Daños por agentes físicos meteorológicos Flashcards
Granizo
Causa heridas en diversos órganos de la parte aérea de los árboles, incluida la corteza. Los daños más importantes suelen consistir en la destrucción de brote y yemas, rotura y caída de hojas, flores y frutos inmaduros.
Los daños varían según el tamaño de la piedra, la especie del árbol y la presencia y dirección del viento. En general, son más sensibles las frondosas que las coníferas, las plantas de hojas grandes y tiernas y, en caso de las caducifolias, durante la temporada en la que la copa está cubierta por hojas.
Nieve
La nieve no daña por el frío, sino por su peso y consistencia. Los efectos dependen de la elasticidad y resistencia de ramas y ramillos, la presencia o no de hojas, de la arquitectura de la copa y de la especie de que se trate, en general, son más resistentes coníferas que frondosas y, de entre estas, los olmos toleran las nevadas mejor que los chopos, los abedules o los fresnos.
La velocidad y dirección del viento durante la nevada, la exposición y la pendiente influyen sobre el depósito de la nieve y, por tanto, sobre los daños.
Los daños consisten principalmente, en roturas de ramas y en desgaje de pies y pueden ser muy importantes en árboles cuyo leño esté debilitado por pudriciones. La rotura y desgaje de ramas tiene importancia, además de por afectar directamente a la estructura y función de a copa, porque las heridas abiertas son vías de entrada para diversos patógenos.
Viento
la acción de los vientos equivale a la de fuerzas variables que actúan sobre estructuras más o menos flexibles y asimétricas empotradas en el suelo.
Los daños que aparecen como consecuencia del viento van desde la caída de hojas, flores y frutos hasta la rotura de ramas y ramillas y desgaje o rotura de troncos según la especie arbórea, el tipo de población o masa, la forma de la planta y las características de su sistema radical y el tipo, fuerza y continuidad de las rachas de aire. Son particularmente peligrosos los vientos diferentes de los habituales.
La densidad de las masas forestales influye sobre el porte de los árboles, pues cuanto más juntos crezcan, mayor será su esbeltez. Los árboles muy esbeltos, altos y delgados son más sensibles a los vientos.
En las plantaciones jóvenes, el número de arbolillos es grande para cubrir el suelo, por lo que la masa debe ser aclarada a medida que crezcan los árboles; si no se hace así, aumentará la sensibilidad a los vientos y llegará un momento en que los vientos podrán romperlos o derribarlos.
Rayos
Son causa relativamente frecuenten de la muerte de los árboles. En los ejemplares que sobreviven suelen poder observarse, a parte de roturas de diversa importancia, daños en la corteza y en otros órganos, a veces con proliferación de tejidos anormales. Resultan muy características las grietas en la corteza (a lo largo y casi siempre en helicoide) en el tronco o en las ramas principales.
Hay especies más sensibles que otras según cómo sea su corteza (si es lisa y fina es más sensible que si es gruesa y rugosa) o el contenido en determinadas sustancias (las grasas y las ceras son malos conductores). Aún así, por ejemplo, se tiene al haya por más resistente que los robles, los chopos, los olmos o los Eucalyptus globulus y E. camaldulensis.
Los perjuicios directos varían según la intensidad de la descarga y las condiciones en que se encuentre el pie afectado: estado fisiológico y situación del sistema radical; son poco importantes porque afectan a un limitado número de árboles. Los daños indirectos pueden ser importantes cuando el rayo provoca un incendio forestal.
