el crédito
y la acumulación de capital en medios de producción,
nos proporciona, entre otras cosas, la clave para
comprender las crisis de superproducción, que estallan
periódicamente en los países capitalistas, primero cada
diez años, término medio, y luego con intervalos mayores
y menos precisos. De la acumulación del capital sobre
la base del capitalismo hay que distinguir la llamada
acumulación primitiva, que se lleva a cabo mediante la
separación violenta del trabajador de los medios de
producción, expulsión del campesino de su tierra, robo
de los terrenos comunales, sistema colonial, sistema de
la deuda pública, tarifas aduaneras proteccionistas,
etc. La “acumulación primitiva” crea en un polo al proletario
“libre” y en el otro al poseedor del dinero, el capitalista.
Marx caracteriza la “tendencia histórica de la acumulación
capitalista” con las famosas palabras siguientes:
“La expropiación del productor directo se lleva a
cabo con el más despiadado vandalismo y bajo el acicate
de las pasiones más infames, más sucias, más mezquinas
y más desenfrenadas. La propiedad privada,
fruto del propio trabajo [del campesino y del artesano],
y basada, por decirlo así, en la compenetración del
obrero individual e independiente con sus instrumentos
y medios de trabajo, es desplazada por la propiedad
privada capitalista, basada en la explotación de la
fuerza de trabajo ajena, aunque formalmente libre […].
Ahora ya no se trata de expropiar al trabajador dueño
de una economía independiente, sino de expropiar al
capitalista explotador de numerosos obreros. Esta expropiación
la lleva a cabo el juego de las leyes inmanentes
de la propia producción capitalista, la centralización
de los capitales. Un capitalista derrota a otros muchos.
Paralelamente con esta centralización del capital o expropiación
de muchos capitalistas por unos pocos, se
desarrolla en una escala cada vez mayor la forma
cooperativa del proceso de trabajo, la aplicación técnica
consciente de la ciencia, la explotación planificada
de la tierra, la trasformación de los medios de trabajo
en medios de trabajo utilizables sólo colectivamente, la
economía de todos los medios de producción al ser empleados
como medios de producción de un trabajo
combinado, social, la absorción de todos los países por
la red del mercado mundial y, como consecuencia de
esto, el carácter internacional del régimen capitalista.
Conforme disminuye progresivamente el número de
9
magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todos
los beneficios de este proceso de trasformación,
crece la masa de la miseria, de la opresión, del esclavizamiento,
de la degeneración, de la explotación; pero
crece también la rebeldía de la clase obrera, que es
aleccionada, unificada y organizada por el mecanismo
del propio proceso capitalista de producción.
El monopolio del capital se convierte en grillete del
modo de producción que ha crecido con él y bajo él. La
centralización de los medios de producción y la socialización
del trabajo llegan a un punto en que son ya incompatibles
con su envoltura capitalista. Esta envoltura
estalla. Suena la hora de la propiedad privada capitalista.
Los expropiadores son expropiados” (EI Capital,
t. I).
(…)
EL SOCIALISMO
Por lo expuesto, se ve que Marx llega a la conclusión
de que es inevitable la trasformación de la sociedad capitalista
en socialista basándose única y exclusivamente
en la ley económica del movimiento de la sociedad
moderna. La socialización del trabajo, que avanza
cada vez con mayor rapidez bajo miles de formas, y que
durante el medio siglo trascurrido desde la muerte de
Marx se manifiesta en forma muy palpable en el incremento
de la gran producción, de los cártels, los sindicatos
y los trusts capitalistas, y en el gigantesco crecimiento
del volumen y el poderío del capital financiero,
es la base material más importante del advenimiento
inevitable del socialismo. El motor intelectual y moral
de esta trasformación, su agente físico, es el proletariado,
educado por el propio capitalismo. Su lucha contra
la burguesía, que se manifiesta en las formas más
diversas, y cada vez más ricas en contenido, se convierte
inevitablemente en lucha política por la conquista
de su propio poder político (la “dictadura del
proletariado”). La socialización de la producción no
puede dejar de conducir a la trasformación de los medios
de producción en propiedad social, es decir, a la
“expropiación de los expropiadores”. La enorme elevación
de la productividad del trabajo, la reducción de la
jornada de trabajo y la sustitución de los vestigios, de
las ruinas de la pequeña producción, primitiva y desperdigada,
por el trabajo colectivo perfeccionado: tales
son las consecuencias directas de esa trasformación.
(…).
Sobre esa misma base histórica plantea el socialismo
de Marx los problemas de la nacionalidad y del Estado,
no limitándose a una explicación del pasado, sino previendo
audazmente el porvenir y en el sentido de una
intrépida actuación práctica encaminada a su realización.
Los estados nacionales son el fruto inevitable y,
además, una forma inevitable de la época burguesa de
desarrollo de la sociedad. Y la clase obrera no podía fortalecerse,
alcanzar su madurez y formarse, sin “organizarse
en el marco de la nación”, sin ser “nacional”
(“aunque de ningún modo en el sentido burgués”).
Pero el desarrollo del capitalismo va destruyendo cada
vez más las barreras nacionales, pone fin al aislamiento
nacional y sustituye los antagonismos nacionales por
los antagonismos de clase. Por eso es una verdad innegable
que en los países capitalistas adelantados “los
obreros no tienen patria” y que la “conjunción de los
esfuerzos” de los obreros, al menos de los países civilizados,
“es una de las primeras condiciones de la emancipación
del proletariado” (Manifiesto Comunista). El
Estado, es decir, la violencia organizada, surgió inevitablemente
en determinada fase del desarrollo social,
cuando la sociedad se dividió en clases antagónicas
y su existencia se hubiera hecho imposible sin un
“poder” situado, aparentemente, por encima de la sociedad
y hasta cierto punto separado de ella. El Estado,
fruto de los antagonismos de la clase, se convierte en
“el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente
dominante, que, con ayuda de él, se convierte
también en la clase políticamente dominante,
adquiriendo con ello nuevos medios para la represión
y la explotación de la clase oprimida. Así, el Estado de
la antigüedad era, ante todo, el Estado de los esclavistas,
para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal
era el órgano de que se valía la nobleza para tener
sujetos a los campesinos siervos, y el Moderno Estado
Representativo es el instrumento de que se sirve el capital
para explotar el trabajo asalariado” (Engels, El origen
de la familia, la propiedad privada y el Estado, obra
10
en la que el autor expone sus propias ideas y las de
Marx). Incluso la forma más libre y progresista del Estado
burgués, la república democrática, no suprime de
ningún modo este hecho; lo único que hace es variar su
forma (vínculos del gobierno con la Bolsa, corrupción -
directa o indirecta- de los funcionarios y de la prensa,
etc.). El socialismo, que conduce a la abolición de las
clases, conduce con ello a la supresión del Estado. “El
primer acto -escribe Engels en su Anti-Dühring- en que
el Estado se manifiesta efectivamente como representante
de la sociedad, la expropiación de los medios de
producción en nombre de la sociedad, es a la par su último
acto independiente como Estado. La intervención
del poder del Estado en las relaciones sociales se hará
superflua en un campo tras otro de la vida social y cesará
por sí misma. El gobierno sobre las personas será
sustituido por la administración de las cosas y por la dirección
de los procesos de producción. El Estado no
será “abolido, se extinguirá.”
“La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción
sobre la base de una asociación libre de productores
iguales, enviará toda la máquina del Estado al
lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de
antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce” (F.
Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado.)
(…)
LA TÁCTICA DE LA LUCHA DE
CLASE DEL PROLETARIADO
Después de esclarecer, ya en los años 1844-1845,
uno de los defectos fundamentales del antiguo materialismo,
que consiste en no comprender las condiciones
de la actividad revolucionaria práctica, ni apreciar
su importancia, Marx consagra, a lo largo de su vida,
una intensa atención, a la vez que a los trabajos teóricos,
a los problemas tácticos de la lucha de clase del
proletariado. Todas las obras de Marx, y en particular
los cuatro volúmenes de su correspondencia con Engels,
publicados en 1913, nos ofrecen a este respecto
una documentación copiosísima. (…)
La táctica del proletariado debe tener presente, en
cada grado de desarrollo, en cada momento, esta dialéctica
objetivamente inevitable de la historia humana;
por una parte, aprovechando las épocas de estancamiento
político o de desarrollo a paso de tortuga -la llamada
evolución “pacífica”- para elevar la conciencia, la
fuerza y la capacidad combativa de la clase avanzada, y
por otra parte, encauzando toda esta labor de aprovechamiento
hacia el “objetivo final” del movimiento de
dicha clase capacitándola para resolver prácticamente
las grandes tareas de los grandes días “en que estén
corporizados veinte años”. Sobre esta cuestión hay dos
apreciaciones de Marx que tienen gran importancia:
una, de la Miseria de la filosofía, se refiere a la lucha
económica y a las organizaciones económicas del proletariado;
la otra es del Manifiesto Comunista y se refiere
a sus tareas políticas. La primera dice así: “La gran
industria concentra en un solo lugar una multitud de
personas que se desconocen entre sí. La competencia
divide sus intereses. Pero la defensa de su salario, es
decir, este interés común frente a su patrono, los une
en una idea común de resistencia, de coalición […]. Las
coaliciones, al principio aisladas, forman grupos y la defensa
de sus asociaciones frente al capital, siempre
unido, acaba siendo para los obreros más necesaria
que la defensa de sus salarios […]. En esta lucha, que es
una verdadera guerra civil, se van aglutinando y desarrollando
todos los elementos para la batalla futura. Al
llegar a este punto, la coalición adquiere un carácter
político”. He aquí, ante nosotros, el programa y la táctica
de la lucha económica y del movimiento sindical
para varios decenios, para toda la larga época durante
la cual el proletariado prepara sus fuerzas “para la batalla
futura”. (…)
Qué papel cumple la burguesía? David Harvey
La burguesía a desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario a lo largo de su
dominio de clase, (…) ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas.,
La burguesía logra que todos los medios para el desarrollo de la producción se transformen en medios de dominación y
explotación de productores.
Qué atributos poseen la burguesía y el proletariado?
Qué atributos tiene la burguesía? → Tiene la propiedad de los Medios de Producción,
Qué atributos tiene el proletariado? → Es propietario de la fuerza de trabajo
¿Qué es la mercancía?
Las cosas de todos los días que consumimos y poseen un valor de uso y un valor de cambio. Es, en primer lugar, un objeto exterior,
una cosa que merced a sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran ( sean necesidades que se originen,
por ejemplo, en el estómago o en la fantasía)
Cumple también con esta definición la fuerza de trabajo.
Seleccione una:
Verdadero
Falso
Marx empieza El capital, por ejemplo, con el análisis de la mercancía, con las cosas de todos los días (comida, abrigo, vestimenta,
etc.) que consumimos cotidianamente. Sin embargo, asegura Marx, la mercancía es «algo misterioso» porque encarna
simultáneamente un valor de uso (colma un deseo o una necesidad particulares) y un valor de cambio (puedo utilizarla como
objeto de trueque para obtener otras mercancías). Esta dualidad convierte a la mercancía en algo ambiguo para nosotros; ¿la
consumiremos o la negociaremos? Pero en la medida en que las relaciones de intercambio proliferan y se forman los mercados
que fijan los precios, la mercancía se cristaliza típicamente en dinero. Con el dinero, el misterio de la mercancía adquiere una
nueva torsión, porque el valor de uso del dinero consiste en representar al mundo del trabajo social y del valor de cambio.
DAVID HARVEY La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural . Cap. 5 Modernización
La respuesta correcta es ‘Verdadero’
¿Qué es el dinero y qué produce la economía dineraria?
Al alcanzar la producción de mercancías determinado grado de desarrollo, el dinero se convierte en
capital. Posee un valor de cambio (comparar y determinar el valor de las mercancías para ser intercambiadas) y un valor de uso
(representa al mundo del trabajo social)
Respuesta correcta
Las mercancías tienen un valor de uso y un valor de cambio. En la medida en que las relaciones de intercambio proliferan y se
forman los mercados que fijan los precios, la mercancía se cristaliza típicamente en dinero. El dinero lubrica el intercambio, pero,
sobre todo, se convierte en un medio a través del cual comparamos y evaluamos el valor de todas las mercancías. Con el dinero, el
misterio de la mercancía (fetichismo) adquiere una nueva torsión, porque el valor de uso del dinero consiste en representar al
mundo del trabajo social y del valor de cambio.
Reemplaza la comunidad tradicional donde los productores se relacionan directamente, por una nueva comunidad, en la cual
dependemos de relaciones impersonales y objetivas con los otros. DAVID HARVEY David Harvey. La condición de la posmodernidad.
Investigación sobre los origenes del cambio cultural. Cap. 5 modernización
¿Cuál es el significado que le atribuye Marx al “fetichismo de la mercancía”?
: 1. El dinero y el intercambio del mercado encubren, «enmascaran» las relaciones sociales entre las cosas.
En la modernización capitalista, podemos depender objetivamente de «otros» cuya vida y cuyas aspiraciones permanecen totalmente opacas para nosotros
Marx atribuye al “fetichismo de la mercancía” el fenómeno por el cual las relaciones sociales entre las personas parecen estar mediadas por las relaciones entre mercancías. La mercancía, que inicialmente es algo misterioso por su doble naturaleza de valor de uso y valor de cambio, se convierte en dinero, y este adquiere un papel central en la sociedad. El dinero no solo facilita el intercambio, sino que también se convierte en un medio para comparar y evaluar el valor de todas las mercancías.
Con la economía dineraria, Marx argumenta que las relaciones tradicionales y personales en las comunidades se disuelven, y el dinero se convierte en la “verdadera comunidad”. Se pasa de depender directamente de personas conocidas a depender de relaciones impersonales y objetivas con los demás. El dinero, que inicialmente sirve como medio para promover la producción, se transforma en un poder externo e independiente de los productores. Este cambio lleva a que las preocupaciones dinerarias dominen a los productores, y las relaciones sociales reales se enmascaran bajo las transacciones del mercado. A esta condición, Marx la denomina “fetichismo de la mercancía”.
¿La definición de plusvalía es?
Cuando el capitalista compra la mercancía “trabajo” para realizar actividades durante un determinado tiempo (jornada laboral),
solo paga el tiempo socialmente necesario para la reproducción del obrero y su familia. En el resto de la jornada, el trabajador
sigue produciendo bienes (plus trabajo) pero este trabajo que ha generado plusvalía es apropiada por el capitalista.
La plusvalía absoluta es la
[extensión] de [jornada de trabajo]
La plusvalía relativa es la [reducción] de [tiempo de trabajo necesario]
¿Qué significa que el ser social determina la conciencia social?
Que la producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política y espiritual en general.
Materialismo Histórico-dialéctico.
Elija la definición correcta de los diferentes componentes de la Estructura Económica del Modo de Producción:
Como están constituidas las Fuerzas productivas ? → Es la fuerza humana de trabajo y los medios de
producción.,
Cuáles son los medios de producción → Son los Instrumentos de trabajo, la tierra, edificios, máquinas, ganado,
materias primas, capital, etc.,
A qué se denominan Relaciones de Producción? → Son las formas de propiedad de los medios de
producción (aspecto jurídico); la división social del trabajo y las formas de distribución de la riqueza social producida.,
Qué es la Fuerza de Trabajo? → Es la energía humana empleada en el proceso de trabajo.
Medios de Producción:
El proceso de trabajo abarca tres aspectos:
1) la actividad encaminada a un fin;
2) el objeto sobre el que
recae el trabajo;
3) los medios que utiliza, el hombre. Estos medios de producción son a su vez producto de un proceso de trabajo, han sido creados por el hombre. Los medios de producción son partes de la naturaleza que el hombre ha transformado, adaptado,
domesticado, con objeto de usarlos para producir los bienes necesarios para su existencia social. Son las condiciones objetivas de trabajo. Estos medios o condiciones pueden ser los instrumentos de trabajo, la tierra, edificios, máquinas, ganado, materias primas, capital, etc.
Las relaciones de producción constituyen la forma social y económica con que aparecen las fuerzas productivas; son el conjunto
de relaciones que establecen los hombres entre sí en el proceso de la producción social de su existencia. Estas relaciones se refieren fundamentalmente al conjunto complejo de formas de la división social del trabajo y a las condiciones y formas de control y apropiación de las nuevas fuerzas productivas y el producto social.
Las relaciones de producción no son, como se ha creído, exclusivamente las formas de propiedad de los medios de producción; éstas constituyen el aspecto jurídico; la división social del trabajo y las formas de distribución de la riqueza social producida constituyen elementos igualmente importantes.
Fuerzas Productivas
Las fuerzas productivas de la sociedad están constituidas por la fuerza humana de trabajo (“los obreros, los trabajadores, son la primordial fuerza productiva de toda la humanidad”, Lenin) y los medios de producción (incluimos aquí a las condiciones
geográficas, entendidas como la parte de la naturaleza usada como medio de producción; (ejemplo, la tierra) que usa el hombre – durante el proceso de trabajo,- para crear los bienes materiales y necesarios para su existencia. Podemos observar dos aspectos de las fuerzas productivas: su nivel y su carácter.
Fuerza de Trabajo
Esta constituye el elemento básico y activo de la producción, es la capacidad del hombre para producir los bienes materiales e intelectuales que requiere. “El hombre pone en acción las fuerzas naturales que forman su corporeidad, los brazos y las piernas, la cabeza y las manos, para de este modo asimilarse, bajo una forma útil para su propia vida, las materias que la naturaleza le brinda;
y a la par que de este modo actúa la naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de sus
fuerzas a su propia disciplina” (Marx, El Capital, tomo 1, p. 199). Es decir, la fuerza de trabajo es la energía humana empleada en el
proceso de trabajo.
La fuerza de trabajo y los medios de producción constituyen el conjunto de las fuerzas productivas.
¿Qué elementos constituyen los diferentes componentes de la superestructura del modo de producción capitalista?
La superestructura jurídico-política se manifiesta en → El Estado: Gobierno, administración, ejército,
policía, tribunales, prisiones, etc.,
La superestructura ideológica se manifiesta en → Instituciones religiosas, sistema escolar
(público y privado), familiar, jurídico, político (el sistema de partidos), sindical, información (prensa, radio, T.V.), cultural (literatura,
artes, deportes, etc.)
Qué función cumple el Derecho dentro del Modo de Producción Capitalista? ¿Dónde lo ubica Marx?
El derecho para Marx forma parte de la superestructura y está condicionado por la forma en que los
hombres se relacionan entre sí, para la producción de la vida material. De manera general sostiene que si en un modo de
producción hay clase dominantes y clases subalternas, el derecho será parte fundamental de esa lucha y se modificará, según los
avances y retrocesos de las clases en disputa. En el capitalismo, al ser la burguesía la clase dominante, el derecho responde
fundamentalmente a los intereses de esa clase.
¿Cuáles son las clases sociales fundamentales en el Capitalismo?
La burguesía y el proletariado
Respuesta correcta
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna.
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa diferenciación de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones especiales.
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase.
Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la
sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.
Marx y Engels en el Manifiesto comunista, ¿Cómo definen a la historia de la sociedad?
La respuesta correcta es: El marxismo aplica al desarrollo social la perspectiva materialista histórica- dialéctica, definiendo que la
historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases… lucha que terminó siempre con la trasformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerante
Karl Marx y Friedrich Engels
El manifiesto comunista.
I
BURGUESES Y PROLETARIOS
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se
enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con
la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna.
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