Tema 9. La zorra de Isabel Flashcards
1 Las guerras carlistas
Contexto de las guerras carlistas
Entre 1833 y 1876 se sucedieron en España tres guerras civiles de importantes consecuencias a nivel demográfico, político, económico y social. Las guerras carlistas enfrentaron a los isabelinos, partidarios de Isabel II, contra los carlistas, que apoyaban a Carlos María Isidro de Borbón, hermano del rey Fernando VII.
1.1. Las causas del enfrentamiento y los bandos
Causas del enfrentamiento
A la muerte de Fernando VII en 1833, el trono pasó a su hija Isabel, que en ese momento tenía tres años. El monarca había estipulado en su testamento que sería su esposa, la reina María Cristina, la que asumiría la regencia durante la minoría de edad de la princesa. Sin embargo, los partidarios del infante Carlos María Isidro (Carlos V para los carlistas), que no aceptaban la derogación de la Ley Sálica, iniciaron un levantamiento armado.
1.1. Las causas del enfrentamiento y los bandos
Bandos
Así, se inició un conflicto que enfrentó a los siguientes bandos:
⇒Carlistas. Partidarios del sistema absolutista y de la sociedad tradicional, bajo el lema «Dios, Patria, Rey y Fueros» defendían la legitimidad de Carlos Maria Isidro, la vuelta al Antiguo Régimen, la preeminencia de la Iglesia y la conservación de las instituciones y los fueros tradicionales. Entre los respaldos sociales al carlismo habría que destacar al clero, la pequeña nobleza propietaria y un elevado número de campesinos. El carlismo cobró fuerza especialmente en las áreas rurales del País Vasco, Navarra, Cataluña y parte de Aragón. Los apoyos internacionales del carlismo provenían de la Rusia zarista, de Austria, de Prusia, del papado y de los contrarrevolucionarios portugueses.
⇒Isabelinos. También llamados cristinos, estaban formados por una parte importante de la nobleza y los funcionarios de la Administración. La necesidad de apoyos llevó a Maria Cristina a reclamar el respaldo de los liberales, con lo que se incorporaron al bando isabelino la burguesía y parte de la población urbana. Los isabelinos recibieron el apoyo exterior del Reino Unido, de Francia y de los liberales portugueses, que firmaron junto a España el Tratado de la Cuádruple Alianza en 1834.
1.2. La Primera Guerra Carlista
Manifiesto de Abrantes, carlistas
La Primera Guerra Carlista (1833-1840) comenzó tras la publicación del Manifiesto de Abrantes, por el que Carlos María Isidro se auto proclamó rey y se enfrentó a la reina regente María Cristina.
Las zonas que respaldaron en un primer momento el movimiento carlista fueron Navarra, las provincias vascongadas, Cataluña y el Maestrazgo (comarca comprendida entre el norte de Castellón y el sudeste de Aragón). En estos territorios se levantaron partidas que se extendieron hacia zonas donde el carlismo tuvo un cierto apoyo, como el norte de Castilla la Vieja, Asturias, Galicia y La Mancha. En 1835, la muerte del general carlista Tomás de Zumalacárregui durante el asedio a Bilbao puso fin a la primera fase de la contienda.
Junto a las pequeñas gavillas carlistas se organizaron grandes expediciones que intentaron extender el conflicto por todo el país, como las de los generales Ramón Cabrera o Miguel Gómez, que llegaron hasta el sur de Andalucía, aunque sin lograr un gran apoyo popular.
1.2. La Primera Guerra Carlista
Los isabelinos, por su parte, lograron victorias como la obtenida por el general Baldomero Espartero en Luchana (1836), con la que puso fin al sitio de Bilbao. Este triunfo otorgó confianza a los liberales en el resto de los frentes de batalla, donde las tropas isabelinas fueron apoyadas por la Milicia Nacional.
1.2. La Primera Guerra Carlista
La division de los carlistas
Los éxitos militares liberales propiciaron la división de los carlistas en dos facciones:
→Los transaccionistas, partidarios de llegar a un acuerdo con los liberales.
→Los intransigentes, que defendían continuar con la guerra.
Finalmente, el general carlista Rafael Maroto firmó con el liberal Espartero el Convenio de Vergara en agosto de 1839. El acuerdo incluía que los carlistas reconocían a Isabel II como reina, que los oficiales carlistas serían incorporados al ejército real y que se mantendrían los fueros en Navarra y las provincias vascas. Este acuerdo no fue aceptado por el pretendiente carlista al trono, que continuó con las hostilidades en el Maestrazgo bajo el liderazgo del general Cabrera, hasta que éste fue derrotado en Morella (Castellón) en 1840. Tras la derrota, Ramón Cabrera y otros combatientes carlistas se exiliaron a Francia.
1.3. La Segunda Guerra Carlista
La segunda gurra carlista, Carlos Luis
En 1846, Ramón Cabrera regresó a España desde su exilio en Francia para ponerse al frente de las partidas carlistas que se habían formado para apoyar al nuevo pretendiente, Carlos Luis (Carlos VI para la causa carlista), conde de Montemolín e hijo de Carlos María Isidro. Previamente, habían fracasado los intentos de algunos sectores carlistas y moderados de casar a Isabel II con su primo, el pretendiente carlista.
Este conflicto tuvo menor impacto que la Primera Guerra Carlista y estuvo circunscrito fundamentalmente a Cataluña. El ejército isabelino derrotó a las últimas partidas en mayo de 1849 y los principales líderes carlistas cruzaron los Pirineos rumbo al exilio.
1.4. La Tercera Guerra Carlista
Tercera gurra Carlista, Carlos VII
En 1872 se inició el tercer levantamiento carlista, en un período de inestabilidad política.
El carlismo seguía teniendo partidarios en la sociedad española, cuyas filas se nutrieron en esta etapa de sectores descontentos con las medidas económicas liberales como las desamortizaciones y las medidas secularizadoras. El pretendiente Carlos VII, sobrino de Carlos VI, consiguió ocupar zonas de tradicional apoyo contrarrevolucionario y llegó a asediar de nuevo la ciudad de Bilbao. En Navarra y las provincias vascas se creó un fugaz Estado alternativo que fue suprimido tras la derrota carlista en la batalla de Abadiano (1876) contra las tropas alfonsinas (partidarias de Alfonso XII, el hijo de Isabel II). Una de las consecuencias de la victoria liberal fue la supresión del sistema foral vasco en 1876.
1.5. Las consecuencias de las guerras
Las consecuencias de las guerras
Las tres guerras carlistas supusieron
→Una enorme sangría demográfica, que afectó también a la población civil.
→Un gran gasto económico, pues fue necesario utilizar numerosos recursos económicos para sufragar las, procedentes de las desamortizaciones o de préstamos internacionales que tardaron varias décadas en devolverse
→Provocaron una importante destrucción del patrimonio histórico.
→A nivel político, muchos de los oficiales militares liberales que participaron en estas guerras utilizaron este prestigio en el campo de batalla para impulsar sus carreras políticas.
2. La construcción del Estado liberal
La construcción del Estado liberal
Tras la muerte de Fernando VII, la regente María Cristina se vio obligada a buscar el apoyo de los liberales, que pasaron a formar parte de los Gobiernos. Se inició así un nuevo impulso para la construcción del Estado liberal. Se pusieron en marcha reformas administrativas, políticas y legales que transformaron el país y reforzaron el centralismo.
2.1. La regencia de María Cristina (1833-1840)
Lleguada al poder de Maria Cristina
Cuando María Cristina ocupó la regencia nombró un Consejo de Gobierno continuista, presidido por Francisco Cea Bermúdez, que intentó atraer a los sectores absolutistas. La reforma más ambiciosa de este período fue la división provincial impulsada por el ministro Javier de Burgos en 1833, que intentaba alcanzar la centralidad administrativa. Así, España quedó dividida en 49 provincias y 15 regiones.
2.1. La regencia de María Cristina (1833-1840)
Apoyo de los liberales moderados
En el contexto de las guerras carlistas, y ante la falta de acercamiento con los absolutistas, María Cristina se vio obligada a buscar el apoyo de los liberales. La regente acudió entonces a Francisco Martínez de la Rosa, liberal moderado en el exilio, para que formara un nuevo Gobierno. Martinez de la Rosa impulsó el:
⇒ Estatuto Real de 1834. Al mismo tiempo se producirá la transición al liberalismo que inicialmente será realizada por políticos como Cea Bermúdez y Martínez de la Rosa.
El primer elemento de esta transición será la convocatoria de Cortes con la promulgación del Estatuto Real el diez de abril de 1834. Este texto, de ideología conservadora-moderada, mantenía la idea de la soberanía conjunta (Rey y Cortes) y fijaba las bases de un régimen parlamentario con una cortes bicamerales elegidas por sufragio censitario. Es en esas Cortes donde se perfilan las bases políticas del régimen isabelino: se conforman los dos partidos políticos del reinado, moderado y progresista y se sentaron las bases de un régimen parlamentario. Las nuevas Cortes suponían el fin del absolutismo en España.
De la mano de estos liberales moderados se desarrollarán leyes para la administración de justicia y una nueva división provincial (Javier de Burgos 1833).
2.1. La regencia de María Cristina (1833-1840)
Quejas de los progrsistas
Los progresistas, que consideraban insuficientes las reformas, aprovecharon el descontento del pueblo a raíz de la evolución de la guerra, la crisis económica y otros sucesos, como la epidemia de cólera de 1834, para proclamar juntas locales y apoyarse en la Milicia Nacional para reclamar cambios al Gobierno. Las reivindicaciones generaron revueltas urbanas.
Ante esta situación, en 1835 la regente llamó a Juan Álvarez Mendizabal, un liberal progresista, para formar Gobierno. Con el objetivo de obtener recursos financieros para reducir la deuda y financiar el ejército en las guerras carlistas, se aprobó la desamortización eclesiástica en 1836, que consistió en la nacionalización de propiedades de la Iglesia y su posterior venta a particulares. Aunque se trató de una medida económica, tuvo un gran impacto político.
2.1. La regencia de María Cristina (1833-1840)
Intento de frenar a los progresistas
En mayo de 1836, los moderados y Maria Cristina intentaron frenar las reformas progresistas y sustituyeron a Mendizabal por el conservador Francisco Javier Istúriz. Este cambio generó un clima de inestabilidad en el que tuvo lugar el motín de la Granja. Un grupo de sargentos se levantó en el palacio donde veraneaban María Cristina e Isabel Il y forzaron a la regente a nombrar un nuevo Gobierno progresista presidido por José María Calatrava.
2.1. La regencia de María Cristina (1833-1840)
Avances para el establecimiento del Estado liberal
Entre 1835 y 1837 se produjeron grandes avances para el establecimiento del Estado liberal:
→Se recuperó la Constitución de 1812, vigente de nuevo desde 1836.
→La Milicia Nacional adquirió un nuevo impulso en la lucha contra el absolutismo.
→Se decretó la supresión de señoríos y mayorazgos.
→Se liberalizó la economía: se suprimieron los gremios, la Mesta, las aduanas internas y se reconoció la libertad de industria y de comercio.
→La Ley de Imprenta (1837) determinó la desaparición de la censura previa en las publicaciones.
El ejecutivo presidido por Calatrava convocó unas Cortes extraordinarias que se encargaron de redactar la Constitución de 1837. Este texto intentó conciliar las aspiraciones políticas progresistas (soberanía nacional, derechos como la libertad de prensa, la división de poderes o la aconfesionalidad del Estado) con las moderadas (sistema bicameral con amplios poderes para la monarquía y compromiso de financiar el culto católico, como consecuencia de la pérdida de ingresos eclesiásticos por la desamortización). Aunque amplió el reducido número de electores del Estatuto Real, este continuó muy restringido, en función de renta y edad, y no incluía a los habitantes de las colonias que todavía mantenía España (Cuba, Puerto Rico y Filipinas).